"Querían producir un hecho que les permitiera continuar en el poder"

"Querían producir un hecho que les permitiera continuar en el poder"

De entre las dos decenas de libros que se han publicado sobre Malvinas en los últimos meses, el de Juan Bautista Yofre ha sido el que mayor repercusión y éxito de ventas ha tenido. Allí se brindan detalles poco o nada conocidos del conflicto, como los que revela el ahora célebre Informe Rattenbach. El autor de 1982 afirma que Malvinas fue una aventura desde el momento en que no se previó que Gran Bretaña iba a responder.

SOLEDAD. Una de las 122 tumbas sin identificar del cementerio argentino en Darwin. Allí hay, en total, 230 cruces. 
 SOLEDAD. Una de las 122 tumbas sin identificar del cementerio argentino en Darwin. Allí hay, en total, 230 cruces.

Juan Bautista Yofre le tiene aprecio a la documentación histórica. Así lo manifiesta desde el otro lado del teléfono, que queda en Buenos Aires. El autor de 1982, uno de los best sellers argentinos de 2011, dice que escribir su libro más reciente le llevó 30 años. "Registré mucho en mi libreta de apuntes. Viví intensamente esa época porque, como periodista, me tocó seguir a Nicanor Costa Méndez en sus misiones al exterior, tanto a Nueva York como a Washington. No fui a Cuba. Iba registrando los diálogos privados que tenía con diplomáticos, embajadores, ministros, consejeros de embajada y alguno que otro militar, aunque no conocía muchos, del país y del extranjero". 


Pero la experiencia es sólo una de los dos patas sobre las que la obra de 590 páginas editada por Sudamericana se puso de pie. Cualquiera podría suponer que el cargo de secretario de Inteligencia del Estado, que ejerció entre 1989 y 1990, en los albores del menemismo, fue el otro sustento. Para el caso, el subtítulo de 1982 es Los documentos secretos de la Guerra de Malvinas / Falklands y el derrumbe del Proceso. Pero el "Tata", como él mismo firma sus correos electrónicos, no menciona esa cuestión. Y dice que el segundo pilar fue la confianza. "En los últimos años, me dediqué a ejercer el periodismo buscando la documentación, creando una suerte de confianza con un grupo muy grande de gente: civiles y militares que tuvieron acceso a documentación diplomática y castrense. Entiendo que Malvinas cambió el curso de la historia argentina: es una viga que separa un antes y un después, porque se caía el Proceso militar. Mi éxito fue generar confianza en la gente para que me mostrara los papeles y me los diera. Yo trabajo con papeles porque los documentos no se pueden cambiar. Los testimonios, sí". Y agrega: "En 1982 utilicé todo: documentos militares, diplomáticos y grabaciones personales de Galtieri de su propio despacho privado".

- El libro comienza recreando un 1981 en el que, a pesar de la represión contra los disidentes, hay voces muy críticas respecto del Gobierno de facto...
- Hubo gente muy valiente para la época. Alfonsín, León... El mismo Balbín, a su estilo, tenía frases críticas. Pero todos dialogaban con los militares. Hasta el mismo Vicente Leonidas Saadi. No estaban rotos los puentes. Pero estaba claro que en el 81 el Proceso estaba terminado, si acaso no antes. Y los militares no querían repetir la experiencia de 1973, cuando se habían ido de mala manera, sin poder condicionar al gobierno que venía (N. de la D.: el del peronista Héctor Cámpora). Por eso ellos querían producir un hecho que conmocionara y que cohesionara al Gobierno, para después ir a una negociación con los políticos que les permitiera continuar en el poder por lo menos por un período más, pero con apoyo político y social. Porque la sociedad apoyó Malvinas. Por eso, cuando se están viviendo los prolegómenos de la ida de Viola, también se está conversando sobre Malvinas. Por eso, el 22 de diciembre de 1981, cuando asume Galtieri, ese mismo día Anaya firma la primera orden de planificar la ocupación de Stanley. Ese es uno de los hallazgos del libro.

