
Una semana tranquila. Demasiado para quienes esperaban días convulsionados con el nuevo régimen cambiario que afecta desde el simple consumidor hasta el más encumbrado exportador. Una semana de definiciones. Eso es lo que se viene en la que arranca. Javier Milei tiene otra prueba de fuego. La cotización de la divisa estadounidense se acerca más a la banda inferior que a la superior y esto golpea al campo, que duda entre liquidar divisas o seguir esperando. El Presidente pone las condiciones. Si no lo hacen ahora, los agarrará el retorno de las retenciones, hacia el segundo semestre del año. El agro desconfía de las acciones de la Casa Rosada, pero poco y nada puede hacer frente a un mundo que sigue convulsionado ante la guerra comercial entre Estados Unidos y China. La balanza comercial se resiente y el Gobierno amenaza con más importaciones si es que las fábricas locales, particularmente de alimentos, insisten en subir los precios. Lo que sustenta el discurso oficial es lo que percibe la sociedad: todo se movía al ritmo del “blue” y, ahora que hay un esquema más o menos estable, insisten en tomar un atajo para cubrirse de la devaluación. El mismo Gobierno cae en esa trampa; prefiere hablar de depreciación antes que aceptar una devaluación controlada.
Los tiempos están acelerados. El dato de inflación de marzo marcó un punto de inflexión. La Argentina es como una caja de sorpresas; cuando gran parte de los agentes económicos esperaban un 2,7%, el Instituto Nacional de Estadística y Censos (Indec) sorprendió con un 3,7% de variación en el tercer mes del año. Cuentan que el propio Milei trata de autoconvencerse de que la inflación bajará y, a cada instante, pregunta a sus colaboradores si está dado un escenario para revertir la tendencia y volver a un Índice de Precios al Consumidor (IPC) descendente, a menos del 2%. Él lo proyectaba para este mes, pensando que, de esa manera, entraría con el oxígeno político suficiente para enfrentar la batalla legislativa en la Ciudad Autónoma de Buenos Aires, el 18 de mayo. Los comicios porteños por las 30 bancas en la Legislatura serán la vidriera en la que se reflejará la tendencia para las parlamentarias nacionales del 26 de octubre.
El piso inflacionario puede ser más elevado de lo previsto para los próximos dos o tres meses, pensando en el impacto del nuevo régimen cambiario. De allí la preocupación libertaria por cerrar todos los canales de incremento por parte de los formadores de precios. Resta saber qué sucederá con las tarifas, una situación inconclusa si se toma en cuenta las metas trazadas en el Programa de Facilidades Extendidas firmado con el Fondo Monetario Internacional (FMI). Con la situación socioeconómica actual, Milei no tendrá otra alternativa que pisarlas, como hicieron sus antecesores durante los años impares. Tocarlas implicará un mayor malhumor social, como lo advierte el reciente diagnóstico que hizo D´Alessio IROL y Berensztein, en el que el 49% de los consultados señala que siente preocupación por las modificaciones al programa económico y al 43% de los sondeados con respuestas múltiples le despierta la desconfianza.
La percepción sobre las dos variables más observadas por la sociedad no contribuye a los planes oficiales. Según el diagnóstico privado, un 69% considera que se incrementará la cotización de la divisa norteamericana, en tanto que un 79% entiende que el nivel general de precios irá al alza.
Ajuste, esa mala palabra
Si hay una meta que el Gobierno nacional ha exhibido como principal ancla es lo fiscal. El ajuste es una herramienta que, a través de la motosierra, le ha permitido a la Casa Rosada acomodar las cargas internas de un país acostumbrado al déficit fiscal. El FMI establece una meta de 1,3% de superávit, que el Presidente ajustó a 1,6% en su conferencia de prensa del viernes 11. En años sucesivos, el ajuste fiscal en el resultado primario se incrementa de manera significativa: en 2026 asciende a 2,2% y en 2027 a 2,5%, observa Adcap Grupo Financiero.
Esta semana, el Palacio de Hacienda sondeará a las provincias sobre la sostenibilidad del control de gastos e incremento de los ingresos. Las luces de alerta se encendieron a principios de mes, en Neuquén, cuando los ministros de Economía de las 24 jurisdicciones subnacionales pidieron respuestas sobre cómo será el esquema de comportamiento en las transferencias dinerarias, así como en algún que otro régimen de compensación, debido a la caída de los ingresos por baja actividad.
El ministro de Economía, Luis Caputo, citó a sus pares provinciales a una cumbre prevista para el jueves que viene. El “mejor ministro de la historia económica argentina”, al decir de Milei, quiere sondear los ánimos y comunicar personalmente cuáles serán las nuevas reglas de juego tras la firma del acuerdo con el Fondo. Pero también intentará renovar los pactos de no agresión, con visión netamente política, con los distritos que dialogan con la Rosada.
