Erótica mente II

12 Ene 2020
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Erótica mente II

Sylvia de Béjar, la experta en sexualidad humana y educación sexual, elabora una variedad de propuestas destinadas a erotizar la mente femenina. Parte de la base de que una de las principales causas del desgano sexual está en dejar el deseo librado a la espontaneidad. Error: es una batería que se carga andando… y parte de ese andar es hacerle un lugar en nuestra cabeza.

A pesar de los estigmas, la española nos insta al cibersexo, a explorar las inmensas posibilidades que ofrece internet: webs picantes, otras totalmente serias, sexshops virtuales y chats donde el anonimato permite dar rienda suelta a la imaginación.

Para las que escriben un diario –todavía quedan algunas- la consigna es incluir las andanzas eróticas o iniciar uno exclusivamente sobre el tema: volcar estos temas en papel puede reportar muchos beneficios a la hora de afrontar ciertos problemas, conocernos más, superar situaciones traumáticas, etcétera.

Soy sensual

“Cierra los ojos, inspira y espira tres veces profundamente y empieza a imaginar que eres una mujer tremendamente sensual”. Muchas personas sienten que la sensualidad es un rasgo limitado a modelos y celebrities. De Béjar democratiza la sensualidad y nos convoca a conectarnos con el potencial que todas tenemos: “crear una imagen lo más real posible, sumergirse en ella e intensificarla; cómo te comportas, cómo te vistes, mueves, hablas, sientes;”. A esta visualización del yo-sensual se le puede añadir luz, brillo, color, más foco. Y prestar atención a lo que se siente y percibe desde ese lugar. “Quédate allí un rato, lo suficiente como para tomar conciencia de que eso forma parte tuya e integrarlo. Inspira lentamente por la nariz mientras anclas esa experiencia en tu mente y espira por la boca con calma”.

Estimular los cinco sentidos es otra estrategia para activar lo erótico: observar y buscar la belleza de las cosas, los colores, la luz, las formas; tocar, acariciar, palpar diferentes texturas: las sábanas de la cama, la toalla con la que nos secamos, la crema facial, los diferentes tejidos de la ropa, el vidrio frío de una mesa, la corteza de un árbol, las velas, el roce de la lengua contra el paladar. Y así con el olfato, el oído, el gusto. Ni más ni menos que la toma de conciencia de las sensaciones corporales que nos ofrece el contacto con el mundo externo.

A jugar

¿No está bueno mimarse y jugar con el propio cuerpo? Algo que hacen los niños y que los adultos por lo general perdemos: hacer los famosos ejercicios kegels para “sentirnos”, estar plenamente presentes al bañarnos o ponernos crema; mirarnos al espejo y “coquetear”; bailar, cantar, darnos masajes.

¿Qué otro recurso puede ser muy motivante? Desnudar mentalmente a los demás: imaginar cómo es esa persona que nos atrae y que tenemos delante en la fila del banco. “A qué huele, cómo es el tacto de su piel, qué sentirías si se acariciaran; bésalo mentalmente… Sigue y déjate ir hasta donde quieras”. Si no sentimos ser las protagonistas de la fantasía, podemos imaginar cómo son sus juegos sexuales con alguien más.

Compartir con las amigas historias, deseos y trucos es sin duda algo divertido y hasta educativo (por supuesto que tampoco hay que descartar hacerlo con amigos varones, si nos sentimos en confianza). O cortar la rutina haciendo cosas fuera de lo habitual, como ponernos algo muy sexy debajo de un traje más austero, salir a la calle sin ropa interior o usar medias con ligas y, por qué no… visitar un sexshop.

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Psicóloga, sexóloga clínica y colaboradora de LA GACETA desde hace más de 10 años.