Una suma de debilidades
Juan Manzur enfrenta un gran problema en esto de asumir la candidatura a gobernador por el oficialismo. Porque un postulante que no puede más que sonreír difícilmente logre “contener” a la estructura hambrienta de punteros que espera el inicio de una campaña electoral como un deportista aguarda la llegada de los Juegos Olímpicos. En efecto, la mayor debilidad de Manzur está en la injerencia del gobernador, José Alperovich. A nueve meses de las elecciones, el ministro de Salud de la Nación es un candidato que dispara balines de salva. Y el fogueo, en política, puede servir en un principio para impresionar, mas no para convencer.

Nadie duda en el oficialismo que el vicegobernador en uso de licencia es el preferido del mandatario. Pero todos dudan de que llegue finalmente a la meta como el elegido. Básicamente, porque Manzur no tiene poder de decisión para atender a ninguno de los reclamos que se le multiplican en cada mitin. Siempre, la respuesta del hombre que ríe es “vayan a hablar con José”. Es, efectivamente, Alperovich el hombre que digita los tiempos y las libertades de la campaña en el oficialismo. En 2003, el peronismo sabía que José Alperovich prometía futuro, porque el actual mandatario ya se había convertido en el hombre fuerte de Julio Miranda sentado sobre la caja única de recursos del Estado. Hoy, Manzur no maneja siquiera los fondos discrecionales de la Legislatura porque su ausencia incrementó el poder del secretario Juan Antonio Ruiz Olivares y, además, porque ese presupuesto en las últimas semanas fue “intervenido” de hecho por el propio Alperovich. Los recelos del gobernador, que nunca permite a nadie mayores libertades que las que él le concede, se extremaron luego del acto en la Sociedad Rural que organizó Ruiz Olivares para lanzar su acople. En fila, legisladores oficialistas enardecidos fueron a preguntarle al titular del Ejecutivo de dónde habían salido los recursos para organizar tan costoso mitin. Cuentan que Alperovich, entonces, levantó el teléfono y pidió al contador Oscar Fiorito que le detalle los últimos gastos parlamentarios y que, de paso, preste mayor atención a los movimientos del sigiloso Ruiz Olivares.

Así, Manzur, que no maneja recursos ni decisiones en una campaña y que tampoco fue nominado públicamente como candidato, se desdibuja. Son las reglas que impuso Alperovich para sostener en el mayor tiempo posible un poder que se le escapa.

Tampoco llegaron buenas noticias para Manzur desde Buenos Aires. Alperovich, tras reunirse con el consultor Hugo Haime, se encargó de difundir que 2014 baja las persianas con la certeza de que 2015 las levantará con un trípode de poder. El sondeo oficialista asegura que Manzur lidera las encuestas con 34%, que el radical José Cano le sigue con un 28% y que Domingo Amaya creció tanto que ya supera los 20 puntos de intención de voto. En rigor, ese es el escenario que más le conviene al alperovichismo: un intendente que sube en las encuestas y que así rompe con la polarización entre Manzur y Cano que asusta a la Casa de Gobierno. Alperovich siempre anheló una contienda de a tres, y casualmente los últimos números que trajo muestran ese deseo suyo hecho realidad.

Más allá de las especulaciones, resulta lógico el crecimiento de Amaya porque ha dedicado tiempo y dinero a posicionarse y así llegar a marzo como una de las cartas más altas de la baraja y no como el comodín que es hoy. El jefe municipal es un naipe que puede tomar distintos valores según convenga al jugador que lo precise, sea Cano o Alperovich. Quizá por eso la encuesta del radical lo presenta más bajo en porcentaje de adhesión, y la del Gobierno lo muestra más alto.

Por fuera de los números escritos en los papeles, lo único concreto de esta campaña que está por comenzar es que todo es relativo. Manzur es candidato, según se supone. Amaya también es candidato, según se cree. Y Cano, que sí es candidato, aún no sabe con quiénes se aliará para llegar a destino. Los tres sintetizan las debilidades de un sistema de partidos en crisis.

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