Su majestad el público
Si por algo es conocido el festival de Viña del Mar, en Chile, es por la intransigencia histórica de su público, que es capaz de endiosar a un artista determinado, o de defenestrarlo hasta la humillación absoluta si tuvo una mala noche. Caer en las garras del denominado “monstruo” (el público) es lo más parecido al infierno para un artista.

De la mano de las redes sociales, el modelo perverso del “monstruo” de Viña del Mar parece haberse trasladado a una sociedad en general que parece cada día más agresiva. Hoy, las conductas humanas, en especial las de los famosos, son puestas bajo la lupa de un público que poco tiene de condescendiente, y mucho de lapidario. Diego Maradona, históricamente famoso por ser protagonista de dislates de toda índole, parece cada vez más alejado de la gloria que alcanzó a fuerza de gambetas y goles. El “Diez” es víctima de la virulencia de la gente, que no tolera actos de este ídolo en desgracia que antes eran considerados naturales en él. El 10 de diciembre, un músico como León Gieco, que hasta ese momento era incuestionable, se enemistó con buena parte de sus seguidores porque participó de un recital organizado por el Gobierno nacional mientras tucumanos morían a causa de saqueos, que fueron amparados nada menos que por la Policía. El pesado brazo de la opinión pública adversa cayó con dureza sobre Gieco y sobre la fuerza policial, y difícilmente puedan revertirse estos repudios.

Hoy maltratar animales alcanzó el nivel del peor de los pecados. Y si no, que lo diga José Jiménez, aquel futbolista que el año pasado tomó la mala decisión de arrojar un perro fuera del campo de juego hacia las tribunas, lo que le valió un escarnio de la gente, que probablemente durará hasta el último día de su vida.

Los famosos deberían entender que a diferencia de tiempos anteriores, hoy el hombre común no se conforma con mascullar broncas en privado, sino que sabe que tiene herramientas para hacer sentir su disconformidad. Y vaya si las usa.

Tamaño texto
Comentarios
Comentarios