31 May 2020
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Adicto a vos

Uno de los estados más gratificantes y que generan un mayor grado de bienestar emocional y salud física ocurre cuando estamos inmersos en una relación romántica satisfactoria. Quizás por eso sea tan fuerte nuestro impulso hacia el amor romántico: lo perseguimos porque de alguna manera lo necesitamos. Y cuando lo encontramos nos volvemos adictos –mucho más que al sexo- a ese amor en concreto y no a otro. Así lo afirma el divulgador científico Pere Estupinyà en su libro “La ciencia del sexo”, donde se refiere, entre otros asuntos, a esta “adicción”.

Al parecer, todo empieza en el centro del placer del cerebro, situado en el sistema límbico, sede de las emociones. A él le debemos la placentera dopamina cuando hacemos algo positivo para nuestro cuerpo. Así, cuando comemos, tenemos sexo, hacemos ejercicio o superamos un reto, cierta área del cerebro nos recompensa con chorros de esta sustancia, generándonos una maravillosa sensación de euforia y bienestar que querremos repetir lo antes posible.


Un vínculo neuroquímico


Estudios con imágenes cerebrales han revelado que cuando alguien está disfrutando con la persona amada, el centro del placer se activa y empieza a segregar dopamina. Pero eso no es todo: también se activan otras áreas cerebrales relacionadas con la percepción, el recuerdo y el aprendizaje. ¿Y esto qué significa? Que estamos aprendiendo que es esa persona y no otra la que nos genera el placer, y cada vez que volvemos a pasar un buen rato con ella el vínculo neuroquímico se va fortaleciendo. Sin duda, una cuestión clave cuando de amor se trata. Asegura Estupinyà: “Somos adictos a la comida, pero no a un plato determinado. En cambio, durante el tiempo de enamoramiento ésa es la única persona que está activando nuestro sistema de recompensa. Y si además el sexo es apabullantemente satisfactorio, los niveles de dopamina serán todavía más altos y la asociación más sólida si cabe”.


Ojo con la oxitocina


El vínculo con esa persona que durante semanas o meses ha estado ofreciéndonos placer puede llegar a hacerse tan fuerte que luego el pensar en ella, ver una foto, recibir un mensaje o imaginar el futuro también activan los canales dopaminérgicos, generando bienestar y encendiendo el circuito de búsqueda que nos hacen desearla todavía más. Necesitamos a esa persona, estamos enganchados a ella en buena medida por su poder de lograr que segreguemos dopamina recurriendo tan sólo a la memoria y la imaginación. En esas circunstancias, “la satisfacción que podría darnos el sexo con un desconocido es irrisoria”. 

El autor advierte la importancia de no dejarnos embaucar por la amorosa oxitocina, que tanta fama tiene. Esa hormona que nos produce bienestar y apego tras el orgasmo, que nos relaja y nos hace sentir cariñosos… pero que no nos enamora, no activa nuestro deseo. Por lo mismo, enfatiza: “Procuren mantener siempre bien altos los niveles de dopamina asociados a esa persona, ya sea con sexo o compartiendo otros placeres. Celebren juntos los éxitos y busquen novedades unidos. Nuestro cerebro debe conservar siempre fuerte el vínculo entre esa persona y el placer”.


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Psicóloga, sexóloga clínica y colaboradora de LA GACETA desde hace más de 10 años.