
En una cajita blanca, convenientemente protegido, descansa el paladar de un Ichhutherium wayra. Se mantuvo intacto durante 18 millones de años, incrustado en una piedra en la Puna catamarqueña, pero ahora tiene nuevo hogar en Horco Molle: el Instituto Superior de Correlación Geológica (Insugeo, Conicet-UNT). Matías Armella porta la cajita con sumo cuidado y cuando la abre es para que el fotógrafo de LA GACETA documente el contenido. Las hileras de dientes se distinguen con absoluta nitidez, fruto de un proceso de fosilización que funcionó perfectamente.
Armella, que es paleontólogo y Doctor en Ciencias Biológicas, se constituye por estos días en el guardián de un tesoro científico cuyo nombre tiene una explicación. El “bicho”, como cariñosamente le dice Armella, combina las voces quechuas ichhu (pastos bajos) y wayra (viento) con el griego therium (bestia). Era entonces una “bestia de los pastos y el viento” cuya antigüedad sobrepasa todos los hallazgos similares. Una nueva pieza del apasionante rompecabezas prehistórico.
Siguiendo las indicaciones de Armella y utilizando una IA, Günther Ortiz-Tempel completó una reconstrucción tridimensional del Ichhutherium wayra. No luce muy diferente a los carpinchos actuales, pero lo cierto es que pertenece a una especie extinguida antes de que el hombre pisara la Puna catamarqueña. La investigación, publicada en el Journal of Systematic Palaeontology, brinda todas estas precisiones que la academia exige.
Durante una cálida siesta otoñal, mientras los bikers van y vienen por Horco Molle, Armella cuenta los pormenores de este hallazgo prehistórico que lo tuvo como uno de sus protagonistas. Pero lejos estuvo de trabajar solo, ya que contó con la colaboración de Judith Babot, investigadora de la Unidad Ejecutora Lillo (UEL, Conicet-UNT), y de sus colegas del Insugeo Daniel García-López y Carolina Madozzo, quienes formaron parte de la campaña en Catamarca.
- ¿Cómo se toparon con semejante hallazgo?
- Investigadores que trabajan en un instituto del Conicet de Mendoza (el Instituto Argentino de Nivología, Glaciología y Ciencias Ambientales -Ianigla-) hicieron una campaña de exploración a la Puna de Catamarca con fines geológicos. Eso los obligó a caminar mucho recorriendo diferentes lugares. Y fue así que en un cuerpo de roca encontraron embutido el material y lo identificaron como un fósil. Hay toda una legislación referida al tratamiento de estos restos, así que se limitaron a tomar fotografías e información geosatelital para poder ubicarlos en el futuro.
- ¿Y entonces?
- Cuando volvieron a Mendoza se contactaron con paleontólogos y les contaron sobre el hallazgo. Justamente una de esas paleontólogas, llamada Esperanza Cerdeño, fue mi directora de tesis. Ella sabía que nuestro grupo tiene el permiso de prospección en la Puna de Catamarca y nos propuso que rescatáramos los restos.
- ¿De qué información disponían?
- Era un material expuesto a simple vista y el peligro que corría era que con las tormentas se empezara a lavar y se perdieran piezas. Bien, esto ocurrió a fines de 2023, por lo tanto había que hacer la campaña rápido para anticiparse a las lluvias del verano de 2024. Como contábamos con la fotografía del contexto del lugar, sumado al punto GPS, dimos con el material relativamente rápido. Fue una campaña de cinco días y al tercero lo pudimos extraer sin mayores dificultades.
- ¿Cómo resultó la experiencia?
- Estaba en una roca que corresponde a la formación Potrero Grande, cerca del Salar del Fraile, al oeste de Antofagasta de la Sierra. Para llegar al punto hay que atravesar una serie de cordones montañosos, eso sería la parte más dificultosa, porque no se puede ir en vehículo. Hay que caminar mucho y en la Puna, a 3.900 metros de altura, se complica.
- ¿Y en cuanto a los restos?
- Los encontramos metidos en la roca, con los dientes expuestos. Cuando empezamos a extraer el material teníamos la esperanza de encontrar algo del resto del cráneo, pero sólo hallamos el paladar. Afortunadamente tiene muchos dientes preservados, lo que es muy importantes cuando se trabaja con mamíferos. Entonces se pudo hacer un estudio comparativo preciso para determinar la especie. Lo que se ve es un paladar con la serie de dientes de lo que sería el lado izquierdo y algunos del lado derecho.
