Una polémica abierta

Una polémica abierta

Por Juan José Concha Martínez - Redacción de LA GACETA.

13 Abril 2008

Fue un debate intenso, abierto, revelador. Las palabras y las inquietudes de los 20 participantes del encuentro que promovió LA GACETA para hablar sobre la problemática de la violencia en las escuelas mostraron que la comunidad educativa enfrenta un conflicto de características complejas, dramático y que requiere de respuestas urgentes. Los protagonistas de la charla dieron la talla: los directores y las directoras hablaron con contundencia, los pedagogos y expertos mostraron que la temática puede tener múltiples abordajes, los padres sacaron a relucir su posición de verdaderos luchadores sociales, los tres adolescentes no se quedaron cortos. Habíamos acordado un reglamento para que todos los presentes pudieran dar su visión del conflicto, pero a Rodrigo Ezequiel Herrera, a Javier Nadal y a Maximiliano Galván se los quería oír un poco más.
Cada uno a su manera planteó prácticamente el mismo mensaje: los chicos quieren ser escuchados y respetados en las escuelas, quieren tener un espacio, una manera de participar más activamente en la vida del establecimiento. Porque -advirtieron- la falta de ese lugar muchas veces da lugar al nacimiento de episodios conflictivos, que luego se transforman en inmanejables.
Involucrados en una realidad escrutada casi exclusivamente con miradas de adultos, los estudiantes plantaron en la discusión una de las claves de la polémica: ¿qué pasa en el mundo educativo que las escuelas parecen hoy no tener la capacidad de administrar la educación y la sociabilidad de sus alumnos? "Hemos fallado todos; el Estado, los gobiernos, los maestros, la educación y también los padres, pero debemos encontrar una respuesta ya", dijeron varios de los presentes.
Aunque todas las intervenciones fueron valiosas, tres relatos sirvieron para mostrar la hondura y las diversas aristas que expone el problema de la violencia que cruza a la sociedad y que estalla en la escuela, en los colegios. Una madre contó que enviaba gustosa a sus hijos a participar de los sábados comunitarios que organizaba el centro educativo público, pero se enteró de que en realidad el alumnado terminaba limpiando los baños de la escuela, ("para mí eso es también violencia", aseguró). La pedagoga de un colegio privado contestó la queja. Las actividades sociales son comunes en todos los establecimientos, "que la familia participe de la vida de la escuela es un ejercicio integrador de gran valor, pero todo pasa por el espíritu con el que la institución las encare", explicó. Pero fue la directora de una escuela pública, quien formuló la autocrítica más profunda. "A veces nos vemos obligados a ocultar los problemas de violencia entre los alumnos; los docentes o los directores mentimos para evitar sanciones o para que escuela no quede marcada. El sistema está mal, no está preparado para enfrentar el problema", dijo.
El debate duró dos horas después. Como nunca quedó en claro que la polémica seguirá abierta por un buen tiempo más.

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