Argentina, un país que no contagia

Argentina, un país que no contagia

BUENOS AIRES.- Más allá de las discusiones semánticas en torno a cuál es la condición de la deuda argentina, el caso mereció la inmediata atención de los medios especializados del mundo. Los funcionarios del área económica y los profesionales de las finanzas de diferentes países se apresuraron en marcar las diferencias con un país que en el último cuarto de siglo no supo salir del círculo vicioso de la moratoria, la cesación de pagos y las supuestas reestructuraciones salvadoras (¿nadie se acuerda del Plan Brady?). En síntesis, el esquema para que nadie los confunda con la Argentina operó con declaraciones de relativo apoyo de los organismos internacionales (que en ningún caso condenaron a los fondos buitre e instaron al Gobierno de Cristina Fernández a mantener “la voluntad de pagar toda la deuda”) y con mensajes a la sociedad y a los inversores internacionales.

Tal fue el caso de un gerente comercial de una entidad financiera que actuó con la celeridad necesaria para dejar en claro que su país no debía temer ningún contagio. “Las autoridades argentinas, desde 2011, nunca se propusieron arreglar la situación”, observó. “De alguna manera, todos los organismos internacionales y los bancos extranjeros saben cómo está la economía argentina”. En consecuencia, el financista entendió que “no debería esperarse un impacto muy fuerte o una cambio brusco de la economía, que ya se sabía que venía funcionando mal”. El mensaje tranquilizador tenía una razón de peso. El presidente de la Nación anunció la colocación de un bono por U$S 1.000 millones a 30 años de plazo, con una tasa del 6,1%, bastante elevada para los estándares internacionales, pero inalcanzable para un país como la Argentina.

El ministro de Economía aclaró que “el sólido desempeño macroeconómico del país en los últimos 10 años, y un control de la inflación de largo plazo, permitieron esta oferta”. Además, el viceministro aseguró que su país “está bien posicionado en el mercado internacional”, por lo que “el default de la Argentina no afectará la colocación programada”. En otras palabras: no nos confundan con la Argentina.

Paraguay es el país de referencia en todo el relato precedente. Sí, son declaraciones que los paraguayos Horacio Cartes, presidente de la República, Hilton Giardina, gerente comercial del Banco Familiar, Germán Rojas y Daniel Correa, ministro y viceministro de Hacienda, formularon a medios asunceños. Rojas y el presidente del Banco Central paraguayo, Carlos Fernández Valdovinos, no tienen que explicar que su país no está en default.

No hay muchas diferencias con Bolivia, otro de los países que se esfuerza en diferenciarse de la Argentina. Armando Méndez Morales, ex presidente del Banco Central de ese país, también tomó distancia y dijo que el default “es un problema argentino”. No le faltan argumentos. Con una economía de pequeñas dimensiones, las reservas bolivianas llegan hoy a U$S 14.900 millones, un poco más que la mitad de las argentinas. Hace tres años, la diferencia a favor de la Argentina era de 6 a 1. En el tiempo transcurrido, paraguayos y bolivianos supieron inmunizarse. O tal vez, la Argentina ni siquiera pueda contagiar a sus vecinos.

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