Narrativa habitada por personajes perdidos

Narrativa habitada por personajes perdidos

Fabián Soberón | Escritor - Profesor de la Escuela de Cine (UNT).

10 Octubre 2014
Patrick Modiano escribe con frases lineales, precisas y cortas. Sus libros están hechos de una atmósfera, una neblina espesa, una forma de entender la ciudad. Los recorridos urbanos y las relaciones que se esfuman como agua entre los dedos dibujan la enrarecida y “vouyerista” urbe “modianesca”. Las calles, los garajes, los pasajes delimitan una París recóndita, imaginaria y utópica, una ciudad hecha de memoria y olvido. Los personajes están un poco perdidos -en el tiempo y en el espacio- y viven en un letargo existencial.

Tanto en Calle de las Tiendas Oscuras como en Villa triste, en Primavera de perros y en El horizonte, los personajes son marionetas manejadas por algo del pasado que es difícil de agarrar. Deambulan en una pesadilla diurna. No me refiero a algo religioso o místico sino a algo muy humano (demasiado humano), como si estuvieran desorientados de forma permanente, como si el desvarío y el olvido fueran el sello invisible de su existencia.

El policial se filtra como una ráfaga y deja marcas lívidas, pequeñas astillas que perforan la superficie de la escritura. Modiano hace uso y apropiación del género: sus novelas proponen una versión amnésica o paródica. En algunos casos, como en Calle de las Tiendas Oscuras, escribe un policial paranoico.

En En el café de la juventud perdida buscan a una mujer ausente, una especie de equis inalcanzable. Este objetivo -que parece lo central- trae aparejado un problema singular: el libro pone en duda la cuestión de la identidad. En Modiano, la identidad es agua huidiza, volátil, polvo que se esfuma.

En Villa triste se dice que las personas aparecen y desaparecen como polvo fugaz de un remolino. Esto podría ser la descripción de cómo funciona la memoria en sus novelas. Modiano ha construido un universo acotado: en ese lugar atípico y en cierta media estrecho y abierto -de modo paradojal-, los recuerdos son el anverso del olvido y los productos de la memoria -heterogéneos y conflictivos- se desvanecen y se confunden.

Modiano ha creado una ciudad, un pequeño orbe personal. Los personajes y los lectores se pierden, tienen la sensación de que todo -un objeto, una persona, un momento- puede convertirse en algo misterioso. Casi podría decir que Modiano ha escrito para saber qué es la memoria y para comprobar que está hecha menos de certezas que de las múltiples formas del olvido.

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