- Hablemos del ejemplar. ¿Qué sabemos de él?
- Se trata de un ungulado nativo sudamericano, un mamífero placentario herbívoro cuya familia es bastante interesante al ser un grupo completamente endémico de América del Sur, no tenemos registro de su presencia en otros lugares, al menos durante las edades correspondientes a este material. Dentro de los ungulados nos encontramos con la familia mesotéride, que aparece hace alrededor de 30 millones de años y se extingue hace unos 70.000 años, antes de la llegada del homo sapiens a América del Sur.
- ¿Cómo era? ¿Qué hacía?
- Era una combinación entre lo que sería un carpincho actual y un wombat, esos marsupiales australianos que son bichos chiquititos y cavadores, medio topos. Los representantes más modernos de esta familia tenían esa característica, es decir que podían haber utilizado los miembros anteriores para cavar, alimentándose de tubérculos o de pasturas que son bastante abrasivas. Sobre este ejemplar lo que podemos estimar es una masa corporal de entre 12 y 15 kilos. Es un estimado a partir de las medidas de los dientes y del paladar. Sería relativamente pequeño; se encontraron formas más chiquitas, pero también otras mucho más grandes. De hecho, la tendencia dentro de esta familia es el aumente de tamaño a medida que nos acercamos a edades más modernas.
- ¿Y por qué se extinguió?
- Hay teorías de extinción que tienen que ver con una especie de desbarajuste ambiental. Recordemos que América del Sur estaba aislada de América del Norte y de la Antártida, era como una isla en la que toda esta fauna estaba adaptada a una convivencia con determinadas condiciones ambientales. Pero hace 2,5 millones de años -el Pleistoceno- empiezan los movimientos tectónicos que contactan América del Norte con América del Sur mediante lo que hoy conocemos como istmo de Panamá, un puente terrestre. A eso se sumaban las glaciaciones que se estaban viviendo en ese momento. Entonces la fauna norteamericana empieza a migrar hacia América del Sur buscando mejores condiciones, mientras la fauna de América del Sur se ve enfrentada a este nuevo componente biótico con la presencia de carnívoros y otro tipo de herbívoros, animales que hoy vemos de forma más habitual.
- Corrían en desventaja...
- Claro, empiezan a tener competidores, no solamente por recursos alimenticios sino también por el espacio. Llegan nuevos depredadores, lo que genera un desequilibrio en la población. Sumando el cambio climático a esto, los ungulados nativos empiezan a disminuir, al menos es lo que vemos en el registro fósil. Los pocos que llegaron a sobrepasar esos cambios ya conformaban poblaciones bastante diezmadas.
- ¿Los humanos no tuvimos nada que ver?
- No podemos decir en concreto que la llegada del homo sapiens fue un factor determinante, porque ya sabíamos que las poblaciones venían disminuyendo.
- ¿Hubo Ichhutherium wayras en Tucumán?
- Hasta el momento solamente lo identificamos en Catamarca. Lo que hubo en Tucumán fueron parientes, de hecho se encontraron restos de representantes de la familia mesotéride en la zona cercana a El Cadillal. Hay una formación ahí conocida como India Muerta que es más moderna, tiene entre 7 y 9 millones de años, y se encontraron restos de dientes también atribuibles a un representante de la familia. En Catamarca hay otros ejemplares más jóvenes, dentro de los 7 a 4 millones de años. Y si nos vamos un poco más al sur, en Mendoza también hay edades jóvenes, por lo que el Ichhutherium wayra es el más antiguo que se encontró.
- ¿Cuál es la importancia de este hallazgo?
- La roca donde se encontró el material tiene una edad datada en 18 millones de años. Hay que destacar que se trata de un área en la que hasta el momento no se tenía registro fósil, por lo tanto nos da la idea de que hay un potencial fosilífero bastante interesante en la región. Eso nos invita a seguir prospectando, podemos encontrar más cosas. Además, al tener una edad bastante precisa de lo hallado nos permite acotarnos temporalmente en esa región. En cuanto al material en sí, podemos establecer en estos bichos un patrón general para lo que era la fauna en aquel momento.
› El investigador
Matías Armella es Doctor en Ciencias Biológicas (UNT) e investigador del Instituto Superior de Correlación Geológica (Insugeo, Conicet-UNT). Ejerce la docencia en las cátedras de Paleontología de la Facultad de Ciencias Naturales e Instituto Miguel Lillo (UNT) y de la Facultad de Ciencias Exactas y Naturales (Universidad Nacional de Catamarca).