Gladys Arias, venerada por las mujeres como una santa

Gladys Arias, venerada por las mujeres como una santa

Fue protagonista de uno de los crímenes más horribles que tuvo lugar en la provincia.

LA GRUTA. Le piden trabajo, aprobar exámenes o recuperar amores. LA GRUTA. Le piden trabajo, aprobar exámenes o recuperar amores.
Gladys Arias se dirigía a la casa de su hermana, en el barrio O'Connor. Decidió cruzar un descampado, como era su costumbre, para no verse obligada a rodear el campo. Los pastizales estaban crecidos y la zona apenas comenzaba a urbanizarse hacia fines de 1986. La joven no había escuchado los rumores acerca de la presencia de asaltantes en esa zona ni tampoco imaginaba lo que le ocurriría allí. Cuando vio que cuatro muchachos a caballo le salieron al encuentro no previó el peligro. Después de todo, eran sólo niños; uno de ellos no tendría más de 13 años.

Días más tarde, los tucumanos despertarían conmocionados al descubrir uno de los crímenes más horribles que tuvo lugar en la provincia. Atada a un árbol, la joven de 25 años había permanecido cautiva y soportado salvajes torturas y vejaciones durante varias jornadas. Dos décadas después, rodeada de barrios y casas nuevas, aún sobrevive la gruta construida por la gente en honor a Arias. Son muchos los fieles que llegan atraídos por los rumores de sus milagros.

Un trabajo, un amor prohibido o un examen por rendir son algunos de los pedidos más frecuentes. Velas, asientos, figuras de santos y flores refrendan el sincretismo. Luján Cáceres, profesora de Letras, ha estudiado el caso para su tesis doctoral y afirma que Gladys no es cualquier símbolo, sino que se trata de una santa femenina. "Su relación con los hombres y con las mujeres es muy diferente. Ellas pueden rezar tanto por venganza como por apetitos sexuales. Ellos, en cambio, le temen", explica.

Los acusados
Cáceres ha recogido datos de rumores que circulan acerca de castigos hacia los hombres, de apariciones y persecuciones.

Justamente sus asesinos figurarían entre los atormentados. Una sentencia los puso en libertad, pero la gente consideraba que merecían algún otro tipo de justicia. Uno de ellos murió al poco tiempo del crimen, ahogado con un hueso de pollo en una comisaría. El chico que tenía 13 años cuando cometió el asesinato se suicidó años más tarde. Algunos dicen que el alma de Gladys lo acosaba. Los otros dos no tendrían un destino diferente: uno padece una enfermedad terminal y el otro es un paria.

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