20 Sep 2020
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¿Liberadas?

En los 90, el antropólogo John Townsend, de la Universidad de Syracuse, investigó la vivencia del sexo casual en un grupo de mujeres heterosexuales. Y advirtió que muchas adultas experimentadas confesaban que, aunque desde un punto racional los encuentros fugaces les parecían más que deseables, les costaba evitar que sus emociones coincidieran con esta postura y que con frecuencia terminaban por sentirse utilizadas, dolidas, menospreciadas.
Observó que estas mujeres solían pasar por tres fases. En la primera, buscaban poner a prueba su poderío erótico y su capacidad de vivir el sexo con la misma libertad que los hombres. Luego empezaban a cuestionarse esta permisividad, porque a pesar de no tener nada en contra del sexo sin amor, les producía malestar el desinterés posterior de sus amantes (aunque intentaban ignorar o evitar estos sentimientos). Finalmente reconocían estas heridas y muchas tomaban la decisión -¿lo lograban?- de abandonar el sexo casual para evitar estas consecuencias emocionales.
En esa misma línea una encuesta estadounidense entre mujeres que habían protagonizado aventuras de una noche, el 80% de las que se declararon contrarias a esta práctica dijo haberse arrepentido. Pero no por razones morales o por vergüenza, sino por la desilusión que sobrevino luego, ya que habían esperado que algo más ocurriera… la famosa llamada, por empezar, que nunca llegó. 

“Falsas liberadas”

Respecto a las mujeres que se sienten realmente libres de ejercer su derecho a disfrutar de su sexualidad como más lo deseen cuando no quieren o no tienen una relación comprometida… la experta en sexualidad humana y educadora sexual española Sylvia de Béjar afirma que es difícil encontrar un ejemplar “sin fisuras”. Donde esta libertad sea realmente disfrutada sin más consecuencias que el deleite obtenido. Ocurre que, aún tratándose de aventuras de una noche, muchas mujeres terminan priorizando el placer del desconocido y/o no logran la estimulación física y psíquica necesarias. 
No es extraño –sostiene- que a las consultas profesionales lleguen muchas “falsas liberadas”, intentando afrontar los sentimientos de vacío, de desarraigo respecto del propio cuerpo y/o de insatisfacción sexual (“no siento nada”, “no tengo orgasmos”) provocados por una liberación mal entendida.
Nos invita, sin hacer un alegato contra nuestra libertad sexual, a reflexionar sobre cómo y por qué compartimos nuestros cuerpos: “Las aventuras de una noche pueden ser excitantes, placenteras e incluso aumentar nuestra autoestima, ¡cuando una tiene claro a lo que va! Pero no siempre se saldan sin consecuencias…”.
¿Dónde radica entonces la auténtica libertad sexual? Ni más ni menos que en estar en contacto con lo que a cada momento necesitamos, honrarlo y saber cuidar de nosotras mismas.

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Psicóloga, sexóloga clínica y colaboradora de LA GACETA desde hace más de 10 años.