Una columna de agua inmensa con la potencia acumulada de siglos bajo la superficie podría arrasar en cuestión de minutos con ciudades enteras. Y el escenario no es meramente teórico, ya que las proyecciones no son más que avisos inminentes: un megaterremoto que llevaría a un megatsunami de 300 metros amenaza al norte de California y los estados de Washington y Oregon.
En las aguas profundas del Pacífico, una parte de la tierra se hunde por debajo de otra. Esta es la zona de subducción de Cascadia, una falla sísmica de más de mil kilómetros desde la isla de Vancouver hasta el norte de California. Es en esa convergencia donde los investigadores de Virginia Tech temen lo peor: la destrucción total de 70.000 kilómetros cuadrados de ciudades y población.
Las proyecciones presentadas en Proceedigns of the National Academy of Sciences advierten que un megaterremoto de gran magnitud podría desencadenar un megatsunami de hasta 300 metros de altura.Las olas impulsadas por el movimiento profundo de Cascadia produciría olas que recorrerían la costa oeste en cuestión de minutos, afectando gravemente los estados de Washington, Oregón y el norte de California.
Un suceso que ya ocurrió tiene altas posibilidades de reproducirse
Los cálculos del equipo de investigación liderado por la científica geológica Tina Dura destacan que este fenómeno no es meramente teórico. Las capas de sedimentos marinos analizadas muestran evidencia de al menos 19 eventos similares en los últimos 10.000 años, indicó National Geographic.
El más reciente ocurrió en 1700 y generó olas que alcanzaron incluso las costas de Japón. Pero lo que preocupa a los expertos no es el pasado, sino la certeza con la que se anticipa el próximo gran evento: un temblor que podría alcanzar magnitudes superiores a 9.0 en la escala de Richter, y que desataría una pared líquida de destrucción incontenible.
La dinámica de los megatsunamis
Para entender mejor esta amenaza, es vital comprender la mecánica tectónica de la zona de subducción. Las placas involucradas no se deslizan suavemente, sino que quedan trabadas durante siglos, acumulando energía que, al liberarse repentinamente, da lugar a terremotos colosales.
Esta liberación de energía es también la que desplaza enormes volúmenes de agua, generando los megatsunamis. A diferencia de un tsunami común, donde las olas pueden medir entre 10 y 20 metros, un megatsunami puede arrasar ciudades enteras incluso antes de que su sombra haya tocado tierra.
Cómo sería el impacto
Los investigadores también han comenzado a modelar con inteligencia artificial diferentes escenarios de impacto. Uno de los modelos más alarmantes sugiere que las ciudades costeras como Seattle y Portland podrían ser arrasadas en menos de 15 minutos después del sismo inicial.
Esto deja poco o ningún margen de tiempo para la evacuación, lo que incrementa exponencialmente la cantidad de víctimas potenciales. En el peor de los casos, las pérdidas humanas y materiales podrían superar las de cualquier desastre natural registrado en la historia moderna de EE. UU.
Los datos son tan contundentes que han motivado a varias agencias gubernamentales y organizaciones científicas a redoblar esfuerzos en la creación de infraestructuras de alerta temprana, simulacros de evacuación y reforzamiento de edificaciones costeras. Sin embargo, el desafío va más allá de lo técnico: se trata también de generar conciencia real y sostenida en una población que piensa en ocasiones que esto solo ocurre en las películas.