¡Basura va!
¡Agua va!, decían hasta entrada la revolución industrial en las casas europeas, antes de arrojar por la ventana abierta a la calle el balde con excrementos. El transeúnte tenía que esquivar el baldazo, pero aunque lo esquivara, vivía en una ciudad maloliente, infecta, con riesgo de enfermedades. No había más remedio. Cuando aparecieron los sistemas de cloacas comenzaron a cambiar esas costumbres.

Casi 200 años después, ya no se tiran excrementos por la ventana, mas sí se arroja, y sin avisar, desperdicios, muchos de ellos contaminantes, a la calle. A cualquier parte, y las consecuencias no sólo tienen que ver con la estética y la salud; también son económicas. En algunos casos son dramáticas, puesto que el hábito de tirar basura a los canales ha incidido, según las autoridades, en el hecho de que se hayan saturado y hayan desbordado, con lo que se inundaron las viviendas de quienes viven en terrenos bajos. El titular de la Dirección del Agua, Juan Sirimaldi, dijo que en el último mes han sacado 500 camionadas de basura del canal maestro de desagüe sur. Y agregó que se vuelve a llenar de desperdicios.

De esta situación hablaron los precandidatos a intendente capitalino la semana pasada. La mayoría, como Sirimaldi, habló de una cuestión cultural, con lo cual estamos poniendo a Tucumán en el lote de los argentinos incultos por alguna razón aún no explicada ni investigada por los que navegan por el mundo de la política. Porque no es en Europa o países del primer mundo donde “por cuestión cultural” la gente no arroja basura a las calles. Basta pasar por Mendoza, por ejemplo, para descubrir que sus hábitos culturales con respecto a la basura son diferentes.

Tampoco es una cuestión de pobreza: la gente pobre no tira cosas; las acumula y las conserva. Son las clases mejor situadas económicamente y más educadas las que consumen y arrojan sin hesitar, que tiran o contratan carreros para que se lleven donde sea (al basural de la vuelta o más lejos, si es posible) eso que ya no les sirve y les molesta. ¿Quiere decir que los tucumanos que no son pobres son más incultos que los mendocinos que no son pobres? Habría que hacerles esa pregunta a los candidatos, para que empiecen a pensar realmente por dónde van las responsabilidades y por dónde se podrían encontrar las soluciones. Porque siempre es fácil para el político (y el funcionario) culpar al otro: al opositor, al oficialista o al vecino, y con ello eludir responsabilidades y soluciones. Al hablar del canal sur, el director del Agua habló de la gente que tira y de las municipalidades de toda la provincia que no limpian los canales. Sin embargo, hace tres semanas el subdirector de Defensa Civil municipal, Eduardo Valdez, había culpado sin nombrarla a la Dirección del Agua, al decir que “cada vez que llueve, el canal se destruye más”, aludiendo a que no lo arreglan desde hace años. A fines de enero Sirimaldi había dicho que se esperaba para abril próximo que haya plata para empezar a repararlo. Es decir, antes de que la gente arrojase basura, estaba roto y sin mantenimiento.

Lo mismo pasó hace dos semanas con las quejas vecinales sobre los basurales en cada esquina de Yerba Buena. El responsable del servicio, Mario Criado, dijo que no da abasto. En cambio, un responsable del oficialismo, el concejal Luciano Villegas, cerró los ojos y replicó que todo funciona normalmente. Pero la “ciudad jardín” hiede, explota de basura por todas partes.

Otro responsable que debería hablar, y que está desaparecido, es el secretario provincial de Saneamiento, Carlos “Alito” Assán, a quien le crearon una superestructura y le hicieron una ley para que se ocupe de los basurales (no se sabe si sólo en la capital, que es su “territorio” político, o en toda la provincia). En enero dijo que le ponen palos en la rueda y que los carritos tiran basura más rápido que los camiones que la recogen. “La basura es una enfermedad de todos los tucumanos”, definió. Y otra vez la pregunta: ¿por qué los mendocinos no se enferman de este mal que aqueja a esta provincia?

¿No será que la gente hace lo que ve por la ausencia del Estado? Nadie del oficialismo dijo nada cuando fue escrachado hace dos días el equipo del legislador Guillermo Gassenbauer tirando basura. Puesto entre la espada y la pared, sólo pidió perdon y dijo que sancionará a sus empleados, sin advertir que es una muestra ejemplar de cómo ese problema cultural del que hablan los precandidatos contamina antes al mundo político que al vecino.

Si la Dirección del Agua no repara los canales, si las municipalidades no los limpian y no levantan la basura apenas aparece, si los mismos empleados de los candidatos llenan los basurales clandestinos, ¿por qué ponen el ojo en la responsabilidad del vecino? ¿Y si empiezan por levantar primero los desperdicios, luego por sancionar o echar por ineficiente al responsable de que no pase el camión recolector? No se conoce que alguna vez hayan multado al vecino desaprensivo. Acaso vendría bien, pero después de ver la responsabilidad del funcionario ineficiente. A ver si esto deja de ser un problema cultural.

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