El resurrecto sueño de Cristina eterna

El resurrecto sueño de Cristina eterna

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El sueño de eternidad de la Presidenta en el poder -como un mesías con faldas-, estaba muerto y sepultado. Era un asunto pretérito, cerrado, del cual no se hablaba más por la traba constitucional que prohíbe el tercer mandato a ella o quienquiera fuese. Hasta los talibanes del universo K se habían resignado al retiro forzoso de Cristina. Sin embargo, sorpresivamente, su hijo Máximo resucitó la re-re-re de su madre. Con un lenguaje perifrástico, colocó el tema en superficie e instaló un debate inútil en la sociedad.

Días atrás, en un acto de La Cámpora, en Buenos Aires, hizo su aparición como una nueva estrella en el firmamento político. Debutó como orador. Por primera vez, en más de una década, los argentinos pudieron oír y conocer en público la voz del vástago de doble paternidad presidencial. Era una figura fantasmal, inasible, recluida en Río Gallegos, encerrada en el mutismo. De su vida poco y nada trascendió. Dedicado a los negocios inmobiliarios de su familia, ahora se prepara para disputar la intendencia de su lugar en el mundo. En las encuestas sólo mide un módico 13%, tanto de imagen positiva como de intención de voto. Para la campaña -obvio- cuenta el respaldo sin retaceos de su mamá presidenta.

Cristina dejará un trono sin herederos. Ella o el diluvio. Todo hace presumir que no bendecirá a nadie. Seguramente, en su intimidad teme volver a equivocarse como le ocurrió con Amado Boudou, a quien, no obstante, no le suelta la mano. Ninguno de los candidatos del escaparate oficial la seduce. Y en ninguno de ellos confía como conductor de la barca que timonearon con su marido. En su egolatría patológica, sólo ella se considera capaz de conservar la pureza del modelo K que concibieron a dúo.

En su visión sesgada, la historia de la Argentina comenzó con la monarquía patagónica. Únicamente un Kirchner puede gobernar el país. La viuda, fuera de la Casa Rosada, se reservará para sí el liderazgo del peronismo, más allá de 2015. En su fuero íntimo piensa, acaso, en un regreso con gloria en 2019, en la antesala de sus 70 años. ¿Como Michelle Bachelet? Es lo que dejó entrever su vástago durante la homilía camporista.

Máximo desafió a la oposición a presentarse en los comicios próximos, y ganarle a Cristina. Pareciera haber olvidado que su padre, junto con Scioli y el entonces oficialista Massa, fue derrotado en 2009. Su madre cayó con su favorito, en octubre de 2013, ante el ex intendente de Tigre, ya con el sayo de opositor. Sin decirlo abiertamente, Kirchner Jr. reflotó, de modo lateral, la candidatura muerta de su progenitora y desató un tifón en los cuatro puntos cardinales. La re-re-re le está vedada por la Constitución. Sólo es posible, previa reforma constitucional. Como los números no dan, Carlos Kunkel, espada mayor de la galaxia K, propone nada menos que disolver el Congreso de la Nación, al mejor estilo de un general golpista. Así, quedaría desbrozado el camino del retorno de Cristina. ¿Se convirtió en un destituyente?

¿Lo de Máximo no fue un gesto provocativo y deliberado, tirado como globo de ensayo para motivar a la tropa propia y medir la reacción de la gente? Entre los K se reavivó con nuevos bríos el sueño reeleccionista de imposible cumplimiento. A la vez, unificó en un puño a la oposición de una punta a la otra, y desató catilinarias impiadosas contra el primogénito presidencial. Sin duda, fue una meditada puesta en escena que el kirchnerismo maneja con maestría. Ahora se pretende desconocer lo que la Presidenta, junto con su marido, juró como convencional en la Constituyente de Santa Fe, en 1994. Se determinó con claridad los dos períodos constitucionales para el jefe de Estado.

Tras el sermón con incienso patagónico, los candidatos autoeyectados del oficialismo quedaron patitiesos, sin habla. Todos tienen ahora la certeza de que ninguno contará con el guiño de Cristina. ¿El beneficiario, a la postre, no será Macri? La misma duda se extiende a los gobernadores, entre los que no está excluido el mandamás vernáculo. Si la viuda no se inclinara por nadie, ¿a quién apostará sus fichas el tucumano? Una pregunta no fácil de contestar.