- Después ya no va a ser sólo Stanley (así es como los isleños llaman a Puerto Argentino), sino todas las islas...
- Así es, porque la Argentina consideraba que el archipiélago estaba conformado por Malvinas, Sandwich y Georgias del Sur. Eso se va a ver claramente después, en las negociaciones, cuando los británicos quieren hablar solamente de Malvinas y no de Sandwich y Georgias del Sur. Para los argentinos era un solo territorio. La ocupación de Malvinas fue una conmoción para la sociedad. Y esa conmoción social es lo que va a condicionar las negociaciones. Y las va a condicionar totalmente. Los militares lo vieron así. Eso surge de las encuestas que están en las Memorias de la Junta Militar, que es otro documento desconocido, inédito hasta la publicación de este libro. Tiene sus lagunas, pero las lleno a través de otra información. Los militares, cuando termina la Guerra de Malvinas, van a hacer una Memoria. Lo hacen Galtieri, Anaya y Lami Dozo, para relatar esos meses de la Guerra de Malvinas y entregarlo a las juntas que estaban en el poder.

- Cuando mira hacia atrás, ¿cómo juzga el apoyo de buena parte de la sociedad argentina a la Guerra de Malvinas?
- Lo digo en el prólogo. La Argentina no tuvo una sola Malvinas, sino varias. En muchos momentos la Argentina ha volcado hacia el exterior sus problemas, sus frustraciones. El Beagle es una cuestión muy parecida. Pudimos haber ido a una guerra tras un arbitraje surgido a partir del 71, conocido en el 77, con cinco jueces elegidos por la Argentina y Chile: cuando entregaron su dictamen, nuestro país lo rechazó. Casi vamos a la guerra en diciembre del 78, entonces entra el Papa como mediador en enero del 79. Él va a entregar su dictamen en el 80, y la Argentina lo va a volver a rechazar. Es decir, se trata de una Argentina impredecible, que no respeta los acuerdos o la palabra con el exterior. Es la Argentina que aplaudió la privatización de YPF y ahora pareciera ser que quiere estatizarla. Es la Argentina que aplaudió el default anunciado por Adolfo Rodríguez Saa, cuando unos meses antes se decía lo contrario. Falta una continuidad de políticas de Estado. No es lo mismo lo que dice el Gobierno militar que lo que hacen Alfonsín, Menem, De la Rúa, Duhalde o Kirchner. En la medida en que no tengamos políticas de Estado seguirán ocurriendo estos hechos. Es una Argentina que en determinados momentos de su vida ha derramado, como un volcán, su lava hacia afuera. Y ha volcado la violencia hacia el exterior. En el marco de la guerra contra la subversión, un comando militar fue a matar a la conducción de Montoneros en México. Hechos como ese volvieron a repetirse luego en América central. Eso hizo que Galtieri pensara que, como intervenía al lado de los Estados Unidos en su lucha contra el Sandinismo o el Frente Farabundo Martí en El Salvador, iba a ser posible lo de Malvinas porque los norteamericanos lo iban a apoyar. Eso no ocurrió.

Altavoces y logística
- ¿Cómo ve la nueva escalada de declaraciones y de acciones diplomáticas entre la Argentina y el Reino Unido por Malvinas?
- No le doy importancia porque todo es política de megáfono y así no se hace política exterior, sino con respeto, reserva, continuidad y amabilidad. Las Malvinas son nuestras y algún día las vamos a tener, pero necesitamos muchos años de continuidad. No podemos pasar de una política de buenos vecinos, como la de la época de Menem, a suspender los vuelos que van de Chile a Malvinas, como una manera de apretar o de condicionar a los kelpers.

