El timador de las bodas
Colados en casamientos los hubo siempre y los habrá por el resto de los días. Pero profesionales en el arte de comer, beber e incluso emborracharse en una fiesta privada sólo había uno. Y ese era el loco Cristian. Desde muy pequeño, Cristian fue forjando su oficio de gran embaucador. De familia muy pobre, en su casa había una regla muy clara. En ocasiones, cuando llegaba comida a la mesa, los primeros en ingerir alimentos eran los niños y la abuela. Los grandes se las arreglaban con lo que sobraba o con algún pedazo de pan. Esta rigurosa norma familiar no lo alcanzó durante su infancia. El problema sobrevino cuando cumplió los 16 y pasó, de la noche a la mañana, a ostentar la categoría de “adulto”. Como estaba en pleno crecimiento, su cuerpo le pedía más alimentos. Pero ya no podía llenarse la panza como sus hermanos más pequeños. Tuvo una idea. Con su único traje que vistió para el 15 de su hermana, el loco Cristian ingresaba los viernes y sábados a las iglesias. Mientras los novios daban el sí, él se hacía amigo, generalmente, de alguien cercano la familia de la novia. Mentía que conocía al novio y que había perdido la tarjeta de invitación. Muchas veces hasta se hizo llevar en auto hasta el salón de fiestas. En el casamiento comía, bebía y se embriagaba. Durante años, el loco Cristian hizo muy bien su trabajo. Hoy lo conocen como el gran timador de las bodas.

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