El remate de un sueño

El remate de un sueño

La nieta del hombre que subastó la villa de Marcos Paz, hace 100 años, se asusta con el proyecto para desafectar el área del Sistema de Protección Patrimonial. María Elena Sancho Miñano atesora un documento escrito por su abuelo en 1907.

POR LAS CALLES DE MARCOS PAZ. María Elena Sancho Miñano, María Inés Lozano y Marta Frías de Herrera Babot defienden su vecindario.  LA GACETA/FOTOS DE ANTONIO FERRONI POR LAS CALLES DE MARCOS PAZ. María Elena Sancho Miñano, María Inés Lozano y Marta Frías de Herrera Babot defienden su vecindario. LA GACETA/FOTOS DE ANTONIO FERRONI
Alejandro Sancho Miñano nunca lo habría imaginado. Por más que se hubiera esforzado, no habría podido siquiera sospecharlo. Ni él ni los hombres amontonados a su alrededor, ese día, soltando billetes, podrían haber fantaseado con lo que iba a pasar. El, que conoció el pueblo desde los tiempos de su fundación, se asombraría si lo viera ahora. ¿Cómo habría podido concebir, ese jueves 25 de abril de 1907, que las tierras que estaba subastando iban a convertirse en el tesoro de una ciudad?

Qué impensado. Todavía hoy, un siglo después, a sus descendientes les brillan los ojos cuando lo recuerdan. Su nieta, María Elena Sancho Miñano (74 años y frente amplia, como la de él) guarda en un aparador un documento que escribió su abuelo hace 107 años.

“Invito a usted para que se digne honrar con su presencia el Remate Oficial (con mayúsculas) del Nuevo Pueblo de la Yerba Buena, sobre la avenida Mate de Luna”, dice el texto. La cita era a las dos de la tarde. Ese día, en el estudio Sancho Miñano, situado en la calle 25 de Mayo 222, en la capital provincial, se hizo la puja. El edicto lo había publicado don Alejandro 15 días antes, en los diarios El Orden, La Reacción y El Demócrata.

Qué diría aquel martillero si supiera también que una amenaza se cierne sobre su sueño. Hace unas semanas, un político presentó un proyecto para sacar del Sistema de Protección del Patrimonio Cultural al Casco Fundacional de Marcos Paz, entre otros lugares. De prosperar su iniciativa, la villa, que en 1994 fue declarada área de preservación patrimonial, perdería esa condición.

Tal vez Sancho Miñano quisiera saber qué piensa la gente de eso. Podría visitar, pues, a una de sus nietos. Vive, precisamente, en las tierras que le dejó a la prole.

Es jueves 22 de mayo de 2014. A las 8 de la mañana, la luz somnolienta se posa sobre el amanecer lluvioso de Marcos Paz. La temperatura ha bajado a tres grados. En la vivienda de María Elena Sancho Miñano, en el corazón de la villa, justo detrás de la iglesia Nuestra Señora del Valle, ella y dos amigas beben unos cafecitos.

Las mujeres se han sentado en el living. Tres portarretratos con fotos en blanco y negro, colocados en una mesa de apoyo, dominan la escena. En las imágenes se ve a los antepasados de la anfitriona, vestidos a la usanza antigua, los hombres con trajes y las damas con faldas anchas.

- ¿Para qué quieren hacer eso? -pregunta María Elena, en referencia al proyecto del político, uno de los funcionarios más influyentes de la última década en ese distrito-. Me asusta que se pierda la tranquilidad. No me gustaría que nos invadan con edificios. Preferiría que los gobernantes se ocuparan, en cambio, por extender el pavimento.

Sí, pavimento. Eso dijo. En estos años la gente ha progresado. Lo que Sancho Miñano llamó Nuevo Pueblo de la Yerba Buena, ahora se llama Marcos Paz. Siguen siendo las mismas 25 manzanas, pero las calles no son de tierra, al menos no todas, sino de esa capa regular que se denomina asfalto. Tampoco hay carruajes, sino vehículos. Las residencias tienen agua corriente, cloacas y gas natural. Y los raquíticos faroles del alumbrado público sirven para remolcar la negrura de la noche, aunque a veces se apagan y las personas reniegan.

De todos modos, en esta parte del municipio aún pervive la arquitectura más antigua. Las tierras que remató el hidalgo español actualmente son de las más caras del suelo yerbabuenense. Una de las invitadas apura en un sorbo su café, y luego dice:

- Acá está guardada la historia de Yerba Buena. Es el árbol genealógico. Si nos olvidamos de nuestros antepasados, no sabremos quiénes somos -. A todos los que quieran oírla, Marta Frías de Herrera Babot puede narrarles mil historias. Decirles, por ejemplo, que ella se crió en la conocida Villa Lita, una propiedad derruida que queda en la esquina de Florida y Fermín Cariola. Hablarles de los tiempos en que todos se conocían entre sí. Y hacerles saber a los gobernantes que “está dispuesta a juntar firmas” para oponerse a que la zona sea exceptuada de las normas.

El martillero Sancho Miñano quedaría pasmado si la oyese. A ella o a la otra vecina, María Inés Lozano. En una ocasión parece que le han lagrimeado los ojos. Está contando que la casa donde funciona el bar La Malegría, ese que está frente a la plaza, era de su padre.

- De no ser porque murió hace unos años, quizás no me conmovería. Pero cada vez que entro ahí, se me pone la piel de gallina. No nos oponemos al cambio. Pero tampoco vamos a permitir que avasallen nuestras raíces -añade María Inés, emocionada.

En 1994, cuando se sancionó el Código de Ordenamiento Urbano de Yerba Buena, se declaró a la villa como área de preservación patrimonial. Esto implica una serie de resguardos tendientes a proteger la unidad morfológica y las características del paisaje.