- ¿Cómo califica la "cuestión" Malvinas?
- Lo van a calificar los propios militares en la Comisión Rattenbach: una aventura. Una aventura desprolija y desorganizada. Sin saber qué iba a ocurrir a la semana siguiente. Es una aventura desde el momento en que Galtieri le dice al general Mario Benjamín Menéndez que va a ser gobernador militar de Malvinas, que va a tener después del 2 de abril una pequeña dotación para controlar el orden dentro de las islas, mientras la Argentina establecía una conversación diplomática. Pero en el término de cuatro días, cuando ven que Gran Bretaña va a reaccionar, en lugar de 500 van a llegar 10.000 soldados. Entonces a Menéndez, de repente, le dicen que va a ser el jefe de operaciones del Estado Mayor del Ejército: de gobernador pasa a convertirse en comandante de la guarnición militar y a enfrentar a Gran Bretaña. Hubo una enorme improvisación. Es una aventura desde el momento en que no prevén que Gran Bretaña iba a responder. Puede no darse cuenta Galtieri, pero no tiene derecho a no saberlo el canciller Nicanor Costa Méndez, que había viajado mucho por el mundo y había leído mucho más que cualquiera de los miembros de la Junta Militar.

- Recorrí las islas en 2008, enviado por LA GACETA. El guía Anthony Smith nos dijo entonces que, a criterio de los isleños y de los ingleses, las deficiencias logísticas del Ejército argentino fueron determinantes en el resultado de la guerra. Hizo hincapié en que en la mayoría de las batallas, las fuerzas argentinas se rendían porque se quedaban sin municiones.
 - Eso surge en el libro, pero aparecerá con más claridad en los 20 tomos de tapa dura que va a publicar La Nación, elaborados por mí, con más documentación y más información sobre la Guerra de Malvinas. Ahí voy a revelar documentos tanto del general Menéndez como del vicealmirante Lombardo, que era el comandante del teatro de operaciones del Atlántico Sur, que revelan que están faltando municiones. Porque no es lo mismo 500 personas que 10.000: ahí se le plantea a cualquiera un gran problema de logística. Sobre todo, para proveer de armas y de alimentos, mediante barcos que se sabe que pueden ser torpedeados. La gente que los guió por las islas tiene razón.

- En las islas también sostienen que los británicos plantearon una guerra rápida, por cuanto reaprovisionar a sus fuerzas, dadas las distancias con Inglaterra, iba a ser muy complicado. Y dicen que les sorprendió que los argentinos, tan cerca del continente, tuvieran problemas de abastecimiento.
 - En cuatro días, los británicos bajaron en San Carlos 24.000 toneladas de municiones, armamento y comida. La Fuerza Aérea Argentina, durante todo el conflicto, sólo trasladó 12.000 toneladas a las Islas Malvinas. Eso da la pauta de los métodos modernos que ellos tenían; y nosotros, no. Éramos dos países distintos.

El contraste más violento
La entrevista está por terminar cuando Yofre invierte el flujo del diálogo y, apenas concluye una respuesta, formula una pregunta.

- ¿Está tomando nota o está grabando esta entrevista?

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- Estoy haciendo ambas cosas. Si llegara a fallar el grabador, igual tengo registrada la charla.
- Hace muy bien. A Galtieri le ocurrió eso mismo el 1 de abril de 1982.
Se ríe después de esa referencia, que alude a cuando Galtieri mantuvo, nada menos que en la víspera de la ocupación/recuperación de Malvinas, una comunicación telefónica trascendental con el entonces presidente de los Estados Unidos, Ronald Reagan, considerado por buena parte de los norteamericanos como su presidente más importante durante el siglo XX. En ese contacto, el mandatario extranjero le manifestó que Gran Bretaña era "un amigo muy particular" de su país; que si la dictadura avanzaba con sus acciones militares sobre las islas "la opinión norteamericana y mundial adoptará una actitud negativa con la Argentina"; y que las relaciones entre la Argentina y EEUU también se resentirían. Eso surge de la reconstrucción del diálogo, porque Galtieri creía que el diálogo estaba siendo grabado, pero no.

- Nos llevó a la guerra con la tercera potencia tecnológica del planeta y no sabía ni apretar la tecla del grabador. Es una buena imagen, porque refleja el estado de atraso que tenía la Argentina.
© LA GACETA

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