La amenaza de Alperovich

La amenaza de Alperovich

Cuando el gobernador puso en crisis su candidatura senatorial avisó que si no le garantizan cuotas de poder, no descarta hacer que todos se vayan con élÁlvaro José Aurane | la [email protected]

Joaquín Morales Solá se topó con Néstor Kirchner el día en que él dejaba su despacho presidencial, horas antes de que su esposa, Cristina Fernández, tomara posesión de esa oficina. El columnista de “La Nación”, cuyos artículos dominicales publica LA GACETA, se despidió del ex mandatario. “Nos seguimos viendo”, fue la propuesta del periodista. “Sí, pero dentro de siete u ocho meses. Debo desaparecer de todos lados para permitirle a Cristina que se instale cómodamente como Presidenta”, fue la respuesta.

“Una semana después -Néstor- estaba, en medio de un espectacular operativo, en la selva colombiana con Hugo Chávez y Oliver Stone para garantizar la liberación de un niño secuestrado por las FARC que no estaba secuestrado (reseña Morales Solá en el prólogo de Los Kirchner. La política de la desmesura -Sudamericana, 2008-). Ese papelón internacional marcó el inicio de un permanente protagonismo público del ex presidente, que convirtió a su esposa en una Presidenta débil”.

La conclusión a la que llegó el ahora conductor de “Desde el Llano” (TN) fue que Kirchner “decía exactamente lo que el interlocutor quería escuchar o lo que él creía que quería escuchar. Después, hacía todo lo contrario”.

Esta semana, en Tucumán, José Alperovich le dijo al columnista de LA GACETA Juan Manuel Asís que quiere “que Juan Manzur sea el mejor gobernador de la historia de Tucumán”. Porque, como maldijo Karl Marx en El XVIII Brumario de Luis Bonaparte, “Hegel dice que todos los grandes hechos y personajes de la historia se repiten dos veces. Pero olvidó agregar que la primera vez es como tragedia y la segunda como farsa”.

El carácter dudoso de la afirmación del gobernador radica en que, días antes, él mismo había amenazado, y grandemente, al binomio que conforman el vicegobernador Manzur y el ministro del Interior, Osvaldo Jaldo. En eso consiste, finalmente, que el mandatario haya puesto en crisis, por voluntad propia, su futuro político en materia de cargos electivos.

Desaciertos

El mayor acierto electoral que exhibió el oficialismo tucumano era su certeza. Temprano, nomás, Alperovich estableció que su precandidato presidencial sería su par bonaerense Daniel Scioli, que su candidato a intendente capitalino sería el ministro de Salud Pablo Yedlin, que la fórmula sería Manzur-Jaldo, que en la mayoría de las intendencias ensayarían el frente “Matrimonio para la Victoria”, que su propia esposa sería candidata a parlamentaria provincial (“lo más seguro es que acompañe como legisladora”, le dijo ella a este diario hace dos semanas) y que él iría al Senado.

Enfrente, todo era indefinición. Y lo sigue siendo. José Cano les confió a sus socios radicales que le gustaría llevar a no más allá de la semana próxima las conversaciones con el amayismo: si hay acuerdo, bien; si no lo hay, también. Después se reunió con la cúpula del PRO. Es decir, con la dirigencia tucumana responde al mismo Mauricio Macri al que Cano ha cuestionado -no sin razón- por su soberbia, por lo que en la cumbre radical de Gualeguaychú el diputado tucumano no avaló la alianza impulsada por Ernesto Sanz. Pero con los macristas vernáculos, lejos de tener definiciones, sólo tuvo fotos. Es muy temprano para hablar de candidaturas, fue la síntesis histérica de esa jornada en la que estuvo ausente más de media representación parlamentaria radical. No estuvieron la senadora, Silvia Elías, ni los diputados Juan Casañas y Luis Sacca, ni los legisladores Fernando Valdez y Ariel García (este último es el número dos de la UCR tucumana y fue expresamente invitado al encuentro). Todos los que no aparecen sí figuran en los órganos del centenario partido que debe convalidar todo acuerdo con el macrismo provincial. O no...

Domingo Amaya tampoco reboza en definiciones. La invitación a cenar del diputado Carlos Kunkel le vino de maravillas para desaparecer de la escena provincial, justo cuando la Justicia cambiaba la carátula de la denuncia de atentado contra el auto del legislador Alfredo Toscano por la de “falsa denuncia” contra el chofer del parlamentario. Mientras alperovichistas y opositores hablan a los gritos de “autoatentado”, sobre la base de las lapidarias pericias oficiales, Toscano trata de defenderse denunciando maniobras oficialistas para que no le otorguen el rol de querellante, lo que -insiste- le impide actuar con peritos de parte para elaborar “su” prueba. Mientras, Ricardo Bussi (ese que agradece cada acercamiento de Cano con los cada vez más pocos massistas tucumanos, así como también cada paso en falso del amayismo) barruntaba por estas horas la posibilidad de interponer una “cuestión de privilegio” contra Toscano, en nombre de que hizo que la Cámara emitiera un pronunciamiento condenando un ataque que, por lo menos, una fiscala pone en duda.

