Los problemas no son económicos, sino de diagnóstico

Los problemas no son económicos, sino de diagnóstico

04 Octubre 2014

Eduardo Robinson - Economista

Paradójicamente, si bien la economía argentina evidencia debilidad e incertidumbre, las raíces de los problemas no son económicos, sino de diagnóstico. Se sabe que el primer paso para resolver un problema es un buen diagnóstico. Estamos frente a una economía que sigue mostrando síntomas de marcado deterioro, cae la producción industrial, se enfría el consumo, grave restricción externa que provoca escasez de dólares, déficit fiscal creciente y elevada inflación. Pero, desde la óptica del Gobierno, los problemas se originan en los sectores productivos concentrados, en el agresivo contexto internacional y en el comportamiento especulativo. Es decir, no se originan ni en el diseño ni en la implementación de la política económica, sino que provienen de otra esfera, inducidos por “fuerzas conspirativas”. Y este es el verdadero problema: la determinación de las causas de por qué la economía se ha desacelerado y creció la incertidumbre.

La irresuelta situación con los holdouts, los vaivenes judiciales, incluido el desacato, la renuncia del presidente del Banco Central, que una vez marca la dependencia de la autoridad monetaria del Poder Ejecutivo son las manifestaciones de aquellos problemas, no el origen. Las causas de los desequilibrios macroeconómicos no son los síntomas. Este es el quid de la cuestión. Frente a esta realidad, ¿cuál es la solución que propone el Gobierno?, ¿el programa de precios cuidados que ya se prepara para su tercer edición?; ¿rige para el precio de los combustibles que mes a mes sube y alienta la suba del resto de los precios? El dólar, en todas sus versiones y colores, ¿sube sólo por el comportamiento especulativo? Entonces, ¿cuál es la propuesta para evitar el comportamiento especulativo?, ¿más controles?, ¿más intervención, como la que propone la actual ley de Abastecimiento? ¿Los agentes económicos se portan mal, no entienden el modelo? O, por el contrario, no se crea un sistema de incentivos adecuados para que sea más rentable producir, invertir, incrementar la capacidad productiva y quitar de la vista de los agentes el valor que puede tener el dólar en los próximos meses.

Hay que actuar en consonancia con el diagnóstico de los problemas; no se puede no hacer nada para resolverlos. Es decir, cómo se baja la inflación, cómo se descomprime la presión al dólar, cómo se recupera solvencia fiscal, cómo se mejora la competitividad de las exportaciones, cómo se mejora la productividad, cómo se alienta la inversión en sectores productivos, cómo se mejora el acceso al crédito o cómo se construye visión de largo plazo. Los problemas están; las que no aparecen son las soluciones. Este es el aspecto más preocupante que, según el Gobierno no hay nada, o muy poco que corregir en la política económica. En este marco, hay dos alternativas: o los agentes económicos corrigen sus malas conductas, no especulando, vendiendo autos, generando más consumo, invirtiendo, sacándose de la cabeza el tipo de cambio, porque logran entender las bondades del modelo en curso o, en definitiva, no hay que esperar demasiados cambios en la tendencia que tiene la macroeconomía.

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