Fronteras del poder

Fronteras del poder

Tanto el megaoperativo contra el clan Ale como el desastroso despliegue policial para el clásico muestran que hay formas de acción diferentes a las que muestran las autoridades. La politización de la seguridad

"Los viejos hábitos tardan en morir/ tardan lo suficiente como para sentir el dolor". ("Old habits die hard", Mick Jagger)

¿Hay un solo tipo de poder? Si hay más de uno, ¿cuál se impone o perdura? En "Juego de Tronos" (la exitosa miniserie con ambiente medieval inspirada en la Guerra de las Dos Rosas), el cortesano "Meñique" Baelish amenaza veladamente a la perversa Cersei Lannister, la reina madre, afirmando que conoce cierta información y que el conocimiento es poder. Entonces ella les dice a los guardias que lo atrapen y le corten la garganta. Y antes de que eso ocurra, los detiene y les dice que se vayan. Y le dice lapidariamente: "el poder es poder".

Los sospechosos de siempre

Algo de eso surgió en estos días con los allanamientos ordenados por la flamante Procuraduría de Criminalidad Económica y Lavado de Activos (Procelac) contra el clan del "Mono" y "La Chancha" Ale. Un procedimiento novedoso que se pone a prueba contra los sospechosos de siempre. Habían sido acusados hace casi tres décadas por homicidios y hace 22 años por asociación ilícita y tenencia de armas de guerra y resultaron absueltos en ambas causas. Ahora arrastran acusaciones por usurpación y amenazas pero la Justicia tiene sus tiempos. Fue la Nación la que hizo el megaoperativo con 300 gendarmes y un helicóptero; y el encargado de la Unidad de Información Financiera, José Sbatella, dijo: "de acuerdo a las previsiones que tenemos, se realizó con éxito el procedimiento, se secuestró dinero y armas sin declarar y documentación relacionada con el juego clandestino y la trata de personas" ("Página/12", 4/03).

Pero a pesar de la espectacularidad del operativo, no hubo detenciones el lunes. Y acá aparece lo extraño. En ciertos aspectos, Tucumán parece EEUU: se puede tener armas de guerra sin problema. Aunque Sbatella habló de armas sin declacar, ya los Ale habían zafado de la pesquisa del fiscal Guillermo Herrera hace un año, cuando descubrió que en la casa de uno de ellos había 50 armas. Ellos explicaron que tenían todos los papeles en regla.

Todos zafaron
Y hace dos décadas, en la época de la investigación por la muerte del policía Juan Andrés Salinas, fueron absueltos de la acusación de tenencia de armas de guerra. Les habían encontrado un auto con el baúl lleno de armamento.

También zafaron entonces los ex policías acusados del homicidio del oficial Salinas, cuya muerte, dos décadas después, está impune. La persona que lo acribilló a balazos con un FAL sigue desarrollando sus actividades en nuestra provincia.

Lo segundo que parece extraño en este caso es la presencia federal en la investigación contra la familia Ale. Los mismos Ale tienen una explicación. Dicen que los persiguen y que su fama violenta quedó atrás: hace una década y media dijeron públicamente, junto a su padre, que eran buenos ciudadanos.

Otro razonamiento diría que las instituciones tucumanas son impotentes frente a estos casos. O bien, que son desviadas y corruptas. Lo acaba de sugerir "Jazo" Acevedo, inquietante personaje, ex custodio de políticos, medio hermano del barrabrava "El Gordo" González, que fue absuelto el viernes en un juicio por robo agravado. "Tengo muchísimas causas inventadas por la Policía, que nos quiere caracterizar como la familia Ale", dijo, tras agradecer a los jueces que lo absolvieron por mala instrucción de la causa. Ahora espera zafar de otro caso por robo con lesiones.

Alzando la voz
El único que hizo una especie de cruzada contra los Ale es el ex juez y ex legislador Jorge Lobo Aragón, que patrocina como abogado a personas que los querellaron y que en su paso por la Cámara Legislativa propuso una ley antimafia que nadie ha utilizado nunca.

Lobo Aragón ha predicado en el desierto. Pero en estos ultimos meses se escuchó fuerte otra voz contra los Ale: la de Susana Trimarco, en el marco del juicio por la desaparición de su hija Marita. Sus acusaciones parecen ser lo que ha movilizado a la oficina nacional antilavado contra el clan Ale.

Tiene sentido pensar que detrás del juego puede haber prostitución (trata de personas), usura, lavado de dinero o tráfico de vehículos. Pero también puede ocurrir que los casinos electrónicos que les allanaron sean negocios legales y puros. No son los únicos que se dedican al juego en Tucumán y a nivel nacional un poderoso empresario ligado al poder, Cristóbal López, ha crecido sembrando maquinitas de juego y casinos en todo el país.

Lo que viene tras los megaoperativos es un enigma que sólo es penetrado por el escepticismo social frente a lo que se considera un poder en las sombras.

Otro poder es la policía. Con una cara visible, la del servicio que presta a la comunidad, y otra poco notoria, de su organización como fuerza casi autónoma. Pese al desmesurado elogio del gobernador, José Alperovich, en la apertura de sesiones de la Legislatura (dijo que fue muy eficiente porque llegó a esclarecer la totalidad de los homicidios) la verdad es que ante cada prueba fuerte para hacer prevención, la Policía hace agua. En el operativo del miércoles para el clásico se dispusieron 1.300 agentes, pero la parte norte de la ciudad fue un territorio tomado por los hinchas esa tarde. Se llegó al colmo de que los policías, que se habían quedado sin balas de goma, se agarraron a pedradas con la hinchada enfurecida. Lo extraño es que el ministro de Seguridad Ciudadana, Jorge Gassenbauer, calificó el operativo como muy bueno.

Al cuidado de los punteros
Gassenbauer y el secretario del área, Paul Hofer, son otra expresión del poder. Conducen la fuerza de seguridad y piensan que la Policía misma debe diseñar sus operativos. Lo cual concuerda con la advertencia de Gassenbauer al asumir, de que no conocía del tema y que iba a hacer consultas con los comisarios. Hofer dice que no se pidió ayuda a ex policías en el diseño de las políticas. Una de sus estrategias -expresada por el gobernador en la Cámara, cuando habló de participación ciudadana y de redes sociales para prevenir el delito- es el uso del teléfono de denuncias 911; y otra, el Observatorio de Seguridad en los Barrios.

Hace unos días se reunieron con los legisladores oficialistas y se les anunció la entrega de 10 celulares a cada uno para que les den a sus punteros. Estos serán los ojos del oficialismo en los barrios. Lo que se dice la politización de la seguridad, que va a competir con el también político programa de botones antipánico que difunde el legislador semioficialista Gerónimo Vargas Aignasse. Esta semana, un episodio muy extraño -el asalto de dos adolescentes al destacamento policial del barrio Piedrabuena (sostenido desde hace una década por los vecinos)- disparó todo tipo de conjeturas acerca de la politización de la seguridad.

Por debajo esta el otro poder de la policía. Las tareas organizadas desde los escritorios de comisarías, que el poder político no logra determinar claramente. El negocio de la seguridad privada, con la competencia de servicios adicionales, que se nutre con el miedo de la comunidad. Y eso impide, de algún modo, que se cambien radicalmente los paradigmas de seguridad en busca de una sociedad más contenedora.

Ahí es donde las palabras no pueden explicar lo que ocurre. Cuando el poder -cualquiera sea- se define por su capacidad de actuar más allá de todo, triunfa el cruel pragmatismo de la reina de "Juego de Tronos": "el poder es poder".

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