Un bloque sin cumbre
BUENOS AIRES.- Hace ya tres meses que se viene postergando la habitual cumbre semestral de los presidentes de los países del Mercosur. Estas reuniones semestrales se realizaron sin inconvenientes en forma ininterrumpida desde hace más de dos décadas, aun antes de la constitución formal de la Unión Aduanera en 1995. Ya sea con agendas cargadas de temas estratégicos o por el simple hecho de cumplir con la formalidad institucional, junio y diciembre de cada año eran citas obligadas para que los jefes de Estado se encontrasen y procedieran al traspaso de la Presidencia Pro Tempore del bloque regional.

Quizás no haya muestra más acabada de la intrascendencia a la que ha caído el Mercosur: todo estaba previsto para que la cumbre se realizase el 17 de diciembre pasado en Caracas. Paradójicamente, por primera vez en la capital de un país que no integra en los hechos la unión aduanera. Se la postergó por 30 días, pero razones de salud de la presidenta Cristina Fernández obligaron a una nueva fecha para fines de enero, a su vez dejada de lado debido a que los mandatarios del bloque tenían “problemas de agenda”, según la expresión del canciller brasileño Luiz Figueiredo. Una muestra de que el acercamiento de los pueblos también alcanza a los eufemismos.

La postergada cumbre tiene (o tendrá, o tendría) más de un aspecto como para quedar entre las más importantes de la historia del bloque. Por empezar, sería la primera con la presencia de los cinco socios con plenos derechos, ya que se le ha dado el visto bueno al reingreso de Paraguay, pero Horacio Cartes aún no lo ha podido ejercer. Del bloque para afuera, las posibilidades de que se concrete el acuerdo comercial con la Unión Europea son cada vez más firmes, al punto que en Montevideo se avanzará en las negociaciones interbloques que continuarán dentro de dos semanas en Bruselas. Si Dilma Rousseff dijo días atrás que “nunca sintió tan cerca” el acuerdo, representantes del bloque europeo consideran que se está “definitivamente, en la recta final”.

Dos noticias que, por sí solas, colocarían a la postergada cumbre de Caracas en el podio con las de Asunción de 1991 y Ouro Preto de 1994. Pero la reunión ni siquiera tiene fecha de realización... Por si fuera poco, las devaluaciones del peso argentino y el real brasileño agregaron más motivos de preocupación a uruguayos y paraguayos. Hoy por hoy, Montevideo y Asunción son escenarios en los que los funcionarios no saben cómo hacer equilibrio entre la atención de los reclamos de productores locales y la relación con los gobiernos vecinos, cada vez más difícil de mantener. Y si no, habrá que preguntarle al ministro de Economía del Uruguay, Mario Bergara, que después de su desinteligencia pública con el canciller Luis Almagro, debió enfrentarse con los comerciantes de Salto, Paysandú y Río Negro, limítrofes con la Argentina. La ancestral costumbre de cruzar el río para aprovechar los ventajosos precios por la devaluación del vecino, esta vez les juega en contra.

“Son situaciones que se están viendo con detenimiento”, atinó a decir Bergara, quien después de afirmar que “no está claro quién está al mando en la Argentina”, debió bajar el tono de sus declaraciones. Desde que en febrero de 2012 la Argentina impuso las declaraciones juradas anticipadas de importación (DJAI), sobraron las advertencias acerca de una probable acción recíproca por parte de aquellos países que se consideren perjudicados. Por ese rumbo transitan los empresarios de la Asociación de Industria Domisanitaria y Afines del Paraguay. “Proponemos el cumplimiento de las leyes de etiquetado, de defensa al consumidor, de competencia y aplicar restricciones al Brasil y Argentina, al igual que ellos lo hacen con nuestros productos para igualar la cancha. Nosotros compartimos el mercado, pero ellos no lo hacen con nosotros”, señalaron, apuntando de lleno a la importación de plaguicidas. Son apenas dos muestras de las complicaciones internas del bloque. De las que tampoco están exentas los brasileños, a juzgar por las recientes declaraciones de Steve St. Angelo, presidente para América Latina de Toyota. “Se me parte el corazón al ver que los modelos Corolla vendidos en América del Sur vienen de la fábrica de Mississipi y no del Brasil”. Quizás los lamentos de la reprimarización y la apreciación cambiaria merezcan más un blues que un samba.

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