Dolores, la abuela tucumana tiktoker que emocionó en el ensayo de la Promesa a la Bandera
A las 5.30 de la mañana, cuando todavía la ciudad bostezaba entre frazadas, Dolores Tomas ya estaba en pie. Nervios, emoción, un poco de ansiedad… y mucho, muchísimo orgullo. “Mi nieta hoy jura la bandera”, le dice a LA GACETA con los ojos brillosos y una sonrisa de esas que no se ensayan. La nieta, alumna de la Escuela Rivadavia, la esperaba con su mamá y su papá en la plaza Independencia. Pero a esta mujer no le alcanzaba con estar: quería ser parte. Y vaya si lo fue.
Con 63 años recién cumplidos y más de medio millón de seguidores en TikTok, Dolores no es solo “la abuela de”. Es, también, la tiktoker de la patria, la influencer del corazón, la creadora de videos que mezclan humor, ternura, y ese toque de verdad que solo dan las raíces.
“Yo hago TikToks con mis nietos, con mi hija Mayra, que siempre le digo ‘¡anda a lavar los platos!’”, contaba entre risas, mientras los chicos y grandes la reconocían, le pedían fotos, la saludaban como si fuera una estrella. Y lo es. Una estrella cotidiana.
“En TikTok encontré mi libertad, mi alegría, el amor de la gente”, confesó. Y lo dijo con la bandera flameando detrás, como si la historia se hubiera escrito para ese fondo. Porque en este acto patrio, donde el foco suele estar solo en los chicos que juran, Dolores nos recordó que la patria también se celebra en las abuelas que madrugan, en los abrazos que esperan, en los ojos llenos de lágrimas viendo crecer a quienes algún día fueron bebés en sus brazos.
La mañana seguía y los chicos ensayaban la promesa. “¿Juran amar a la bandera?”, se les preguntó. “¡Sí, prometo!”, respondieron con entusiasmo. Pero ahí, entre risas, juegos y nervios, hubo algo más grande: una comunidad de niños orgullosos de su país.
Y mientras todo eso sucedía, Dolores sonreía. No para la cámara, sino para la vida. Porque ella no solo vino a ver a su nieta prometer lealtad a la bandera. Ella también vino a prometer. Prometer que, mientras le quede voz y ganas, va a seguir siendo esa abuela que abraza, que acompaña, que ríe y emociona. Y sí, también la que dice: “¡Mayra, anda a lavar los platos!”, pero con amor, siempre con amor.