El desempeño fiscal de esos distritos estuvo, en general, acorde con el “Plan Motosierra”: una contracción de los ingresos (12,7% real interanual) y del gasto (15,1%), según se desprende del informe difundido por Politikon Chaco, en base a datos de la Dirección Nacional de Asuntos Provinciales. Salvo Neuquén, todas las provincias han registrado caída en sus niveles de ingresos; por eso, el distrito gobernado por Rolando Figueroa ha realizado el ajuste más bajo durante 2024: de un 1,5%, muy lejos de San Luis, con un ajuste del 40,9% en sus erogaciones porque el distrito a cargo de Claudio Poggi registró la peor caída de ingresos durante el año pasado, del 26,3%, en el ranking nacional.
¿Cómo le fue a Tucumán? Desde antes de que Milei se convirtiera en presidente de la Nación, el gobernador Osvaldo Jaldo viene aplicando una serie de medidas de ajustes para reducir el gasto y salir del esquema de giro al descubierto en el agente financiero para pagar los sueldos. Así, de acuerdo con el diagnóstico del Gobierno nacional, el superávit financiero de la Provincia ha sido de $ 163.690 millones durante 2024, una cifra que equivalente a poco más de una planilla salarial y media mensual en el Estado provincial.
Jaldo se ha sentado en la caja. Sabe que en los años electorales -y más aún cuando el que dirige el país no es del mismo signo político- es necesario tener cierta autonomía financiera para sustentar una campaña en la que, más allá de las cuatro bancas en disputa, se juega el escenario para el segundo tiempo del partido que le queda a su mandato, los dos años previos a las elecciones generales. El tranqueño se tomó unas minivacaciones en Semana Santa, pero todos saben que, a su regreso, los temblores se percibirán en el terreno oficialista, con impacto en territorio opositor.
“Habrá decisiones de fondo en todos los sentidos”, señalan en su entorno. La frase no es antojadiza. Jaldo no se ha despegado del teléfono para dar instrucciones y corregir situaciones. Los ministros están en evaluación permanente. Algunos por su déficit en exponer públicamente los logros de gestión; otros porque son potenciales candidatos a diputados. La última vez que el gobernador salió de licencia vino con fuertes cambios en el gabinete. Nadie niega que en esta oportunidad suceda algo similar.
Párrafo aparte está la situación de Tafí Viejo. El reclamo cruzado de deudas ha colmado la paciencia de la Casa de Gobierno. La intendenta Alejandra Rodríguez reclama descuentos indebidos al Poder Ejecutivo, en una cruzada más desde que dejó de ser parte del Pacto Social. Según señalan algunos funcionarios, había un pacto de no agresión pública mientras se concilian informes. Con este nuevo planteo, en el Ministerio de Economía dan por cerrado el diálogo y ahora diseñan estrategias para el cobro de lo que surge como deuda de ese municipio con la provincia. No habrá reuniones que estaban previstas para los próximos días. Hablarán los números.
Otra situación que tendrá que resolver Jaldo a su regreso es la relación con la intendenta capitalina Rossana Chahla. El gobernador creía que tenía el álbum oficialista completo para enfrentar los próximos comicios, pero de pronto se encontró con ciertos desencuentros con la jefa municipal. Es un silencioso distanciamiento que hay entre ambos tan imperceptible a los ojos de la opinión pública como la distancia elegida entre ambos para la pausa en sus actividades. Pueden que se sucedan los llamados y hasta las reuniones, pero, si la idea es llegar hasta octubre con la mejor proyección electoral posible, algo deberá suceder para acercar a las partes y evitar que las aguas del río se dividan. Suficiente con el peronismo disidente que, hasta ahora, va por fuera del PJ en el próximo turno electoral.
En lo que sí observa Jaldo, a lo lejos, es que las divisiones de la oposición contribuyen a alcanzar sus objetivos inmediatos: asegurar las dos bancas en juego y, de ser posible, sumar otra, y pasar el test electoral con cierta aprobación ciudadana. “En vez de reproducirse en su ausencia, los opositores se están exterminando entre ellos. No me quiero imaginar si el comisario decide quedarse unos días más de descanso; directamente desaparecen”, ironiza un allegado al mandatario provincial. Alude así a la diáspora cada vez más evidente entre libertarios, radicales, republicanos y otros aliados circunstanciales como CREO.
Con este cuadro de situación, las fuerzas políticas tucumanas están más verde que el dólar.