Mates, folclore y alegría coparon el penal

Mates, folclore y alegría coparon el penal

Sofía Ascárate brindó ayer un emocionante show en la cárcel de mujeres. Las internas cantaron y revolearon servilletas. Entusiasmo.

EN EL COMEDOR. El recital de Ascárate se realizó en un amplio espacio, con santuario y cuatro mesas; las internas regaron el momento con mate. EN EL COMEDOR. El recital de Ascárate se realizó en un amplio espacio, con santuario y cuatro mesas; las internas regaron el momento con mate.
19 Julio 2013

Las paredes están pintadas de amarillo. Un amarillo desinhibido, que salta a la vista nomás atravesar las tres puertas rejas (cuatro, si se cuenta el portón de entrada) que hay que franquear para llegar al comedor del Instituto de Rehabilitación Santa Esther. Allí será el show. Atrás, el escenario está delimitado por una especie de santuario en el que se exhiben múltiples estampitas e imágenes religiosas; adelante, por cuatro grandes mesas alrededor de las cuales ya están sentadas las internas, el mate caliente -con edulcorante, para no engordar- circulándoles entre las manos. Manotean bolsas de galletitas, cuchichean entre sí, una de ellas acaricia el tejido que guarda en una bolsa. Les han anunciado que una folclorista vendrá a cantarles. Y allí están, a la espera de una tarde distinta.

La folclorista es Sofía Ascárate. No hace falta que admita que está inquieta: se le nota. Camina tensa pero sonriente hasta el lugar donde la aguarda el micrófono y, al intentar ordenar su carpeta sobre el atril, las hojas se le caen. Entonces, ante la evidencia, la cantante decide blanquear: "les voy a ser sincera. Me siento muy nerviosa, pero también muy feliz de estar aquí. Quiero traerles un poco de mi luz y hacer que pasen un buen momento". Más de 30 pares de ojos están clavados en ella. Un aplauso modesto abrocha el saludo inicial. Sofía traga saliva y supera el momento empezando a hacer lo que mejor le sale: cantar.

Que bailen las que sepan
El repertorio se abre con "Romance de la luna tucumana". Bombillas y termos arden al rojo vivo en la improvisada platea. De la garganta de la folclorista brota la dulzura misma y eso parece ablandar la expresión en principio distante de los rostros de las mujeres. Ninguna tararea, pero todas están atentas: la música es una de las actividades que más las entusiasma, cuenta Eugenia Herrera, directora del penal. "A menudo nos piden formar un coro, pero por razones presupuestarias no hemos podido", explica Gerardo Calderón, director del Coro de Institutos Penales. En el recital de Ascárate, sin embargo, la potenciales voces de ese coro todavía no han aparecido.

Todavía. En "Zamba de Yapura", la segunda canción, los dedos de las internas se van despegando del mate y empiezan a tamborilear sobre las mesas y a aplaudir cada vez más fuerte. Una de las que están sentadas al fondo se para y revolea una servilleta blanca, a modo de broma, pero el gesto es aprovechado por la cantante para animar al resto del grupo. "Ahora voy a cantar una cueca, así que espero que me acompañen con las palmas. ¡Y que bailen las que sepan bailar!". Las mujeres se miran entre ellas y sonríen. Alguna quizá tiene ganas, pero por ahora niegan con la cabeza y se limitan a marcar el ritmo con manos dispuestas. El hielo se ha roto completamente.

Una cantante inesperada
El recital de Ascárate es uno de los varios que se han dado en el penal de Banda del Río Salí, pero el primero que transcurre dentro del Julio Cultural, en el marco del cual ya se han ofrecido espectáculos similares en el penal de Villa Urquiza. "No los habíamos ofrecido antes en el Instituto Santa Esther porque es un proceso que se va dando paso a paso. Además, en Villa Urquiza contamos con espacios más amplios, a los que pueden acceder bandas numerosas. Desde ahora, repetiremos cada año esta actividad, que ayuda a la inclusión -indica Calderón-. Los internos suelen tomar con mucha alegría estas iniciativas, las agradecen mucho. Generan un lazo especial con el artista; les cuentan, por ejemplo, que los escuchan en la radio o les piden sacarse fotos. Y los cantantes responden con mucha sensibilidad y solidaridad".

