Horacio Descole, el memorable rector

Horacio Descole, el memorable rector

Condujo la UNT en la época que muchos califican de "Edad de Oro": su gran proyecto fue la Ciudad Universitaria.

CON EL PRESIDENTE, EN 1944. El rector Horacio Descole muestra al presidente de la Nación, Pedro Pablo Ramírez, el primer tomo del Genera Plantarum. LA GACETA / ARCHIVO CON EL PRESIDENTE, EN 1944. El rector Horacio Descole muestra al presidente de la Nación, Pedro Pablo Ramírez, el primer tomo del "Genera Plantarum". LA GACETA / ARCHIVO
19 Junio 2011
Resulta indiscutible que Horacio Raúl Descole fue uno de los grandes rectores, en la historia casi centenaria de la Universidad Nacional de Tucumán. Condujo la casa desde 1946 hasta 1951: dos años como interventor y tres como rector en propiedad. Su gestión diseñó una nueva estructura, organizada por institutos, y aumentó de 5 a 40 las carreras que se cursaban, con la creación de Medicina, Arquitectura, Ciencias Económicas, Agronomía, Artes, por ejemplo, tanto como inauguró una nueva modalidad secundaria con el Gymnasium, o publicó un diario, "Trópico". Incorporó a la nómina más de dos centenares de profesores, extranjeros y de otros puntos del país, muchos de ellos personalidades de gran prestigio.

Su empresa más ambiciosa, que quedó a medio camino, fue erigir una Ciudad Universitaria en el cerro de San Javier. Diseñado el plan, logró que se expropiaran los terrenos y se iniciaran las construcciones. Estaban previstos edificios en lo alto de la montaña y en el flanco bajo, unidos por un funicular. Expandió la Universidad en la región, creando el Instituto de Geología y Minería, el Instituto de Biología de Altura y el Instituto de Medicina Popular, en Jujuy; la Escuela Técnica de Vespucio y el Instituto de Humanidades, en Salta; la Escuela de Agricultura en El Zanjón, en Santiago del Estero, por ejemplo. Incorporó a la UNT la Universidad Salesiana del Trabajo y creó el Servicio Médico. Fue una impresionante labor, cuyos hitos principales registra puntualmente el libro de 1993, "Descole. Una pasión universitaria", del doctor Florencio Aceñolaza.

Universitario de alma, Descole había llegado al rectorado con el respaldo de amplios méritos científicos. Nació en la ciudad bonaerense de Avellaneda en 1910, y en la Universidad de Buenos Aires se graduó sucesivamente de farmacéutico (1929) y de doctor en Farmacia y Bioquímica (1931), con el Premio Facultad por su tesis. Desde 1933 era catedrático adjunto de Botánica en la Facultad de Medicina de la UBA. Vino a radicarse a Tucumán en 1937, con el gran aval del doctor Ernesto Padilla.

Además de las cátedras titulares de Botánica y la de Biología General en la Facultad de Farmacia y Bioquímica de la UNT, asumió en 1942 la dirección del Instituto Lillo, función que ejerció simultáneamente durante su rectorado y después, hasta 1955.

La Comisión Asesora de la Comisión Lillo lo designó miembro vitalicio. Fundó la revista botánica "Lilloa", el "Acta Geológica Lilloana" y bajo su dirección se inició la publicación de los monumentales "Genera et Species Plantarum Argentinarum" y "Genera et Species Animalium Argentinarum". Su firma está al pie de decenas de trabajos científicos editados en publicaciones especializadas y llevan su nombre géneros y especies que le dedicaron los investigadores.La revolución de 1955 lo alejó de Tucumán y de la Universidad durante 18 años. Regresó en 1973, reincorporado como director del Instituto Lillo, además de decano interventor en la Facultad de Ciencias Naturales de la UNT. Promovió entonces la creación del "Parque Biológico Reserva Natural de San Javier".

En 1976 el gobierno militar lo dejó cesante y se retiró a la vida privada. Falleció el 7 de febrero de 1984.

Hombre de enorme capacidad y naturalmente impulsado a la acción, Descole tuvo muchos admiradores y también muchos enemigos. Lo perjudicó su intensa militancia política en el primer peronismo, que lo dejó "pegado" a las grandes cesantías de profesores de 1946. En la perspectiva de los años, sería mezquino negar que su rectorado marcó una suerte de Edad de Oro de la alta casa de estudios. Tampoco puede negarse la injusticia del olvido que dejó caer la posteridad sobre la figura del gran rector.

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