El intendente de la capital tucumana volvió a escuchar en la capital del país insinuaciones “K” para que no se vaya del Frente para la Victoria. Pero Amaya, que no quiere apurar las conversaciones con Cano, apuró a los comensales porteños ratificándoles que su candidatura a gobernador está firme.

En ese exasperante jugar a deshojar margaritas, el alperovichismo venía sacando varios cuerpos de ventaja. Hasta que, en el Panorama Tucumano del domingo pasado, el columnista Federico van Mameren lanzó la primicia política de este cuatrimestre: a Alperovich se le había dado por dudar.

El mandatario confirmó el lunes que, en efecto, ya no sabía si quería ser candidato a senador y hasta reconocía que se había “apurado” al manifestar que buscaría una banca en la Cámara Alta. Qué curiosa es la democracia pavimentadora inundada: bajo el agua, sus aciertos le parecen errores. ¿Cuándo le comenzarán a parecer errores todos esos horrores que considera aciertos?

Quedan dos y sólo dos posibilidades. O el gobernador está amagando, o no.

Primera opción

Por unanimidad, el planeta político tucumano asumió que era la primera opción. Es que resulta difícil imaginar a Alperovich sin fueros, por elementales razones judiciales. Él mismo se encargó de ratificar esas especulaciones, cuando sostuvo que trabajará en favor de que se mantenga “este proyecto político que conduje por 12 años”; pero a la vez descartó ser candidato a intendente, como había sugerido su secretario de Gobierno, Marcelo Caponio. El puesto de jefe municipal no goza de la inmunidad parlamentaria, sumado a que San Miguel de Tucumán no debe resultarle al jefe de Estado el distrito más propicio para medirse en las urnas.

La lógica -y los rumores- indicaron, entonces, que buscaría privilegios procesales desde una banca de legislador del interior, como esclareció el columnista Indalecio Sánchez. El gobernador no lo negó ni lo afirmó. “Desde donde sea -divagó-, desde el lugar que me toque”.

En conclusión: si resulta que dice no saber qué cargo electivo quiere disputar en cuatro meses, su amague en realidad es una amenaza. Le acaba de decir a Manzur -ese al que quiere convertir en el mejor gobernador de la historia- que tal vez no cuente con él para lo único que el sobreseído vicegobernador sí contaba. Esto es, que Alperovich sea candidato a senador, lo cual haría posible que el oficialismo sea quien más votos sume en las PASO, dos semanas antes de que el ex ministro de Salud de la Nación dispute la gobernación. En palabras del mismísimo oficialismo durante el lanzamiento de la fórmula Manzur-Jaldo en Alderetes: sin 9 de agosto no hay 23 de agosto.

Como si semejante amenaza no bastase, el alperovichismo insinuó que a la lista de senadores podría encabezarla la esposa del gobernador, que no transita -por así decirlo- un buen 2015. Este año se supo que, a lo largo de todo 2014, sólo dijo 10 palabras en el recinto de la Cámara Alta. Y (por aquello de que la historia tiene su primera vez como tragedia y se farsa en las reiteraciones) fue filmada este año dedicándole 10 palabras a un inundado: yo tengo 10 mansiones, vago de miércoles, pedazo de animal.

O sea, en lugar Plan A (“si ganamos las PASO, en 15 días ganamos la gobernación”), Alperovich les ofreció la Pesadilla de la B (“capaz que no ganamos las PASO; calculen cómo nos irá dos semanas después”). El GPS oficialista está en modo “recalculando”.

Entonces, el mandatario no aspira a un “operativo clamor” en los términos del 17 de octubre. En todo caso, quiere rediscutir las cuotas de poder. Y con garantías reales y firmadas. Es que él ha visto lo dolorosa que es la hemorragia de poder, cuando se encargó de desangrar a Julio Miranda. Y ahora parece plantear que si no hay garantías para que él se vaya al Senado, tal vez opte por hacer todos se vayan con él...

Por cierto, entre algunos gravitantes “manzuristas”, la amenaza alperovichista fue interpretada como la primera puñalada. La leen como una advertencia del gobernador: a ver qué tal les va sin mí. Y cayó muy mal. Es que ellos, al parecer, le hubieran creído a Néstor Kirchner cuando él prometía borrarse para que quien lo sucedía pudiera gobernar con tranquilidad. Pero si él no se lo cumplió a su esposa, ¿por qué creer que Alperovich iba a decir “gracias, perdón y hasta luego”?

Segunda opción

Por las dudas lo del mandatario no sea un amague amenazante, los promotores de un “alperovichismo sin Alperovich” (¿de qué otra manera leer, si no, “continuidad con cambio”?) ya advierten que no habrá “doble comando” en el poder: si gana Manzur, sólo habrá un gobernador y ningún co-gobierno. Esas dos cuestiones, la de que Alperovich tal vez no amaga y la de que Manzur todavía tiene que imponerse en las urnas, refieren directamente a la segunda opción.

¿Y si Alperovich de verdad se bajó? Para esa hipótesis sólo cabe una respuesta: el gobernador no disputará la senaduría porque sabe (y lo sabe por las encuestas que no muestra) que no puede ganar. Y si él no puede ser el oficialista más votado, entonces todo el oficialismo está en problemas...

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