
Este 2025 consumió tres meses y medio, pero todo parece tan eterno como perecedero a la vez. Las expectativas del mercado mostraban que la Argentina se encaminaba hacia una devaluación brusca, en la que el Banco Central se quedaba sin poder de fuego para hacer frente a sus compromisos en moneda extranjera. La entidad monetaria cerró la semana anterior con una venta que trepó a los U$S 400 millones en momentos en que todos los agentes económicos encendían la TV para ver qué había preparado la gestión de Javier Milei para darle la bienvenida al 23° acuerdo que la Argentina firmaba con el Fondo Monetario Internacional (FMI). El ministro de Economía, Luis Caputo, anunció el fin de las restricciones cambiarias y reveló, de ahora en más, la economía se movería en una flotación conbandas de entre $ 1.000 y $ 1.400, con intervención del Central en caso de ser necesario. La noche del viernes halló al Presidente afirmando, de modo categórico: “eliminamos el cepo para siempre”.
La medida era necesaria porque la pérdida de reservas del Banco Central se venía acelerando y era insostenible. Los impactos sobre el proceso de desinflación y recuperación de los ingresos (salarios y jubilaciones) y la actividad seguramente serán negativos, advierte el Instituto para el Desarrollo Social de la Argentina (Idesa). Pero están dadas las condiciones para que, a diferencia de otras épocas, sean acotados, acota. El equilibrio fiscal -una situación inédita para la tradición argentina- juega a favor de que el rebrote inflacionario, por la corrección cambiaria, no se retroalimente.
La semántica pasó a ser protagonista en los días posteriores. El Gobierno niega que la Argentina se exponga a una devaluación. Prefiere hablar de flotación y hasta de depreciación, más allá de que no tuvo reparos en señalar que expuso al país al mayor ajuste fiscal de la historia. La primera condicionalidad con el FMI ya estaba cumplida. En el inconsciente colectivo, FMI es sinónimo de ajuste. Ahora la política intenta agregarle la devaluación. El problema no es la definición, sino la dimensión de ese proceso. El valor de equilibrio del dólar todavía está en plena formación, aunque en los primeros días del nuevo régimen cambiario, las cosas se dieron a pedir de la Casa Rosada.
Las casualidades no existen en política ni en economía. Todo es un plan montado al detalle que hasta el propio Caputo se encargó de revelar, sin tapujos, que el Gobierno llevaba ocho meses diseñando la flotación entre bandas y que el nuevo Programa de Facilidades Extendidas era cuestión de tiempo. El titular del Palacio de Hacienda capitaliza más el anuncio, al recordar que, en las sucesivas entrevistas que concedió, dijo que el nuevo acuerdo se firmaría en el primer cuatrimestre del año.
Las causalidades entraron en juego. En el laboratorio de experimentos del doctor Milei se pergeñó que el golpe de efectos de las medidas anunciadas debería ser tal que la semana corta pasara sin grandes sobresaltos. Eso es lo que pasó hasta ahora. La visita a la Argentina del secretario del Tesoro de los Estados Unidos, Scott Bessent, fue un aval poderoso en la alianza que Milei trata de consolidar con Donald Trump, pero despierta recelos en la otra parte del mundo, donde China no abandona la guerra comercial con la principal potencia económica del planeta. La gestión libertaria va por un acuerdo de libre comercio tan amplio como bajo en aranceles porque sabe que EEUU es la principal puerta de ingresos de los productos argentinos en mercados aún no explorados por el Gobierno. La semana corta se termina hoy. Jueves y viernes santos; sábado y domingo de descanso. El Gobierno ha pegado un cartel que dice: “vuelva el lunes”. Hasta entonces, tal vez los argentinos nos encontremos con otro escenario, con otra economía u otra manera de hacer política.
Temores
La sociedad tiene sus temores. Son fundados si se toma en cuenta las conductas históricas de una economía volátil como la Argentina. Cuando se toca al dólar, se resiente el resto de los precios, es la máxima más temida. No hubo una estampida hacia la divisa estadounidense durante el debut de la flotación entre bandas. Los bancos ofrecieron buenas tasas en plazos fijos, con el fin de que los clientes se queden en pesos. Esa es la parte que hace los ahorristas. Los otros, aquellos que no les alcanza el sueldo para llegar a fines de mes, ni siquiera miran las pizarras cambiarias. Sólo observan que en los supermercados o en los comercios de barrio los alimentos de primera necesidad no se disparen. Marzo ha encendido luces de alerta con una inflación inesperada del 3,7%. Los analistas creen que esa tasa se repetirá o subirá a un 4% durante este mes, por el efecto cambiario. “No hay precios”, comentó un proveedor a un comerciante del rubro alimentos. La frase desnuda la desconfianza existente en cierto sector de la economía por el impacto de las medidas cambiarias. La cuestión es que varias actividades se anticiparon a los hechos y remarcaron antes de tiempo por cobertura. Es allí donde el Gobierno quiere atacar para bajar las expectativas.
Milei se convence cada día que este es el mejor escenario para fortalecer las “fuerzas del cielo”. En ese marco, ayer desembarcaron en Tucumán su hermana y secretaria general de la Presidencia, Karina Milei; el vicejefe de Gabinete del Interior, Lisandro Catalán y el titular de la Cámara de Diputados, Martín Menem. Las caras visibles de La Libertad Avanza quieren consolidar en territorio dominado por el peronismo sus pretensiones de luchar por las dos bancas que quedarán vacantes del extinto espacio de Juntos por el Cambio. El problema de LLA radica en la atomización. Ricardo Bussi, legislador y conductor de Fuerza Republicana, ya dijo que no aceptará candidaturas a dedo, sopena de presentar su propia oferta. Algo similar preanunciaron los radicales sin pelucas. La empresa no parece sencilla, pero los libertarios quieren capitalizar el envión económico.
El cartel de “vuelva el lunes” también se pegó en la Casa de Gobierno. El gobernador Osvaldo Jaldo se tomó unos días de descanso y reclamó que, a su regreso, no haya novedades adversas para la gestión. El ministro del Interior, Darío Monteros, trata de mantener a la tropa dentro de las previsiones electorales previstas para este año. Se apoya en intendentes y en delegados comunales, pero también en algunos referentes que, hasta hace poco, militaban en la oposición. Todo suma para el test electoral que se avecina, en una elección rara en la que, probablemente, la agresión clásica de las campañas no tenga la virulencia de las anteriores, sencillamente porque Jaldo está profesando la fe dialoguista. Es muy posible que las postulaciones dentro del peronismo no requieran de internas. Los disidentes que no comulgan con el libertario pueden llegar a construir un espacio propio y presentarse así a las elecciones del 26 de octubre.
Más allá de estas posturas, la calma no es patrimonio justicialista. Los velados chisporroteos entre la intendente de la Capital Rossana Chahla, y el ministro de Desarrollo Social de la Provincia, Federico Masso, constituyen que no todo está bien en la viña del señor de Trancas. Sin embargo, él mismo ha dado la orden de que la sangre no llegue al río. En este sordo enfrentamiento también se colgó aquel cartel de moda: “vuelva en lunes”.