Munición gruesa

Munición gruesa

La Justicia sigue atrapada en el mismo laberinto. Esta semana Herrera lanzó una bomba contra la Corte. Sospechas, mala praxis, dinero, denuncias y agresiones afean una institución que debiera ser inmaculada. Una oración

El fiscal Guillermo Herrera apagó el habano que siempre lo acompaña. Sacó un cañón al patio de los viejos arsenales que hoy habita la justicia (vaya casual metáfora) y apuntó al piso más alto de los Tribunales. Tiró munición gruesa. Pesada.

Mientras la bomba surcaba el aire declaró en radio y en televisión que había una gran confabulación en su contra porque él era casi un Robin Hood. Dijo que LA GACETA intentaba atacarlo, que el presidente de la Corte Antonio Gandur tenía una Gestapo que lo perseguía y que un vocal del altísimo Tribunal le hizo propuestas a su fiscalía por medio de terceras personas en una causa.

Los hombres que hoy protagonizan estas tristes historias judiciales eran aún imberbes cuando en aquel 1971 la genial poetisa María Elena Walsh ya cantaba la Oración a la Justicia.

Señora de ojos vendados/ que estás en los tribunales/ sin ver a los abogados,/ baja de tus pedestales./ Quítate la venda y mira/ cuánta mentira.

Demasiada confusión. Pero también una patética descripción de lo que está viviendo la Justicia tucumana, que debiera ser uno de los pilares centrales para que en estos tiempos de tanta labilidad institucional los ciudadanos encuentren la fortaleza de la ley y el equilibrio que alimenta las relaciones humanas.

En sus circunloquios Herrera da a entender que el origen de todos sus males está en la causa Rigourd, quien mudó su rostro de egregio inversor en supuesto estafador. Herrera fue quien lo denunció y quien lo esposó. Pero lejos de ser un prolijo ejecutor de esta transformación de Rigourd actuó como un elefante en un bazar. Fue improlijo. Sus falencias ayudaron a que Rigourd volviera a asomar su cara como una víctima y no como el mal administrador de millones ajenos. Sus yerros (por impericia o por malicia) se escudan hoy en que la Justicia afectó su capacidad de gestión y ahora se le hace cuesta arriba la devolución de fondos.

Actualiza la balanza/ y arremete con la espada,/ que sin tus buenos oficios/ no somos nada.

Da la sensación de que el fiscal Herrera no tenía ningúna duda de esa cruzada no sólo por las denuncias que se iban acumulando contra Rigourd sino también porque se sentía respaldado por su jefe, Edmundo Jiménez, quien nunca objetó y hasta le habría prometido más de lo que le dio para que Herrera avanzara. Pero de un día para el otro, el fiscal encontró obstáculos contra su investigación. Herrera nunca lo dijo públicamente, pero Jiménez no habría sido consecuente con el impulso que originariamente habría sentido Herrera de su amigo para que Rigourd terminara preso.

Herrera aparentemente no tuvo el respaldo esperado, pero sus males y denuncias no partieron de la Corte ni de LA GACETA sino de causas (en su mayoría involucraban cuantiosas sumas de dinero más que delitos de sangre) en las que él había intervenido. La primera piedra la tiró el Colegio de Abogados, que pidió una investigación al ver conductas irregulares no sólo en las actuaciones de Herrera sino también de otros miembros de la Justicia. Después llegaron muchas más que deberán ser investigadas.

Lávanos de sangre y tinta,/ resucita al inocente/ y haz que los muertos entierren/ el expediente.

En el supuesto caso de que Herrera tuviera cientos de enemigos y todos se hubieran confabulado a tirar contra él y que además se hubiera armado una Gestapo, estas son todas cuestiones personales que involucran a una policía de ideas. Incluso admitamos que el mal ha decidido atacar a Herrera, él –que podría ser el Bien como él mismo parece interpretarse- debe responder por las causas formales que le endilgan. Nada más... Y, nada menos...

