
(De nuestro enviado especial, Guillermo Monti) La zona del Panteón de Agripa, ubicada en el top 5 de las visitas al casco histórico, explota todos los días, a cada hora. La aglomeración es absoluta en torno de la imponente construcción, que supo ser sede de un templo romano (lo terminó de construir el emperador Adriano) y hoy está consagrada como iglesia católica. Así que mientras en El Vaticano decenas de miles de files le tributaban el adiós al Papa, frente al Panteón se desarrollaba una lujosa producción de modas.
A bordo de un entrañable “Fitito” celeste llegaron los protagonistas desplegando todo un show de cámaras. Sobre la modelo, vestida negro, llovieron flashes de propios y extraños. La puesta en escena atrajo todas las miradas, un elemento más para decorar este escenario ya de por sí impactante. Las peleas para conseguir una mesa en las trattorias siguieron a la orden del día, mientras los mozos -se conoce a los romanos por sus particulares modos, de fingida brusquedad- seguían todo a plena sonrisa.
No les interesa
“¿El Papa? No nos parece interesante”, apuntaron Jenny y Consuelo ante la consulta de LA GACETA. Las chicas, recién llegadas de Wisconsin, buscaban en el celular la mejor ruta para llegar desde allí al Coliseo. Buena parte de las decenas de miles de turistas que recorren las callejuelas romanas seguramente piensan lo mismo, aunque no lo digan. Casi todos han planificado el viaje con muchísima antelación y no piensan cambiar de recorrido, por más que el funeral de un Papa el que los convoque.
Para colmo es fin de semana: cada viernes, al turismo internacional empieza a sumársele el aluvión arribado desde todos los rincones de Italia.
Por eso, principalmente durante la tarde, resultó prácticamente imposible moverse con tranquilidad por Piazza Navona, la Fontana di Trevi, Piazza Spagna y cada rincón de este casco histórico que en cada esquina depara una sorpresa. Los bares y restaurantes, quedó dicho, no aflojaron en ningún momento.
“Pero El Vaticano queda cerca, llegan en 15 minutos caminando”, fue la advertencia a las chicas estadounidenses. “No, thank you”, se limitaron a responder. Al menos fue una despedida respetuosa.