Segundos afuera

Segundos afuera

Alperovich pasó sus primeros años de gestión acostumbrado a que se haga lo que él quiera. En los últimos tiempos anda desubicado porque le han aparecido algunos frenos. Amaya tendrá que pelear para no ser culpable

Una pregunta anda caminando por la 25 de Mayo: ¿Un gobierno puede tener mala suerte? "No", es la respuesta inmediata. La pregunta podría doblar la esquina de San Martín y revisar: ¿Un gobernador puede tener mala suerte? Un "seguramente" se podría aceptar como rápida reacción ante el interrogante. Algo de eso andan pensando en el entorno de Alperovich.

El "sijosesismo" sentía que Tucumán era un paraíso hasta que el gobierno de José Alperovich se sintió tambalear porque no hubo ni una condena en el histórico juicio por el "caso Marita Verón".

Hasta ese momento el gobernador había manejado todo. Era amo y señor de la provincia. Sus ministros se sentían prohombres y algunos funcionarios lo eran más aún, porque habían logrado multiplicar más de la cuenta algunas riquezas.

Tras el sacudón que le propinó aquella sentencia, el mandatario perdió las riendas. Ya no maneja todo como quiere y como le indican las encuestas que le gusta -gustaba- a la clase media y alta, que llegó a votarlo ciegamente.

Después se despertó el "caso Lebbos" y como un volcán enfurecido empezó a desparramar lava sobre las principales figuras del poder. Las quemaduras y las llagas son heridas que aún no cierran.

Tucumán se convirtió en centro de la escena nacional y Alperovich iba y venía de un rincón a otro del ring recibiendo puñetazos sin poder pararse firmemente. Ayer, el juez Claudio Bonadío volvió a poner a Tucumán bajo fulgurantes candilejas. El magistrado federal de Buenos Aires mandó a detener a la María Julia Alsogaray, versión masculina y kirchnerista, por el pago de un sobreprecio de $ 2,3 millones en una obra ferroviaria en Concepción. El radical José Cano, testigo en esa causa, resulta el mayor beneficiario de los desaguisados que ocurren en la provincia. Apenas la Justicia Federal salió a buscar a Jaime, el secretario de Prensa y Difusión local, Marcelo Ditinis, se preocupó por aclarar que la Provincia no intervino en la ejecución de esa obra. El ministro de Salud y candidato a diputado nacional aclaró: "vamos a respetar lo que diga la Justicia".

Ha pasado más de una década. Las heridas, las sospechas, los miedos, las elecciones coadyuvan a otra postura. ¿Dónde está el Alperovich que iba contra viento y marea apenas oía que hablaban mal de un funcionario? Los 10 años han empezado a hacer mella en la estructura del poder y hay que salvar a como dé lugar al líder.

Diestro jinete
Cuando no era un boxeador errante y se ufanaba de ser un jinete ágil de la política tucumana el mandatario solía resaltar que no había persianas bajadas y en estos días basta con caminar por el centro tucumano para ver las fajas de "se alquila" o de "cierre definitivo". A la misma caminata hay que hacerla con sumo cuidado para no tropezarse con vendedores ambulantes que no dejan ningún resquicio sin ocupar en las peatonales. En el zigzagueo se descubrirá el paraíso de la ilegalidad. Alguna vez Alperovich y el intendente que él supo elegir, Domingo Amaya, prometieron ordenar la carnavalesca proliferación de CDs y mercadería ilegal, pero deben haber sido voces de anhelo y no de cumplimiento real.

La pobreza estructural tucumana alimentada por la inseguridad y por la droga ha sido atacada por la gestión alperovichista, mas las soluciones son una utopía. Los números que le acerca su encuestador preferido Hugo Haime son tranquilizadores porque ganar una elección no significa poner fin a problemas que para los tucumanos son parte del paisaje cotidiano como la fealdad de sus ingresos vehiculares.

Ni el amayismo ni el alperovichismo se han puesto a trabajar para que el servicio de taxis sea excelente. Han puesto parches a la coyuntura, pero una vez que el parche se gasta, todo vuelve atrás. No ha habido un trabajo serio con la sociedad ni con los ambulantes u otros actores para encontrarle una salida al problema. Lo mismo ocurre con los carros que andan por la vía pública acarreando basura. Sus conductores viajan con la muerte sentada al lado por unos pesos y con un beneficio de alguien que explota este trabajo en negro. Algo parecido viven los lavacoches que están distribuidos en el parque 9 de Julio y en la avenida que lleva el nombre del Papa y que alguna vez fuera pista de aterrizaje. Francisco se agarraría la cabeza si viese cómo hay vecinos que en la cuadra que lleva su nombre "alquilan" la provisión de agua o de electricidad para que se puedan lavar autos. Mientras esta gente por unos pesos pone en riesgo su vida, unos lucran y otros contribuyen a la ilegalidad llevando sus vehículos. ¿No habrá alguna forma de que esta situación se regularice? En épocas electorales, mejor ni hablar.

