Hace dos décadas, una ciudad argentina quedó sumergida bajo el agua. La represa de Salto Grande, cuyo plan comenzó en 1946, ya había establecido que las aguas inundarían la vieja Federación, forzando a sus habitantes a abandonar su hogar.
Durante más de 30 años, la represa fue una amenaza constante hasta que, en marzo de 1979, las aguas comenzaron a avanzar. En ese momento, el presidente de facto, Jorge Rafael Videla, llegó para hablar del futuro mientras la ciudad se hundía.
El traslado no fue sencillo. De un pueblo lleno de árboles y casas espaciosas, los federaenses se mudaron a un lugar aún en construcción, sin árboles y cubierto de barro. Muchas casas carecían de puertas, y la luz pública era escasa. La vida se desarrollaba entre obras inconclusas, pero, 20 años después, Nueva Federación es un pueblo limpio y ordenado, con flores por doquier.
¿Cómo es la historia de la ciudad argentina que desapareció bajo el agua?
Fue en 1946 cuando comenzó a definirse el destino de la vieja Federación, a partir de la firma del tratado binacional entre Argentina y Uruguay, impulsado por el presidente Juan Domingo Perón.
Aquel acuerdo sentó las bases para la construcción del Complejo Hidroeléctrico, cuyo objetivo principal era la generación de energía. Desde ese momento, quedó sellado el destino de la ciudad: desaparecería bajo el agua del embalse.
En 1977 se inició la construcción de la nueva Federación, presentada ante la comunidad como un modelo de urbanismo y progreso. El nuevo asentamiento fue ubicado a cinco kilómetros del antiguo pueblo, que fue demolido y luego sumergido.
En relación a esto, un habitante local comentó: “Salto Grande administra la represa y también el movimiento del lago. Cuando hay sequía en el norte, el caudal disminuye y vuelven a aparecer los restos de la vieja Federación. Mucha gente se acerca a recorrer, a reencontrarse con los sitios donde estaban la escuela, la plaza. Es una caminata cargada de nostalgia”.