Impuntualidad es faltar el respeto

Impuntualidad es faltar el respeto

Algo que sin dudas aprendemos en nuestra etapa escolar es a ser puntuales, aunque luego pocos pongan énfasis en aplicar esta virtud a lo largo de la vida. Llegar a tiempo a una cita es una demostración de respeto, sobre todo hacia quienes nos aguardan con el convencimiento de que el pacto horario será honrado.

Quien se demora en llegar a un encuentro suele pretender que el que estuvo esperando entienda y acepte de buen grado las excusas que se planteen en la ocasión. Problemas con el tránsito o con el auto suelen ser los argumentos más usados por los retrasados, aunque nunca faltan razones vinculadas a la familia como justificación. Pero eso sí: si el perjudicado con el atraso plantea alguna queja, o directamente se retira del lugar acordado, molesto por la espera, será tildado de “mala onda” o cosas peores por parte de la “pobre víctima” que hizo todo lo posible por llegar a tiempo, pero no pudo...

Al impuntual poco suele importarle el hecho de que la previsión es posible, y que empezar los preparativos para la cita media hora antes puede ser una solución. El que llega tarde porque dejó todo para el último minuto transmite la verdadera relevancia que le da a la cita, o sea poca, o al menos que no ocupa un lugar de privilegio en su orden de prioridades.

Para algunos, llegar tarde -aunque sea unos minutos- es símbolo de poder, de ninguneo implícito hacia el otro. En esta categoría parecerían inscribirse muchos funcionarios públicos, que parecen sentir algún tipo de regocijo al saber que una multitud espera por ellos para comenzar un acto, por ejemplo, aunque esto signifique cientos de niños aguardando de pie en el patio helado de una escuela, o bajo la lluvia o el sol abrasador. Como en muchos otros aspectos, en la impuntualidad los funcionarios demuestran de qué están hechos.

Por tratarse de un defecto humano que afecta las relaciones individuales de las personas, pero no a la sociedad en su conjunto, es probable que la impuntualidad no sea erradicada nunca. A menos, claro, que quienes tienen mayores responsabilidades, como los gobernantes, comenzaran a dar el ejemplo con sus acciones.

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