
Irse a vivir a otro país es volver a empezar. Por eso, generalmente es una decisión que se asocia con los más jóvenes, quienes todavía tienen más por construir que lo que dejan atrás. Sin embargo, hay historias que desafían ese patrón.
Ir detrás del camino que hicieron sus hijos es uno de los motivos que impulsan a los mayores de 50 o de 60 años a emigrar. Hay quienes quieren cambiar, arriesgarse, aventurarse y vivir sus años dorados en otra parte del mundo. Cualquiera sea el motivo, es fundamental hacer una buena planificación. Mucho más si se van después de jubilados. Qué cosas tener en cuenta al emprender la mudanza. Aquí, en estas tres historias, te contamos qué es lo más importante.
La decisión de mudarse a España para Indiana Garat, de 61 años, fue para estar cerca de sus hijos, que ya habían emigrado a ese país. ¿Qué tuvo en cuenta antes de irse? “Consideré poder vivir aquí con mi jubilación. También averigüé si podía estar en forma legal y si esa legalidad me permitía trabajar si quisiera o tener acceso a la salud”, describe.
Lo primero que hizo Indiana, que es docente jubilada, es contrartar un servicio de salud, que es similar a pagar una obra social aquí. ¿Dudas y temores? “La verdad es que sí. La decisión de emigrar en cualquier momento y a cualquier edad es un desafío importante. Pero a mi edad, cuando me acababa de jubilar, me planteó muchas dudas. En ese momento, pensé: ‘bueno, ya está, ya estoy tranquila, hago mi vida, etcétera’. Hacer un cambio era fuerte, pasarme a un lugar en el que, a pesar de que tenemos el idioma, sí siento que hay muchas cosas para aprender y para entender del funcionamiento de esta sociedad. Entonces, sí tenía esos temores de qué iba a hacer aquí, de cómo me iba a construir una nueva vida en este lado del mundo. Porque vine a estar con mis hijos, pero mis hijos tienen que hacer su vida, claramente”, confiesa.
También pensó en los afectos que dejaba en Tucumán, su vida diaria, sus amigos y sus rutinas. “Llegar acá fue empezar a resolver un montón de obstáculos porque aparecen muchos”, remarca.
Según su experiencia, no es tan necesario conocer a fondo los requisitos de migración. “Aquí hay mucha gente que ha venido y se ha instalado sin estar legalmente. Hay muchos argentinos, de todas las edades. Aquí se van informando sobre cómo obtener la legalidad porque es muy difícil conseguir trabajo si no tenés papeles”, remarca.
Indiana, que aún tiene visa de turista, está cobrando la jubilación y se maneja con ese dinero. No obstante, recomienda a la gente que emigra llevar efectivo y no solo tener la plata dentro de la caja de ahorro porque la comisión para sacar dinero del cajero es muy alta. Además, reconoce que es bastante difícil alquilar en España.
Eligió instalarse en Málaga porque ahí se mudó uno de sus tres hijos, Guillermo, y cuando lo fue a visitar hace dos años le gustó mucho el lugar. Ahora están sus tres hijos ahí. “Es hermoso; siento que es una ciudad bastante amigable. Tengo gente conocida, mis hijos y otros amigos. También me traje teléfonos de gente de Argentina que sé que está aquí. Ya hablamos, soy muy atentos y amables”, cuenta Indiana, convencida de que tener una red de apoyo local es esencial cuando uno se muda al otro lado del océano.
Prueba y error
Analizar los costos de vida y el acceso a la salud son puntos esenciales para los que emigran en la tercera edad. No es la misma idea de un joven que está apostando por su futuro. Hay que vencer muchos miedos, en algunos casos vender todo lo que tenían y largarse a una nueva vida.
Sergio Centeno, por ejemplo, intentó instalarse en Estados Unidos, también siguiendo a sus hijos que ya viven allá. Sin embargo, al poco tiempo se volvió y ahora está analizando si se muda definitivamente o no al norte del continente cuando cumpla los 60. Ahora tiene 54 y todavía tiene trabajo aquí. Es profesor de educación física y preparador físico de competidores.
“La primera vez que me fui, era ir para ver cómo era todo allá. No es fácil ir a un lugar distinto, una cultura muy diferente, muy lejos de acá y además siendo grande. Igualmente, es una experiencia que siempre había querido hacer. Impulsado, en este caso, por mis hijos, que son jóvenes”, relata.
Aunque extrañó muchísimo su vida en Tucumán, sí le gustó vivir en Miami un tiempo. Sin embargo, no le fue para nada fácil conseguir trabajo en su ámbito. “Fue como retroceder 30 años de mi vida. Una posibilidad sería tener un proyecto propio; el tema es que tenés que llevar una cierta suma de dinero como para poder aguantar un tiempo determinado hasta que ese proyecto del que hablamos se ponga en marcha. Me volví con esa materia pendiente, y también tendré que estudiar más inglés. Me defiendo, pero es una barrera no hablar fluido un idioma tan distinto”, reflexiona. Reconoce que tuvo muchos miedos y miles de preguntas dando vueltas por su cabeza.
“Emigrar después de los 50 o 60 años no es fácil. Tenés que ser muy precavido y evitar cometer errores. Por ahí, uno llega y no se adapta. Estuve con personas que vendieron todo antes de irse y luego se dieron cuenta que no era lo que pensaban y la pasaron mal. Lo mejor es ir antes, como en plan de vacaciones, y ver entonces si podrán enfrentar una mudanza. No es simplemente tomar la decisión y tener el pasaje em mano. Hay que ver dónde uno va a vivir, asegurarse un alquiler, y tener un dinero ahorrado hasta acomodarse”, recomienda.
De México a Tucumán
Cuando tenés 30 años, emigrar es salir de la zona de confort. A partir de los 60 todo cuesta mucho más. Lo sabe perfectamente Maria Velazquez Pallares, que en diciembre cumplirá los 80. En su caso, ella se mudó a Argentina desde México y lo hizo por pedido de su hijo, Diego Aguilar, que está instalado en Tucumán desde 2001. “Con mi esposo, nos habíamos jubilado y ya estábamos viejos. Diego nos ofreció cuidarnos. Tucumán es una ciudad pequeña, las personas amables y ya habíamos comprado un pequeño departamento en el barrio norte”, cuenta.
Antes de tomar la decisión de migrar, tuvieron algunas dudas. “Lo que nos hacía dudar eran cuestiones más bien médicas, ya que en México recibíamos tratamiento y medicinas. Y eso se solucionó sorpresivamente porque la enfermedad remitió. Es importante para migrar tener solucionados el aspecto financiero y el de salud. Nuestras pensiones son buenas y eso es fundamental”, apunta.
“Me siento muy bien en Tucumán, cerca de mi hijo, y tengo la oportunidad de viajar tanto en Argentina como en Sudamérica. Aunque no dejo de ir a México a ver a mi otro hijo Mateo, y a mi nieto Bruno. También a comer delicias mexicanas, que extraño”, confiesa. Y añade que está buscando un voluntariado en bibliotecas ya que siempre hizo eso en su país y le gustaría retomar las actividades.