Como los principios políticos de Alperovich son flexibles y mutantes -lo demostró con su transfuguismo-, observará de qué cuadrante sopla el viento y decidirá en consecuencia. Prorroga sine die la definición de su favorito, como en una película de suspenso. Se mece entre su cónyuge y Juan Manzur, que ahora reparte ambulancias para recuperar el favor del patrón. La senadora no abdica de su ambición irrefrenable. En tanto, Alperovich trata de mantener en orden el gallinero peronista con la billetera en una mano y el látigo en la otra. Su irresolución desespera hasta el paroxismo a los viudos del poder, entre los que figuran los legisladores que pronto dormirán a la intemperie, al igual que los intendentes y los delegados de comunas rurales. Ninguno tiene re-re-re. Ellos también quieren saber cómo quedarán parados ante la inminencia de cambio del poder. Un mes antes de las elecciones provinciales del 23 de agosto, deberán estar integradas las alianzas y las listas de candidatos.

En el casamiento de la hija de un prestigioso abogado, el sábado último en Los Nogales, en una de las mesas compartían el diálogo el intendente capitalino con industriales azucareros, un diputado nacional y otros contertulios, además de sus respectivas esposas. Esa noche, si hubo un tema no excluido fue la política. Domingo Amaya, sin filtros, ratificó para quien quisiera oírlo que va por la gobernación y nada menos. Contó sus incursiones por el interior y la buena recepción de la gente. Aunque hermético, dejó entrever que no descarta posibles alianzas más adelante. Prudentemente, escamoteó los nombres de sus posibles socios.

Un ícono de corrupción

Como dueño de la Legislatura, Alperovich bajó la orden y entregó alegremente un bien del Estado, en beneficio de una empresa privada, sin observar la licitación pública. La genuflexa corporación oficialista, sonriente y sin objeciones, aprobó a dos manos, por medio siglo, la explotación del Hotel Savoy. En 2012 fue beneficiaria de la concesión la firma Ivisa, a condición de construir un moderno edificio, manteniendo su estilo arquitectónico original. En otros tiempos, ahí brilló el esplendor de la noche tucumana y sus paredes guardan un pedazo de historia política. En el subsuelo, el gobernador Gelsi tenía instalado un despacho paralelo. ¡Y atendía de noche! Una extravagancia. Con escasos recursos y una gestión honesta llegó a concretar una obra portentosa que los tucumanos evocan con cariño.

A dos años de entregarse la concesión, nada se hizo. El frustrado proyecto es un eslabón más del mito urbano de que Alperovich es un buen administrador de la cosa pública. La refacción del Savoy quedó en cero; se perdió un tiempo precioso y otra oferta ventajosa de entonces. Para desistir, la empresa adujo la devaluación de la moneda. Señala, además, que el presupuesto original de 49 millones de pesos, se eleva hoy a 170 millones. Es la inflación que no reconocen Cristina ni Alperovich. Lo que no dice es que el negocio del juego electrónico, ahora, resulta poco redituable por los dos casinos en funcionamiento en sendos hoteles cinco estrellas. Su construcción también autorizó el gobernador sin licitación, libre de todo tributo municipal y provincial, a más de otras canonjías que no disfrutan los demás tucumanos.

En el momento de entregarse la concesión del Savoy, la oposición habló de la insolvencia de la firma para encarar el emprendimiento. Con el naufragio ¿acaso, no tenía razón? El gobernador desechó la propuesta de una compañía cuyana que ofrecía mayores ventajas que Ivisa. Se obstinó en la adjudicación directa, sin analizar la otra. Cuando se deja de lado la licitación pública -instrumento insoslayable en una transparente y sana administración- da pie a la gente a pensar -y no se equivoca- que hubo arreglos espurios detrás de los cortinados del poder.

El mandatario dijo alguna vez que el Casino tucumano era el único en el mundo que daba pérdidas. Es cierto. Pero él mismo autorizó a Ivisa a instalar máquinas tragamonedas dentro del establecimiento, generando una competencia desleal para los juegos a cargo del Estado. Además, hasta le otorgó prebendas para la promoción publicitaria. En tanto, la Caja Popular siguió teniendo a su cargo el pago de haberes al personal.

Se sabe que las autoridades de la entidad recientemente tomaron contacto con la firma cuyana con el propósito de reactivar la obra paralizada.

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