San Anastasio se celebra este 22 de enero según el calendario del santoral cristiano, entre otros nombres.
Su nombre original era el de Magundat. Fue un soldado de Cosroes II, Rey de Persia. Se pasó al cristianismo y se bautizó en Jerusalén, aunque unos años más tarde se le arrestó. Tuvo que verse las caras con el Rey Betsaloe, donde ratificó su fe, hecho que le hizo morir estrangulado y decapitado.
Santa Irene
Santa Irene de Tesalónica, una joven virgen y mártir del siglo IV que enfrentó la brutal persecución del emperador Diocleciano por su firmeza en la fe cristiana. Su valentía y sacrificio la convirtieron en símbolo de resistencia espiritual frente a la tiranía.
El contexto de la persecución
La figura de Santa Irene se inscribe en un periodo oscuro para los cristianos del Imperio Romano. Diocleciano, decidido a erradicar la "superstición cristiana", ordenó la quema de libros sagrados y prohibió cualquier expresión de esta fe. En Tesalónica, una ciudad de Macedonia, las hermanas Ágape, Quionia e Irene fueron apresadas por desafiar estas leyes.
La fortaleza de Irene ante el poder
Tras el martirio de sus hermanas mayores, Irene compareció ante el gobernador Dulcecio, quien intentó doblegar su voluntad mediante amenazas y halagos. El gobernador exigió que renunciara a su fe y adorara a los dioses romanos, pero Irene respondió con serenidad y convicción: "No, pues con ello correría peligro de caer en el infierno".
Durante el interrogatorio, Irene reveló que había ocultado los libros sagrados bajo la guía de Dios, sin involucrar a nadie más para evitar traiciones. Cuando se le preguntó cómo sobrevivió al decreto imperial, contestó que se refugiaron en las montañas, confiando únicamente en la providencia divina para su sustento.
Un martirio cruel
El gobernador Dulcecio, enfurecido por su resistencia, ordenó que Irene fuera llevada desnuda a un burdel bajo estricta vigilancia. Sin embargo, la intervención divina preservó su pureza. Ante el fracaso de sus intentos de humillarla, Dulcecio dictó una sentencia aún más terrible: Irene fue quemada viva. Las actas señalan que la obligaron a arrojarse ella misma a las llamas, aunque algunas versiones posteriores afirman que fue atravesada por una flecha.
Un legado de fe
La historia de Santa Irene de Tesalónica es un testimonio de fe inquebrantable y defensa de la libertad espiritual. Su martirio recuerda la importancia de los libros sagrados como fuente de esperanza y verdad en tiempos de opresión. Su memoria sigue viva, inspirando a generaciones de creyentes y destacando la fuerza del espíritu humano frente a la injusticia.
El ejemplo de Irene, junto con el de sus hermanas, Ágape y Quionia, permanece en el santoral como un llamado a la valentía y la fidelidad a los principios, incluso a costa de la propia vida.
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