Afinidades y diferencias

23 Feb 2020
1

Carlos y Diana

Mucho se ha teorizado acerca de la importancia -o no- de que los integrantes de una pareja tengan en común ciertas cosas. También sobre la idea según la cual “los opuestos se atraen” y que esas diferencias aportan un poco de “pimienta” al vínculo.
Si bien la balanza se inclina por las afinidades, en realidad no sería tanto el parecido lo que lleva a las personas a estar juntas, sino que el ser muy distintos es lo que tiende a alejarlos. Y es cierto: ¿Quién no ha comenzado alguna vez a charlar con alguien que le resultaba atractivo, perdiendo el  interés ni bien se dio cuenta de que pertenecía a otro mundo? Lo afirma Adrienne Burgess, la reconocida asesora familiar australiana: “cuando una persona pierde interés rápidamente en otra, el rechazado generalmente siente que fracasó, que de alguna manera no era lo suficientemente bueno. Esto no siempre es así. Simplemente, ambas partes resultaron ser demasiado diferentes como para poder establecer un vínculo”.
Dicho de otro modo: cuando una “pareja despareja” es feliz, casi siempre lo es a pesar de sus diferencias, o porque ambos se asemejan en otras cosas. También –y esta puede ser una buena causa- porque se ven a sí mismos como parecidos. Ocurre que, cuando ambas partes de una pareja ven que determinado rasgo propio es similar a un elemento de la otra parte, también tienden a captar otras coincidencias, aunque no existan realmente. Por el contrario, cuando se ven como diferentes, pueden negar cualquier otra similitud (aunque los demás perciban muchas desde afuera).

¿Un cuento de hadas?

Un ejemplo mundialmente conocido de las discrepancias entre lo que ven los de afuera y lo que ocurre al interior de una relación fue el del príncipe Carlos de Gales y Diana Spencer. Se casaron a principios de los ochenta en una ceremonia que fue vista por 750 millones de personas (fue el enlace nupcial con más espectadores de todos los tiempos). Y es que la televisión proyectaba lo que parecía el final feliz de un cuento de hadas. Si hasta la carroza en que llegó la novia a la Catedral de San Pablo se parecía al mágico transporte que condujo a Cenicienta al baile. Sin duda la gente veía en la pareja real un match perfecto, pródigo en afortunadas y poderosas coincidencias. Pero, como muchos recordarán, después supimos en detalle lo profundamente infelices que eran Carlos y Diana en la intimidad, y hasta qué punto no hacían más que sufrir sus diferencias.
Resulta curioso notar que la mayoría de las parejas que son infelices no pueden ni siquiera ponerse de acuerdo sobre la causa de su fracaso: cada uno dará una razón diferente.

La comunicación

El estilo de comunicación es un factor que también gravita: quienes lo hacen de manera parecida encuentran más fácil resolver sus diferencias. Esto echa por tierra la vieja creencia de que los únicos vínculos bendecidos con una vida satisfactoria son aquellos que pueden hablar abiertamente de su relación. Falso: personas de pocas palabras se pueden llevar muy bien.
Por otro lado, mientras que en las parejas que se mantienen juntas y felices hay muchas coincidencias, esto por sí solo no predice una felicidad eterna. De hecho, la mayoría de los que se separan comenzaron su relación de un modo aparentemente similar al de quienes se mantuvieron unidos. Es más: algunos postulan que las parejas de orígenes muy diferentes suelen cometer menos errores cuando juzgan la compatibilidad, ya que para conocerse deben conversar más y destinar un buen tiempo a explicarse mutuamente muchas cuestiones.

Comentarios

Psicóloga, sexóloga clínica y colaboradora de LA GACETA desde hace más de 10 años.