Herrera está preso de su temperamento y cuando las luces de la televisión lo encandilaron se mareó y salió a decir lo que nunca debió haber dicho de la Corte y de la Justicia misma que él integra. Dio a entender que los valores éticos que desde Ulpiano hasta Alberdi intentaron sembrar, se rinden a los pies del dinero.

Espanta a las aves negras,/ aniquila a los gusanos/ y que a tus plantas los hombres/ se den la mano.

Más grave aún es que los tucumanos nos enteremos por sus dichos que en algún momento hubo una persona que llegó hasta su fiscalía en nombre de un vocal de la Corte para interceder por una causa y que él mismo no haya hecho un escándalo o por lo menos una denuncia para que la sociedad lo supiera y la Justicia lo corrigiera. ¿Habrá sabido esto su amigo y jefe, Edmundo Jiménez? No se sabe, o si lo supo no le aconsejó ni ordenó hacerlo. Herrera se ocupó de aclarar que ese vocal no era ni una mujer ni el presidente del Tribunal. Este acertijo hace que queden descartados Claudia Sbdar y Antonio Gandur. La lógica descartaría también a Antonio Estofán, quien figura en la lista de amigos de Herrera.

Mientras se pone en marcha una investigación ordenada en soledad por Gandur, en los pasillos tribunalicios le quitan crédito a lo que dijo Herrera, ya que sería un chofer u otro empleado de uno de los vocales que se acercó hasta la fiscalía y por lo tanto nada probaría que lo hubiera hecho en nombre de su jefe o si habría actuado por motu proprio en ayuda de un amigo. La imprecisión de Herrera vuelve a dejarlo mal parado en una supuesta denuncia que daña la imagen de la Justicia tucumana y que la pone al filo de la desconfianza.

Que un fiscal deje la sospecha de corrupción en el Palacio de Justicia es muy fuerte y si lo hace sin pruebas o sin precisiones es aún mayor el perjuicio.

Ilumina al juez dormido,/ apacigua toda guerra/ y hazte reina para siempre/ de nuestra tierra.

Gandur recibió los mandobles y no le quedaron más opciones que exigir una investigación. Intentó reunir a los miembros de la Corte y le fue imposible. Una mayoría no estaba. Las obligaciones académicas y las licencias han tomado tanto protagonismo como las obligaciones diarias entre los miembros de la Corte. Tampoco hubo la reacción de volver todos de donde estuvieren y reunirse aún en fechas de descanso para atender este tema. Puede parecer menor, pero se está poniendo en tela de juicio a la Corte y a su autoridad. Tampoco hubo un público pronunciamiento de Jiménez, quien después de los dichos de Herrera no hizo ninguna reconvención al fiscal. No están en juego intereses personales ni problemas particulares sino el prestigio de la Justicia y por lo tanto de la Provincia.

Por eso también es llamativo el silencio de algunos candidatos a gobernador. Es difícil conocer lo que piensan los principales (según las encuestas) postulantes. No obstante, José Cano y Juan Manzur coincidieron en el silencio. Es comprensible que el candidato oficialista tenga “cola de paja” ya que tanto la designación de Herrera como la de Jiménez es de directa responsabilidad de la gestión alperovichista. Cano tal vez se distrajo en haciendo fotos y cortos televisivos en Buenos Aires, adonde viajó con su coequiper peronista Domingo Amaya.

Indefensos

En la Argentina fue derogado el delito de desacato no hace mucho y en la promoción de la autonomía de los hombres de la Justicia es razonable que Herrera pueda despotricar contra las autoridades del Poder Judicial. Sin embargo tanta lenidad puede ser un bumerán para Jiménez o para los mismos miembros de la Corte que permiten que, con actitudes como las del fiscal, se socaven los cimientos del Palacio. Así el ciudadano más desprotegido termina seguro de que Robin Hood no existe y de que no puede sentirse protegido por la Justicia.

Señora de ojos vendados,/ con la espada y la balanza/ a los justos humillados/ no les robes la esperanza./ Dales la razón y llora/ porque ya es hora.

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