Cambiando las ropas del santo luchador

Cambiando las ropas del santo luchador

Cada 19 de marzo se produce una ceremonia especial en Bella Vista, que es como un rito de renovación: le cambian las ropas al santo patrono del pueblo.La imagen del patrono acompañó el crecimiento de la población y las luchas contra el cierre del ingenio en los años 60. Por eso es especialmente venerado.

A PROTEGER LA INTIMIDAD DE SAN JOSÉ. Mercedes y su hijo lo cubren con un improvisado biombo, antes de que reciba su vestimenta nueva.  LA GACETA / FOTOS DE PABLO SOLER  A PROTEGER LA INTIMIDAD DE SAN JOSÉ. Mercedes y su hijo lo cubren con un improvisado biombo, antes de que reciba su vestimenta nueva. LA GACETA / FOTOS DE PABLO SOLER
El santo luchador de Bella Vista luce ropas nuevas y con su figura protectora alimenta el fervor de la población del este tucumano. Vistiendo túnica orlada y manto, y con el Niño en brazos, San José brinda a los vecinos fuerzas para enfrentar cualquier vicisitud: estuvo en las procesiones religiosas pero también en las marchas por reivindicaciones obreras y en las protestas contra el cierre del ingenio en los años 60; sufrió, como todos, gases lacrimógenos y balazos. "No es sólo una imagen en un pedestal. Es parte viva de nuestro pueblo", dice Mercedes Gutiérrez de Méndez, una de las encargadas de cambiar las ropas del santo.

Hacia fines del siglo XIX Bella Vista necesitaba iglesia propia. Por entonces iba el cura desde Famaillá en sulky a celebrar la misa cada tanto, a bautizar a los nacidos o a casar a las parejas. Cuenta José Vinardell, historiador local, que en 1893 una comisión pro-templo puso la piedra basal y comenzó las obras, pero estas casi no avanzaban.

Un día, un fuerte vendaval que azotó al pueblo fue considerado un aviso y se apuraron los trabajos, que concluyeron el 18 de marzo de 1895, día previo a la fiesta de San José, cuyo patronazgo estaba muy extendido en esa época. El templo fue inaugurado el 19 y San José quedó como el protector de la población.

Imagen de la Colonia
Ya había templo, pero faltaba una imagen del patrono. Se trasladó la comisión a San Miguel de Tucumán y consiguió en la iglesia de La Merced que les donaran una vieja imagen articulada de San José. Por algunos detalles de la manufactura y por el rostro del Jesús Niño que sostiene en su brazo, se cree que fue hecha en tiempos de la Colonia, probablemente por artesanos indios.

Este fue el único San José del templo hasta que a mediados del siglo XX se adquirió en la capital otra imagen por pedido del párroco. La idea era utilizar el San José "nuevo" en las celebraciones, para así preservar "el otro". Pero la feligresía fue reacia al cambio y el San José original siguió ocupando su lugar preponderante. Se dice que cada vez que sacan el santo "nuevo" a la calle se desata una tormenta...

Esquivando balazos
La relación de la imagen de San José con el pueblo de Bella Vista no se redujo al ámbito parroquial y religioso. Tomó activo partido durante los turbulentos años 60. Cuando el gobierno de facto del general Juan Carlos Onganía dispuso en 1966 la intervención de los ingenios tucumanos que derivó en el cierre forzado de 11 de ellos, toda la provincia entró en crisis.

En los meses siguientes se produjeron despidos y corrían rumores de que se cerraría definitivamente el ingenio Bella Vista. Se formó entonces la Comisión Pro Defensa de Bella Vista. El entonces párroco, el padre Francisco "Pancho" Albornoz, fue una de las figuras principales de la comisión (llegó a entrevistar a Onganía en la Casa Rosada), e hizo que la imagen de San José acompañase cada manifestación del pueblo. Más de una vez el santo se vio envuelto en corridas, gases lacrimógenos y también balazos que los portadores de la imagen trataban de esquivar arrodillándose mientras el patrono tambaleaba sobre sus hombros.

El ritual
La costumbre de renovar el vestido del santo y del Niño cada 19 de marzo a la madrugada comenzó en el último cuarto del siglo XX. Hasta entonces las vestiduras se cambiaban muy de vez en cuando, pero como el permanente roce de las manos de los fieles acelera el natural desgaste de las telas, las damas de la parroquia comenzaron a juntar dinero durante el año, con la colaboración de los fieles, para comprar nuevas.

La ceremonia se hace a partir de la medianoche del 19 de marzo, luego de que en la víspera se celebró misa y el santo salió en procesión a la calle. Allí recibió el saludo del pueblo, entre el que suele encontrarse una delegación de gauchos a caballo. Luego de las palabras del párroco -en la actualidad es el sacerdote José Andrés Castilla- el santo vuelve a la iglesia entre vítores y fuegos artificiales.

Una vez que San José ha regresado se clausuran las puertas de la iglesia. El profesor Darío Salto y Mercedes Gutiérrez de Méndez separan al Niño de San José y con extremo cuidado lo entregan a las hermanas Sara y "Pocha" Assad, las costureras que lo limpian y le cambian las ropas viejas por las nuevas. Luego, a San José se le retira la capa marrón y la túnica amarilla, se lo acicala de pies a cabeza y se separa la aureola de la cabeza para darle brillo. El hecho de que la escultura tenga articulados los hombros y los codos permite no sólo cambiarle la ropa, sino darle luego una postura natural.

Durante el proceso todos se cuidan con mucho esmero de proteger el pudor del patrono: queda vestido con un sencillo sayo de lienzo blanco.

El desamparo y el brillo
Al ver la imagen de San José despojada de su túnica y su manto, sin el cayado y sin el Niño en brazos, es muy difícil sustraerse a la curiosa sensación de desamparo que provoca. Las piernas delgadas, los pies descalzos, los brazos desnudos, el sayo y, como fondo, la iglesia en semipenumbras y vacía.

Pero esta escena sólo dura segundos; Mercedes y su hijo componen un biombo con la capa vieja. Entonces el profesor Darío retira el sayo y cubre la imagen con uno nuevo de un impecable amarillo, y puede ser retirado el improvisado biombo; el pudor de San José está a salvo de miradas indiscretas.

Luego se colocan la túnica orlada, la capa de terciopelo, el cordón que ciñe su cintura y su brillante aureola pulida. Pronto está en condiciones para que el Niño vuelva a cobijarse en los brazos de su padre terrenal, y es imposible para el padre José Andrés y para los que hicieron todo este trabajo no demostrarle su amor acunándolo y entregándolo con extrema delicadeza de un brazo a otro brazo, como una ofrenda.

Finalmente queda sujeto al soporte que lo asegura al brazo izquierdo de San José y la figura del santo patrono refulge con el brillo de sus ropas nuevas. Y también en la mirada firme y amable que supieron darle hace siglos los desconocidos artesanos coloniales.

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