Además, se elaboró un listado de construcciones que pasaron a ser patrimonio, entre las que se incluyó algunas casas, como villa Lita (en la que nació Marta), Christie, Graña, Cossio, Etchacarreta, Ferrer, el juzgado de paz y la comisaría, entre otras.

Pero ahora, Sisto Terán Nougués -el autor del proyecto en cuestión- quiere que el vecindario sea excluido del sistema. “Resulta a todas luces impracticable y hasta excesivo que se considere al casco fundacional parte del patrimonio”, argumenta él.

Cuando un bien es declarado patrimonio, ni los particulares ni el Estado pueden transferirlo, gravarlo ni enajenarlo. Tampoco pueden asignarle una finalidad distinta, ni modificarlo, a menos que haya una autorización.

Afuera ha empezado a llover. Si Sancho Miñano pudiera caminar por las calles silenciosas del caserío, no le importaría la intemperie. Destilaría un aire de satisfacción. Le gustaría contemplar esas construcciones que prolongan el tiempo remoto del esplendor. Y confiaría en que los nuevos hombres seguirán evocando su pasado. Tu presente, Alejandro, tu presente.

Hasta la Municipalidad, entre los díscolos
La Secretaría de Obras Públicas de la Municipalidad queda en un edificio de dos pisos, situado a unos pasos de la avenida Aconquija, la madre de las calles yerbabuenenses. Ahí tiene su oficina Julio Herrera Piedrabuena, el director del área. El cuarto no es grande: cuatro por cuatro, papeles y mapas.

- ¿Qué opina del proyecto de ley para sacar del listado de bienes patrimoniales a la villa de Marcos Paz? ¿Qué piensa usted, arquitecto? ¿Está de acuerdo?

Herrera Piedrabuena se ha sentado ante su escritorio. Toma aire, y luego responde: “creo que hay que preservar las áreas históricas e importantes de la ciudad. Debemos resguardar nuestro pasado, no arrasarlo”.

Desde hace siete años, Herrera Piedrabuena ocupa un puesto clave en una de las ciudades argentinas que más ha crecido en los últimos años. Cuando se enteró del proyecto del legislador Sisto Terán Nougués para sacar del Sistema de Protección del Patrimonio Cultural al Casco Fundacional de Marcos Paz, entre otros lugares, se convenció aún más de una idea que viene mascullando desde hace un tiempo. El piensa que es necesario poner el Código de Planeamiento Urbano en la mesa de discusión, puesto que se encuentra desactualizado. “Las normativas tienen que ser novedosas, y marcar lineamientos restrictivos y permisivos”, explica.

En seguida cuenta que en su despacho se produce, a diario, una puja permanente de intereses. “Por un lado, están los desarrollistas. Por el otro, cada zona, con su identidad, tipología y fisonomía. Nosotros tratamos de equilibrar ese choque, de cuidar las raíces. Todo asentamiento fundacional le da un sentido a su entorno. Por eso, no se puede desafectar Marcos Paz del sistema de protección”, evalúa.

Del jardín al corral
“Es una aberración”, dice el concejal Marcelo Albaca, y demuestra un sentimiento de enojo que lo acompaña desde el comienzo y hasta el final de la conversación.

“Quieren seguir destruyendo la idiosincracia -prosigue-. Antes, Yerba Buena era una ciudad jardín. Ahora, con los countries, se transformó en una ciudad corral. Y dentro de poco... no sé qué será”, ironiza el edil -33 años, contador y docente de la Universidad Nacional de Tucumán (UNT)-.

“Lo que están haciendo es matar a la gallina de los huevos de oro. Ya lo hicieron en la avenida Perón, a la que han convertido en una sucesión de violaciones a lo establecido por la ordenanza municipal 613, que es la que establece el Factor de Ocupación del Suelo. ¡Y ahora quieren desafectar el casco histórico!”, exclama.

El padre de Toledo
Quien también hace oír su voz díscola es Mariano Campero. El concejal del Acuerdo Cívico y Social -abogado, 31 años y docente de la UNT- opina que Marcos Paz representa gran parte de la identidad de los yerbabuenenses. “Es evidente la intención de Terán Nougués de hacer negocios personales ahí, si no, no se entiende cuál es la finalidad de este vergonzoso proyecto”, acusa.

“De manera desfachatada e intempestiva se pretendió aprobar la desafectación, sin ninguna discusión”, añade. Campero no se anda con vueltas. Y amenaza con efectuar presentaciones judiciales para evitar que avance la idea del legislador del peronista.

“Hay que terminar con la corrupción en Tucumán. Terán Nougués es un paradigma de la misma. Los negocios inmobiliarios le han dado muchas ganancias. Y en Yerba Buena es considerado como el padre del actual intendente, Daniel Toledo”, dice.

En piedra te convertirás
Otro concejal y abogado de la ciudad pedemontana, Javier Jantus, considera imprescindible proteger los inmuebles de la codicia de los empresarios. Por esa razón, pide que, antes de avanzar con el plan de desafectación, se escuchen las voces de los representantes de las localidades involucradas.

“Atrás de los tres locales comerciales que se construyeron en la avenida Aconquija al 1.400 hay una casa de piedra, que constituye un ícono de la zona. Con la aprobación de este extraño proyecto, no demoraran más de un día en demolerla. Acá hay muchas intenciones ocultas”, desliza.

La última palabra
Los miembros de la Comisión Provincial de Patrimonio Cultural de la Provincia también están dispuestos a defender la villa. Hace unos días, se reunieron a debatir sobre la iniciativa.

Al término, le mandaron una nota a la comisión de Turismo de la Legislatura. En ese texto, ratificaron los valores patrimoniales de las áreas que podrían ser desafectadas.

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