Quince minutos en la cumbre del Aconcagua

Quince minutos en la cumbre del Aconcagua

A los 19 años, Ulises Kusnezov quizás sea el tucumano más joven en completar semejante desafío. Para conocer como fue la experiencia paso a paso, hay que leer esta nota.

Contemplar el mundo a casi 7.000 metros de altura sobre el nivel del mar es un anhelo que pocos soñadores consiguen. El Aconcagua, la montaña más alta fuera del asiático sistema montañoso del Himalaya, es una de las escasas puertas con destino directo al cielo. No hay nada en su cumbre, apenas una pequeña cruz decorada con banderas dejadas por viejos expedicionarios, y una panorámica custodiada por el viento y protegida por un frío hostil, infernal.

“En la puerta del cielo, a 6.962 metros de altura, no hay nada material. Estás incomunicado, lejos de todo y no te importa nada, porque lograste toparte con una belleza y sensación que solo tus ojos y tu cuerpo sentirán por única vez. Estar en las puertas del cielo es lo máximo”. Ulises Kusnezov habla como si fuera un tipo curtido por los años, como si la suela de sus zapatos hubiera sido vulcanizada varias veces. A los 19, “Uli” ya consiguió lo que otros apenas suspiran con lograr.

Quizás este nene sea el tucumano más joven en hacer cumbre en el Aconcagua, quizás no. Igual, poco le importa. El 13 de enero de 2014 cumplió una meta trazada en 2012. “Siempre supe que llegaría el momento”, te cuenta con una sonrisa tan dispar como emocionante. Viajó a Mendoza con un pequeño grupo. Fue con su papá, Nicolás, y dos compañeros. A uno de ellos prefiere no nombrarlo.

"Se portó mal cuando empezamos a ascender. No hizo nada por el grupo y hasta abandonó a un compañero en una tormenta; se olvidó el quemador la noche previa a hacer cumbre". En fin. No vale la pena manchar un lienzo con pintura barata.

La experiencia Aconcagua arrancó tiempo atrás. "Hice seis meses de cross fit y después lo corté porque me fui a Catamarca a trabajar de ayudante de guía de montaña. Estuve en el Ojo del Salado, que es la segunda montaña más alta, con 6.900 metros, y después pasé a El Inca, de 6.650. Fue una preparación física y después de altura". No es sencillo llegar al paraíso. Tampoco desde lo económico. "Sin contar el equipo, podés gastar $ 9.000 pesos sin guía. Si querés uno, sumale otros $ 10.000 más. Tenés opción de pagarle un servicio a una empresa, que te da comida, carpa, guía, todo. Es VIP".

¿Cómo empieza la travesía? "Llegás a Mendoza, pasás por Uspallata y de ahí hasta donde está el Puente del Inca, cercano al paso con Chile, por el Cristo Redentor. Unos kilómetros más adelante está el Parque Provincial Aconcagua, a 2.700 metros. Pagás el permiso, de unos $ 1.500, y a subir, ja". Ulises revela la hoja de ruta. "El primer día llegamos a los 3.400 metros, a Confluencia. El segundo, a Plaza de Mulas. Ponele que para llegar hasta ahí, en total desde el parque son 33 kilómetros". Al ser tan turístico, el Aconcagua tiene hasta una camino marcado. Eso lo convierte en seguro (si se puede decir así) y seductor.

"El Aconcagua es especial. Lo que se da ahí no se da en ningún lado. En ninguna otra montaña hay campamentos base así. Por ejemplo, si querés bañarte a 4.300 metros, tenés agua caliente; pagá 15 dólares. Querés gaseosa, dejá 50 pesos, ¿Cigarrillos? Tenés". Kusnezov describe a Plaza de Mulas como un Shopping. "Hay mucha gente todo el tiempo, incluso hasta había un hotel antes. Hay dos carpas gigantes permanentemente armadas". Sigue: "descansamos dos días y después hicimos un sorteo para llevar agua y equipo hasta el campamento Nido de Cóndores, que está a 5.500 metros. Regresamos a Plaza de Mulas, descansamos un día y partimos. En Nido de Águilas pasamos la noche y después ascendimos hasta Berlín, y de ahí a la cumbre".

En el camino hacia la puerta del cielo quedaron Nicolás y otro comensal. De ese grupo llegaron dos. Ulises fue el más emocionado, aunque al llegar solo se encontró con un maravilloso paisaje. "En este caso estaba todo cerrado, ja. Había nubes para ver. Más que nada, cuando hacés cumbre, es inexplicable la emoción que sentís de estar allí".

A la vuelta, regresar a Plaza de Mulas de un solo tirón es casi costumbre, si el clima lo permite. En el súper campamento no habrá fiestas de bienvenida ni cosas por el estilo, como uno ve en las películas. "Hubo abrazos con el grupo y muchas alegría. Haber hecho cumbre es algo único, es para uno".

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