Un actor decidido a saldar una deuda con su maestro

Un actor decidido a saldar una deuda con su maestro

Juan Tríbulo presenta hoy una compilación de las enseñanzas de Oscar Fessler, injustamente olvidado por el teatro argentino.

JUAN TRÍBULO. Fue más que un discípulo de Fessler: los familiares de su maestro lo nombraron portador de su producción intelectual. la gaceta / foto de ANALíA JARAMILLO JUAN TRÍBULO. Fue más que un discípulo de Fessler: los familiares de su maestro lo nombraron portador de su producción intelectual. la gaceta / foto de ANALíA JARAMILLO
“Me gusta por igual enseñar y dirigir pero, por momentos, me apasiona más provocar en los ambientes ligados a la educación el reconocimiento de la importancia que el teatro tiene en la formación de la gente. Una formación humanística que, precisamente, permite un desarrollo completo del individuo”, decía Oscar Fessler en 1987.

Ese concepto lo evoca Juan Tríbulo ahora, quien presentará hoy en la 30 Fiesta Nacional de Teatro de Salta una compilación de las enseñanzas del maestro de profesores de teatro, que desarrolló la parte central de su carrera en la Argentina (falleció hace 19 años).

Tríbulo fue más que su discípulo: pocos años después de la muerte de Fessler, sus familiares lo nombraron portador de su producción intelectual con la siempre compleja tarea de leer, clasificar, seleccionar y darle un orden coherente a los artículos y borradores que dejó. La labor insumió bastante tiempo, y se transformó en “El pensamiento vivo de Oscar Fessler”, dos tomos editados por el Instituto Nacional de Teatro en su colección Homenajes, con los subtítulos de “Teatro y educación” y “Clases para actores y directores”, respectivamente.

“Sentí esta labor como el privilegio de ser el compilador y comentarista de sus escritos teóricos. Lo viví como un desafío muy grande y una gran responsabilidad. Me permitió, además, volver a conectarme con los apuntes que había tomado de sus clases de primero a tercero, cargados de recuerdos, de descubrimientos, que fueron, además, los que marcaron definitivamente mi vida personal, actor y docente”, le dijo a LA GACETA, como anticipo de su presentación.

- ¿Sentís que fuiste un fiel discípulo de sus propuestas?

- Cuando tuve que dictar mi primera clase de actuación en la flamante Escuela de Teatro que creamos en la Universidad Nacional de Tucumán, en 1984, sentí que Fessler hablaba por mí; mejor dicho, que no podía iniciar una primera clase, del que sería un largo proceso de cinco años, sin encararla como la primera clase que recibí de él, en el Instituto de Teatro de la Universidad de Buenos Aires (Ituba), en 1962. No se si fui un buen discípulo, pero sí se que nunca me desprendí de sus enseñanzas, no porque no pude sino porque no quise, pues iluminaban mi trabajo cada vez que encaraba una clase o un personaje.

- ¿Qué impronta dejó en el teatro argentino?

- El Ituba consolidó en las universidades argentinas un espacio para la enseñanza y la práctica del teatro. Si bien fue cerrado en 1966 (con el golpe de Estado de Juan Carlos Onganía), sirvió de antecedente para que en las Universidades Nacionales de Córdoba y Cuyo se aprobaran carreras de enseñanza teatral. La de Córdoba fue cerrada en 1976. En 1984, creamos en la UNT una carrera similar a la del Ituba, que luego, por impulso de las necesidades propias de la región fue transformándose en una Licenciatura. Esa estructura estimuló a Carlos Catalano, discípulo de Fessler de los cursos de dirección, a crear la Escuela Superior de Teatro en Tandil.

- ¿Cómo cambió tu forma de ver y hacer teatro haber estudiado con él?

- Cuando ingresé al Ituba, acababa de pasar por la experiencia del teatro independiente en Nuevo Teatro, con clases dictadas por Pedro Asquini y Alejandra Boero. Antes, en mi provincia (Entre Ríos), había transitado por el teatro vocacional. Lo que encontré en Fessler fue un mundo desconocido, el de la interioridad del actor, que pone a disposición de la situación dramática y de la construcción del personaje sus vivencias personales, sus recuerdos y explota la investigación de sus percepciones para enriquecerse como persona antes que como creador. Ya no podía pasar por la vida de la misma manera, sin percibir toda la infinita gama de sutilezas que hay en cada uno mismo y de los otros, en las cosas y en la naturaleza, en las metas que uno se propone y en los conflictos que se le presentan para lograrlas.

- ¿Hay una deuda del teatro argentino con Fessler?

- Su trabajo en la formación de actores ha constituido el aporte más fructífero para el teatro de nuestro continente; cantidad de actores de todas las nacionalidades se han formado y perfeccionado a la sombra de su sabiduría teatral y humana. Fue un maestro, es decir un hombre que ayuda a descubrir potencialidades ocultas a fin de que puedan ser expresadas y comunicadas. En la última revisión de la Historia del Teatro Argentino en Buenos Aires (2003), bajo la dirección del tempranamente desaparecido Osvaldo Pellettieri, Fessler no tiene ningún lugar, aunque le corresponde.

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