Un show abrumador y vacío
Caras y nombres. El paisaje urbano tucumano es una aglomeración de caras y nombres. Una agresión al espacio público que no respeta muros recién pintados ni espacios pagos. Mucho menos la propiedad de algún contribuyente al que le enchastran el frente de su casa con absoluta impunidad. Caras y nombres desde gigantografías carísimas, afiches y cartelitos. Caras y nombres al servicio de un objetivo: fijarlos en el inconsciente del ciudadano a fuerza de verlos una y otra y otra vez. Psicología pura y dura.

Caras y nombres. Manzur y Jaldo no miran a cámara. Manzur tiene el brazo derecho extendido, como invitando un abrazo. Pispean el horizonte, ¿tal vez el escrutinio? De clásica corbata, ensayan un gesto optimista, una sonrisa a medias.

Caras y nombres. Allí donde se cruzan las avenidas los carteles se acomodan a los codazos. Tan pegados están que los candidatos se mezclan en una ensalada que de sabrosa no tiene nada. Manzur se mezcla con Cano, que se mezcla con Yedlin, que se mezcla con Alfaro. Cano y Amaya ya están mezclados, así que la diferencia no se nota. ¿A qué cerebro publicitario se le ocurre confiar en ese mensaje, en el que su cliente termina fundido a cero con sus contricantes? ¿O será que ese es, a fin de cuentas, el mensaje?

Caras y nombres. En un maravilloso disco-homenaje, Lou Reed contaba que a Andy Warhol le resultaba imposible distinguir entre tantas caras y nombres. “Sólo me causan problemas, ojalá fueran todo lo mismo”, sostiene la letra de una canción que se llama, justamente, “Caras y nombres”. Y dice mucho más, cosas como: “la gente que quiere conocer mi nombre siempre se desilusiona cuando realmente me conoce”. Ay, los políticos.

Caras y nombres. Mucho Scioli, poco Macri y casi nada de Massa. El sol Massa devino asteroide, pero Mario Koltan no renuncia a identificarse con él. Tampoco Gerónimo Vargas Aignasse. Manzur tiene dos sacos de los que colgarse -Scioli y Alperovich- en su afán por convencer al electorado de que es un obediente apéndice de ese proyecto. La foto con Scioli es, para Manzur, agua en el desierto de una campaña rocosa.

Caras y nombres. Compartir un afiche con Cano paga. O eso parece. Ahí van entonces; radicales, peronistas (¿disidentes o puros? ¿quién es quién?), macristas, independientes. La tríada Cano-Luis Sacca-Fernando Valdez, superpoderosa puertas adentro de la UNT, tanto o más que el rector de turno, va ahora por el premio mayor: replicar ese esquema en el Estado. Se visibilizan entonces.

Caras y nombres. Alfaro, Yedlin y Gerónimo Vargas Aignasse se disputan la capital. Silvia Elías de Pérez dice que no se baja. Facundo Garretón intenta seducir a los votantes como si de Copenague o Estocolmo se tratara. Todo muy Pro. Los que no tienen cara son los aparatos. El aparato de Alfaro (o el de Cristian Rodríguez); el aparato de Gerónimo; el aparato que le prestan a Yedlin (“Carolina”, “Guille” y así). La concepción de la democracia como una batalla en la que el ciudadano es un rehén. Hace unos días, inluyentes opinators porteños denunciaban que en Chaco la trampa radicaba en que las boletas llevaban una gran foto de Capitanich, candidato a alcalde, no a gobernador. Justificaban así la derrota por paliza de Aída Ayala, cobijada por Macri, Massa, Sanz y Stolbizer. “¿Pero ustedes creen que los chaqueños son estúpidos?”, los ubicó Mempo Giardinelli desde Resistencia.

Caras y nombres. Pobre Yerba Buena. De “Ciudad Jardín” mutó en “Ciudad Cartel”. De Las Talitas todos estamos enterados porque “La Profe” Nájar (sic) y Luis Morghenstein nos saludan desde la carrocería del ómnibus. Ah, los enroques familiares... Tafí Viejo, Alderetes y Banda del Río Salí hierven de pintadas, que siempre serán más baratas que un afiche. La vieja y querida brocha, ciclo inicial para los militantes en aquellos tiempos en los que existían las unidades básicas y los comités.

Caras y nombres. Paraj{on, sin sombrero, mira de frente. Serio como caudillo de Villa Alem, pero con photoshop. Lo secundan Estela Di Cola y Lita Alberstein, un poco más relajadas. “No hay motivos para reírse”, parece decirnos Parajón, mientras promete que se acabarán los privilegios.

Caras y nombres. Bussi y Viña se muestran poco, prefieren apelar al remanido “El que roba... en cana”. A Bussi no lo ayuda la tradición partidaria, porque cuando a su padre -entonces gobernador- le preguntaron si tenía una cuenta no declarada en Suiza se limitó a balbucear “no afirmo ni niego”. Son caras del pasado que se empeñan en volver.

Caras y nombres. Repetidas, machacantes, vestidas para la ocasión. Intentan decir con los ojos, porque su discurso -el de la imagen- atrasa de tan utilizado. Dicen poco, o casi nada. El problema es que faltan más de dos meses para las elecciones. Siempre se puede estar peor.

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