Sexo y efecto placebo

02 Abr 2019
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Sexo y efecto placebo

En el año 2011, Cindy May Meston -psicóloga clínica canadiense, profesora de la Universidad de Texas en Austin y directora de su Laboratorio de Psicofisiología Sexual- publicó los resultados de un estudio acerca del efecto placebo sobre ciertas disfunciones sexuales femeninas. 
Como es sabido, por “efecto placebo” se entiende aquel efecto positivo y beneficioso de una sustancia o tratamiento que, en sí mismos, no tienen la cualidad de ser curativos respecto de la dolencia que se está tratando. Pero la “creencia” en que se está recibiendo algo para mejorar es la que provoca la mejoría. Una de las tantas pruebas que reafirman el poder de nuestra mente, de su capacidad para curarnos… y para enfermarnos. Creer para ver.

Mejoras significativas

Durante doce semanas, Meston prescribió un fármaco placebo a cincuenta mujeres que sufrían disfunciones a nivel de la excitación sexual. Y midió sus cambios teniendo en cuenta determinados parámetros relativos a la función sexual, a las cuatro, ocho y doce semanas. ¿Los resultados? Comprobó que en un tercio de las participantes, las mejoras fueron “clínicamente significativas”.  
Todas ellas habían mejorado, en una magnitud parecida, los índices de lubricación, dolor, satisfacción, orgasmo y deseo. Curiosamente, estos avances estaban correlacionados con el número de encuentros sexuales que durante ese tiempo habían tenido las mujeres con sus parejas.
En la discusión de los resultados, la psicóloga recalcó el peso del aumento de las relaciones sexuales en esos tres meses que duró el estudio. Es decir: las mejoras no solo podían ser adjudicadas al efecto placebo en sí, sino que la sugestión al respecto podría haber ocasionado que las mujeres estuvieran más predispuestas a disfrutar del sexo y receptivas a tener relaciones. Se había generado entonces, probablemente, una dinámica de mejoría constante reforzada por la mayor frecuencia de encuentros sexuales. 
Meston advirtió que este factor debía ser tenido en cuenta a la hora de evaluar las intervenciones farmacológicas. Los resultados también confirman la idea de que los cambios en la conducta pueden llegar a ser muy eficaces. Por eso en algunos casos -y en función de activar las “ganas”- se promueve que las personas tengan sexo aunque, de movida, no sientan deseo. 

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Psicóloga, sexóloga clínica y colaboradora de LA GACETA desde hace más de 10 años.