Cada 24 de junio, la Iglesia Católica conmemora en su santoral la festividad de San Juan Bautista, una de las figuras más relevantes del cristianismo, considerado el último de los profetas y quien anunció la llegada del Mesías. Es una de las pocas festividades en las que se celebra el nacimiento de un santo, y no su muerte, junto con la Virgen María y Jesús.
La figura de San Juan Bautista trasciende la tradición religiosa. En distintas culturas, su día coincide con antiguas festividades vinculadas al solsticio de verano en el hemisferio norte, donde se encienden hogueras para "dar fuerza al sol" en su punto más alto y pedir buena fortuna para las cosechas.
En países como España, Brasil y diversas regiones de América Latina, esta jornada se vive con rituales que mezclan lo pagano y lo cristiano: encendido de fuegos, baños en ríos o mar a medianoche, y celebraciones populares con danzas y comidas típicas.
Además de San Juan Bautista, el santoral del 24 de junio incluye a otras figuras de la tradición cristiana, como:
San Rumoldo de Mechelen, mártir irlandés del siglo VIII, venerado como misionero en Bélgica.
San Agoardo y compañeros mártires, quienes dieron su vida en defensa de la fe en Francia.
San Simplicio de Autun, obispo galo del siglo IV.
Esta fecha también guarda resonancia en otras creencias y costumbres: en algunas zonas del litoral argentino, por ejemplo, persiste la costumbre de encender fogatas y saltarlas como símbolo de purificación y buena suerte.
Así, el 24 de junio sigue siendo un día de significado múltiple: religioso, cultural y popular, en el que se cruzan las tradiciones cristianas con antiguos ritos vinculados a la naturaleza y el cambio de estación.