Las palabras del funcionario tienen, en un momento, su correlato en el comedor de paredes amarillas. Entusiasmada por el mero transcurrir de la música, Nélida Fernández, una de las internas, acepta la insistente invitación de Ascárate de cantar a dúo. La valentía de la mujer, vestida en distintos tonos de marrones, provoca hurras entre sus compañeras. "¡Eeeso! ¡Bravo!", le gritan. Si la sonrisa de Fernández se ensanchara un milímetro más, sus comisuras se lastimarían. Tomás Álvarez, en guitarra y coros, y Bruno Juárez, en el piano, desatan los acordes de la fenomenal "Al Jardín de la República" y los aplausos provocan un pequeño temblor en la sala, que se acentúa cuando la interna anuncia que puede prescindir del machete con las letras de las canciones: se la sabe de memoria. "Pa' las del norte sí/ para las otras no/ para las tucumanas/ mujer galana/ naranjo en flor", esfuerza su voz, y la audiencia aúlla de alegría. Tanto se entusiasman todos con la intervención, que los músicos aceptan gustosos salirse del repertorio previsto y tocar dos canciones a pedido: "El embrujo de mi tierra" y "La oma". Ascárate aprovecha para tomarse un respiro y entrar en la ronda de mates de una de las mesas, y Fernández agradece decenas de veces la cesión del micrófono y se prepara para cantar. Por unos minutos de la tarde, el show es enteramente suyo. 

Corazón con alas
Promediando el espectáculo, Ascárate no se rinde en su intención de incitar a las bailarinas a pasar al frente. No tendrá éxito, pero eso no será un escollo para que el evento continúe con una energía in crescendo. El mate ha quedado en segundo plano y ahora sólo importan las canciones. "El corazón es siempre libre, sin importar dónde estemos. La música sirve para ponerle alas al corazón", reflexiona la cantante.

"Zamba de Balderrama" provoca una especial satisfacción de las más grandes del público, pero la frutilla del postre, el desenlace orgulloso, llega con "El humahuaqueño". Como en una coreografía pensada de antemano, todas levantan los brazos al mismo tiempo y se menean en las sillas. Ascárate se deja llevar por el clamor y recorre las mesas para prestar el micrófono a las bocas que se le acerquen. No importan las afinaciones, los tonos altos o bajos, la concordancia con la letra. Todas son una sola voz.

"Les agradezco la buena onda, la energía que me transmitieron. De todos los escenarios por los que pasé, este fue el mejor", se sincera Sofía, antes de que se callen los instrumentos. Las internas la vitorean, le duplican los agradecimientos, le devuelven rostros radiantes. Afuera la tarde cae, pero da la sensación de que nadie está pensando en lo que ocurre detrás de esos muros.

POR LA INCLUSIÓN

- ESCUELA Y TALLERES.- El Instituto Santa Esther tiene capacidad para 40 personas. Allí reciben tanto distintos tipos de talleres como educación primaria y secundaria, las que así lo decidan. Dos mujeres, incluso, están estudiando carreras universitarias: Abogacía e Historia.

- GUITARRA Y ÓRGANO.- Entre sus actividades, las internas tienen un taller de música en el que aprenden canto, y a tocar la guitarra y el órgano. Sofía Ascárate sabía eso y tenía la ilusión de que alguna de las mujeres la acompañara en la ejecución de los instrumentos. No pudo ser esta vez, pero la cantante prometió volver otra tarde para hacer un recital más íntimo, que involucre a las aficionadas a la música.

- SE SIENTEN IMPORTANTES.- Eugenia Herrera, directora del penal, señaló que en general las internas son muy receptivas a este tipo de actividades. "La idea es destacar que la cultura no está circunscripta al afuera, sino que también ocurre adentro de estas paredes, y eso es un mensaje esperanzador. Por un lado, estas experiencias las nutren individualmente y, por otro, las hacen sentirse importantes, respecto de que hay algo que no está vedado para ellas -indicó-. Para algunas, incluso, tal vez sea la primera y la única oportunidad de vivir algo así, porque quizás no es una actividad que comúnmente harían en su vida libre".

- EL GUSTO.- Gerardo Calderón, director del Coro de Institutos Penales y coordinador de los talleres artísticos, contó que la decisión de qué artistas invitar a las cárceles se tomó, en este caso, conjuntamente con la Secretaría de Extensión Universitaria, a cargo del Julio Cultural. "Los elegimos de acuerdo con los gustos de los internos porque a lo largo de los años ya los hemos aprendido. Por ejemplo, entre un cuarteto de cuerdas y un show folclórico, ellas siempre elegirán este último.

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