Homenajes que dan vergüenza

Homenajes que dan vergüenza

¡Qué feo es sentir vergüenza ajena! Cuando algo parece bien intencionado y de pronto la realidad se va desdibujando hasta convertirse en una mueca horrible, en una tomada de pelo... ¡Y en una pérdida de tiempo! Estaba tan indignado que lo contó públicamente, en el salón del Centro Cultural Rougés colmado de gente que había ido a escuchar la presentación de su libro de microrrelatos “A media tinta”. Sí. Hablamos de Carlos Duguech.

Inquieto y curioso como es, escudriñando en la web de la Legislatura Provincial encontró una convocatoria al “Salón del Bicentenario” en los rubros letras y pintura. El anuncio era rimbombante. Con la bandera argentina de fondo se alentaba: “en homenaje al bicentenario de la creación de la provincia de Tucumán, este hecho histórico y social nos da la oportunidad de reflexionar sobre qué es Tucumán, sobre nuestra identidad como tucumanos ...” (bla, bla, bla...). Echó una mirada a los premios: $ 7.000 para el primero y $ 3.500 para el segundo. Le llamó la atención el escaso monto destinado a tan digno homenaje y mucho más tratándose de “la Honorable Legislatura”. En cambio, el premio para el pintor era más del doble que para el poeta, $ 20.000, en chocante desequilibrio. En fin... el dinero no es lo importante.

Pero también le sorprendió la rigurosidad de los requisitos: presentarse con seudónimo, los datos del autor en sobre cerrado y aparte, y ... ¡atención!: declaración jurada donde constaba que el trabajo era inédito, original y -como si hiciera falta aclararlo- que no pertenecía a ningún “autor fallecido”.

Siempre atento a los detalles, y para no manchar tan impecable garantía de transparencia, Duguech tomó la precaución de no ir personalmente a dejar su trabajo sino que mandó a un emisario con las tres copias exigidas, firmadas con seudónimo, la declaración jurada, el sobre cerrado con la identificación del autor (para abrir en caso de resultar ganador, se entiende)... Eran las cuatro de la tarde del 17 de octubre.

Cuatro horas más tarde, Duguech ya no podía creerlo: leyó dos veces el correo electrónico: “La comisión organizadora del Salón del Bicentenario-Premio Honorable Legislatura de Tucumán le da la bienvenida al Concurso de Letras…” ¡Y él que había estado dos días pensando en el seudónimo!

En el salón Rougés se hizo un silencio, sólo interrumpido por algunas risas y exclamaciones de decepción. Duguech impugnó el concurso inmediatamente y ahí terminó la historia. Pero la vergüenza y la incomodidad en relación a este “hecho histórico y social” no se van así nomás . Homenajes así... ¡no gracias!... aunque pinten de cuerpo entero un aspecto de esta generación del bicentenario.

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