Fantasías compartidas

28 Mar 2021
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Fantasías compartidas

¿Hay algo más frecuente que las fantasías sexuales en prácticamente todas las personas? Sin embargo, igual de universales es que sean negadas y que rara vez sean compartidas con otros. De hecho muchos piensan que si sus parejas se enteraran de qué material se trata, probablemente se sentirían escandalizadas u ofendidas. Preocuparse por esto no tiene mucho sentido: si nos excitan y no dañan a nadie… ¿cuál es el problema?
Las fantasías ocupan un lugar de gran importancia, ya que funcionan como un disparador del deseo y -aunque nunca se hagan realidad- enriquecen la vida sexual. Son un medio inofensivo de experimentar aquello que quizás no nos convendría llevar a la práctica, o que hacerlo resulta imposible. Nos ayudan a conocernos, a ignorar las prohibiciones, a dar salida a nuestra agresividad potencial, a desafiar los tabúes y, sobre todo, contribuyen a mejorar nuestra sexualidad. Qué inútil será echarse la culpa por esto. Eso sí: cuando lo imaginado genera ansiedad o desagrado, o tiene que ver con algún episodio sufrido, o si después de utilizarla –e incluso de gozar con ella- produce un gran malestar, lo recomendable sería acudir a un terapeuta y ponerle palabras a lo que está generando angustia.

Antes de hacerlo…

Sylvia de Béjar, escritora española y experta en sexualidad humana, sostiene que, si bien puede ser estimulante compartir las fantasías sexuales con la pareja, es bueno tener algunas consideraciones previas:
En primer lugar, señala que lo mejor sería empezar por algo inofensivo. Por ejemplo, “imagino que me vendás los ojos y empezás a acariciarme”. Todos tenemos alguna idea de lo que le excita a nuestro partener, por lo que una buena estrategia es incluir en el relato algo que sepamos que le va a gustar. Y ver… ¿cómo reacciona?, ¿se excita?, ¿lo hacen ambos? Esto dará la pauta de cuál es el camino que conviene seguir explorando.
Obviamente, compartir tiene sus riesgos. Lo que a uno le excita a otro puede disgustarle, provocarle celos y/o inseguridad. Hablando de los straights, la española advierte: “Tan probable es que no te guste enterarte de que alguna vez fantasea con tu mejor amiga como que a él no le entusiasme que lo hagas mentalmente con su compañero de trabajo. ¿Y si te cuenta que fantasea con hacerlo con otro hombre? ¿Lo asumirás tranquilamente o dejarás de mirarlo con los mismos ojos?”. A veces, no hay que ser del todo sincero: no es hipocresía, sino cuidado del otro y de la relación.
Por otra parte, lo más probable es que una fantasía hecha realidad no alcance el grado de intensidad que genera cuando sucede en nuestra mente. Nancy Friday, experta en el tema, afirmaba que esto ocurre porque en la imaginación todo está controlado y sucede a nuestra medida. Y que por cada persona que refiere goce al materializar sus fantasías hay cuatro que se llevan un desengaño. De hecho Masters y Johnson llegaron a advertir que, “en ocasiones, la fantasía pierde todo su valor erótico”.
Por último, existe el peligro de que al contarse la pareja ciertas fantasías, acaben hablando de poner en práctica algo que en su mente no es peligroso, pero que en la vida real, si no están preparados para afrontarlo, podría dañarlos. En tal caso, quizás lo más sexualmente inteligente sea no compartir este material o profundizar en él, al menos hasta sentirse más seguros.

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Psicóloga, sexóloga clínica y colaboradora de LA GACETA desde hace más de 10 años.