
Por Guillermo Monti, enviado especial de LA GACETA a Roma
La tarde del jueves en Roma parecía guardar un suspiro entre sus nubes bajas, como si el cielo mismo supiera que algo grande estaba por suceder. Una llovizna suave comenzó a caer, como lágrimas contenidas que no querían hacer ruido. Fue entonces cuando el milagro de la belleza irrumpió en el gris: un gigantesco arco iris se desplegó sobre la ciudad eterna. Un gesto celestial que muchos leyeron como una despedida luminosa para el papa Francisco.
LA GACETA aterrizó hoy en Roma para ser testigo del último adiós al Papa; y fue en esta primera jornada de cobertura que la emoción se coló en los detalles. El fenómeno sorprendió a todos. No fue solo un arco iris: fue una señal, al menos así lo vivieron muchos de los fieles que aguardaban en las cercanías del Vaticano.
“Es el cielo saludando a Francisco”, dijo un testigo, con lágrimas contenidas en la mirada. “Es un gesto de agradecimiento, de despedida”, comentaban otras personas entre susurros, como si temieran romper la magia de ese instante.
Roma, tan acostumbrada a los símbolos, supo detenerse. No hubo bocinas, ni prisa, ni turistas ensimismados. Solo un respiro colectivo bajo un cielo que, por un momento, pareció hablar.
En los próximos días, el mundo pondrá los ojos sobre esta ciudad cuando sea el entierro del Papa. Pero esta tarde-noche, fueron los corazones los que se sintieron mirados. Como si el cielo mismo se inclinara para decirle “gracias” a Francisco.