Todo pende de un pelo
La oposición ha empezado a hablar. La primera reacción ha sido señalar la corrupción. Le ha ganado la cuerda al oficialismo en la largada de estas primarias abiertas. Pero los autos, por ahora, siguen siendo muy diferentes. Sin embargo, Alperovich sigue groggy. Alberto Lebbos lo tiene en vilo. Ahora todo pende de un pelo. Si esa prueba que está siendo estudiada trae los datos de un ADN que desvincule a los "hijos del poder", como sueñan en la Casa de Gobierno, entonces volverá a caminar el ring con más tranquilidad y oxígeno el mandatario.

Pero nada de estos problemas que aparecen son cuestión de suerte como tratan de dibujar los "sijosesistas". Son el resultado de una gestión soberbia, engreída que ha interpretado que los resultados electorales les daba crédito para disimular errores y para poner bajo la alfombra cualquier cosa. El Caso Lebbos podría ser una anécdota y no una espada de Damocles.

Las críticas y las cuestiones negativas para la gestión son gases paralizantes para el alperovichismo. Hace unos años Ricardo López Murphy hizo gala de utilizar la fuerza del adversario y convirtió un aspecto negativo en una acción positiva para sí mismo. Fue en aquella elección en la que su cara de perro lo convirtió en el candidato Bull Dog que transmitía buen humor y simpatía. Algo parecido no hizo Alperovich, sino su hija. La desconocida "Sarita" dio vuelta las críticas y denuncias y se convirtió en una de las dirigentes más populares. Desplazó a muchos "sijosesistas", recreó el Ateneo de la Militancia -o de su mamá, como dicen algunos envidiosos del entorno- y se ha eyectado a 2015, algo que muchos dirigentes no pueden hacer aún.

Aturdidos
Tucumán ya está en campaña. No va a haber soluciones a los grandes problemas ni explicaciones a las principales denuncias. Hay voracidad electoral para sobrevivir. Sin embargo, Lebbos es ahora un dolor de cabeza, que no sólo aturde al Poder Ejecutivo sino también a la Justicia. En la Corte ha sido motivo de rencillas internas y va a ser motivo de discusión en los próximos días cuando se eleve un informe de que el expediente sobre la muerte de Paulina no está completo.

El objetivo es terminar
En momentos de crisis y de desesperación, lo primero que hacen los boxeadores tambaleantes es buscar el rincón. Algún lugar calentito con gente propia que alivie los magullones. Después habrá tiempo para buscar culpables. El alperovichismo tiene a mano uno: Domingo Amaya. El intendente sabe que camina sobre brasas. Las debilidades de Alperovich siempre se notaron en la Capital y en estos tiempos se van a ver con mayor claridad. La oposición sólo fue fuerte en la Capital y ahora que se ha envalentonado, podrá serlo aún más. El amayismo ha quedado afuera de la lista oficial y por lo tanto no está obligado a defender nada especial, sin embargo ya en los corrillos dicen se ganará cómodamente si "El Colorado" juega bien. Nunca antes se vio al alperovichismo abriendo paraguas, este año, sí. Mientras tanto, el lordmayor que mejor interpreta el papel de Daniel Scioli en Tucson arenga a su tropa. "Nos han dejado afuera de la lista, pero no podemos sacar los pies del plato, además pertenecemos al modelo nacional", suele escuchársele decir a Amaya. No obstante, aclara que tiene estilos diferentes con el gobernador. "Mientras él se baja de la combi, camina y habla para la prensa, nosotros caminamos más los barrios", cuenta un joven amayista que no puede esconder su bronca por haber quedado fuera de la lista. La prensa local es el otro culpable que siempre está a mano.

Hace poco más de un mes la persona que más escucha Alperovich en materia política publicó el libro "Qué tenemos en la cabeza cuando votamos". En el capítulo seis, Hugo Haime señala 10 elementos estructurales que permiten pensar en una campaña exitosa para que el candidato pueda cumplir con sus objetivos: 1) Un profundo deseo de poder por parte del candidato. 2) Claridad del objetivo político. 3) Voluntad puesta en acción. 4) Capacidad de conducción. 5) Mística ganadora. 6) Una estrategia definida. 7) Flexibilidad para el cambio. 8) Tener un equipo y organización fuertes. 9) Contar con la información adecuada. 10) Administrar los recursos económicos. En el caso del oficialismo Alperovich es el que carga con la campaña y no es candidato. Y las dos primeras y fundamentales premisas no pasan por su cabeza, menos cuando Lebbos maneja la agenda.

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