"Trainspotting" no perdió ni una coma de actualidad

"Trainspotting" no perdió ni una coma de actualidad

La novela de Irvine Welsh se editó hace 20 años y conmocionó la literatura británica. El envión de la película.

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08 Octubre 2013
La edición de Anagrama de "Trainspotting" tiene más de 340 páginas. El corazón de la novela es un minicapitulo que Irvine Welsh tituló "Buscando al hombre interior". Allí Mark Renton, uno de los múltiples narradores, afirma:

La sociedad inventa una lógica falsa y retorcida para absorber y canalizar el comportamiento de la gente cuyo comportamiento está fuera de los cánones mayoritarios. Supongamos que conoces todos los pros y los contras, sabes que vas a tener una vida corta, estás en posesión de tus facultades, etcétera, etcétera, pero sigues queriendo utilizar el caballo (la heroína). No te dejarán hacerlo. No te dejarán hacerlo, porque lo verían como una señal de su propio fracaso. El hecho de que simplemente elijas rechazar lo que tienen para ofrecerte.

Son siete páginas furibundas, promediando el libro. Renton escupe su frustración en un remate demoledor.  "Elígenos a nosotros, elige la vida. Elige pagar hipotecas; elige lavadoras; elige coches; elige sentarte en un sofá a ver concursos que embotan la mente y aplastan el espíritu..."  (¿les suena?) "Pues bien, yo elijo no elegir la vida", anuncia Renton. Y lo dice todo. 

"Trainspotting" apareció hace exactamente 20 años y fue una patada descomunal al establishment literario británico. Por lo que cuenta y por cómo lo cuenta. Es por eso que hoy, a dos décadas que en términos -por ejemplo- tecnológicos equivalen a una centuria, la novela no perdió sus propiedades corrosivas.

La película que Danny Boyle rodó en 1996 fue eje de mil controversias. Lo menos que se dijo del filme es que era una apología de la drogadicción. No muchos fueron capaces de leer más allá. Ewan McGregor encarnó a Renton, acompañado por un cast extraordinario: Robert Carlyle como el feroz Francis Begbie, Jonny Lee Miller (el primer marido de Angelina Jolie) como Sick Boy y Ewen Bremner como el entrañable Spud. El propio Welsh se reservó un pequeño papel (el dealer que le da Renton unos supositorios... especiales).

Welsh tenía 35 años cuando se editó "Trainspotting" y acto seguido se convirtió en una celebridad, con todo lo bueno y lo malo que eso implica. El paso del tiempo y de las publicaciones fueron ajustando ese estilo capaz de combinar el drama y las miserias humanas con el humor, de emplear el idioma de la calle, de mezclar las voces que narran la historia en primera persona manteniendo la musicalidad del relato.

Puede trasladarse "Trainspotting" a cualquier ciudad. Detrás de las luces del centro aflora la realidad: desocupación, violencia, delito. Drogas y prostitución. La tormenta perfecta que cae sobre las generaciones excluidas. La carne de cañón ni ni. ¿Estudio y trabajo? Ni soñarlo. Sólo desesperanza. Welsh mamó el punk cuando el movimiento se hizo carne en Londres y ese espíritu del no future es el que campea en su historia. Más actual, imposible.

La película de Boyle logró capturar el cinismo que destila "Trainspotting". Lógico: infinidad de situaciones y de personajes se quedaron afuera. También hay un cambio sustancial en el desenlace. Pero el espíritu de época está allí.

"Trainspotting" se solaza en su carácter iconoclasta. Como el concepto de patria. Dice Renton sobre su condición de escocés:

De nada sirve echarles la culpa a los ingleses por habernos colonizado. Yo no odio a los ingleses. No son más que unos imbéciles. Estamos colonizados por imbéciles. Ni siquiera somos capaces de escoger una cultura decente, vibrante y saludable por la que hacernos colonizar. No. Estamos gobernados por unos imbéciles decadentes. ¿En qué nos convierte eso a nosotros? En lo más bajo de entre lo más bajo, la escoria de la tierra. La basura más desgraciada, servil, miserable y lamentable jamás salida del culo del Creador. Yo no odio a los ingleses. No hacen más que apañarse con la mierda que les ha tocado. Yo odio a los escoceses.

Después de "Trainspotting" Welsh mantuvo un saludable y prolífico envión: otras siete novelas, editadas por Anagrama y traducidas por Federico Corriente (todo un desafío, teniendo en cuenta el persistente uso de argot y giros callejeros de la prosa), libros de relatos, guiones y un par de obras de teatro. Una de esas novelas, "Porno" (2002), es la secuela de "Trainspotting". Y la última de ellas, "Skagboys" (2012), es nada menos que la precuela. ¿Cómo se convirtieron Renton y Sick Boy en yonquis? Aquí se corre el telón. Semejante universo literario habla de la solidez de esos personajes que nacieron hace 20 años.

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