Querida Marita: Hoy, como cada 14 de diciembre, el mundo se detiene un instante para recordarte, para imaginarte aquí, con tu risa, con tus abrazos que siempre llenaban cada espacio de amor. Este día que debería estar lleno de festejos se transforma en una mezcla de emociones profundas: amor, tristeza, pero sobre todo, esperanza. Porque, aunque nos arrebataron la posibilidad de tenerte cerca, tu esencia sigue viva en todo lo que hacemos. Sos mi guía, mi fuerza para no detenerme, mi inspiración para seguir luchando por la verdad, por la justicia y por un mundo donde nadie más pase por lo que pasamos nosotras. Micaela es tu reflejo más puro. En sus ojos veo tu mirada, y en su risa escucho la tuya. Ella me recuerda cada día el inmenso regalo que me diste al ser su mamá, al dejarme este pedacito de vos que ilumina mis días y me da motivos para seguir adelante. Hoy no quiero hablar solo de dolor, porque en tu memoria hay también un llamado a la acción, una promesa de no rendirme jamás. Tu cumpleaños es un recordatorio de que la lucha que emprendimos juntas trasciende el tiempo y el espacio, y que mientras siga habiendo una madre buscando a su hija, estaré ahí, como vos estarías, alzando la voz. Gracias, mi Marita, por enseñarme el amor más puro, por darme la fortaleza que a veces siento que me falta, pero que siempre aparece cuando pienso en vos. Tu luz nunca se apaga, ni en mi corazón ni en el de quienes te aman y te buscan. Te extraño cada día de mi vida, pero sé que estás conmigo, en cada paso, en cada logro, y en cada mirada de tu hija. Te amo con todo mi ser, y seguiré luchando hasta el último de mis días.
Con todo mi amor, Tu mamá, Susana
Susana Trimarco
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