El contacto II

19 Ene 2019
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Judi Dench en “Escándalo”

“Escándalo”, memorable película británica del 2006, relata la obsesión de Bárbara, una solitaria profesora de historia a punto de retirarse, con Sheba, la atractiva y nueva integrante del departamento de arte de la escuela, madre de familia (quien, a su vez, mantiene una relación en secreto con un estudiante de 15 años).

La voz en off a lo largo de toda la película es la de Bárbara -magistralmente interpretada por Judi Dench- escribiendo en su diario sus más íntimos pensamientos, los detalles de su miserable vida y de su obsesión con Sheba. “Las personas como Sheba creen saber lo que significa estar sola. Pero del goteo de la soledad a largo plazo, sin un final a la vista, de eso no saben nada. Lo que es planear un fin de semana completo alrededor de una visita a la lavandería. O estar tan crónicamente no-tocada, que el roce accidental de la mano de un inspector de autobús envía una sacudida de anhelo directo a tu entrepierna. De eso, Sheba y las que son como ella, no tienen ni idea”.

“Hambre de piel”

La amarga confesión de la profesora acerca de estar “crónicamente no-tocada” -“chronically untouched”- remite a un fenómeno muy estudiado por los investigadores, bautizado como “hambre de piel”. Esto es, la necesidad profunda de contacto físico (producto, obviamente, de su ausencia). El famoso antropólogo norteamericano Paul Byers supo señalar que las personas mayores son las que más padecen ese “hambre”, dado que suelen ser las menos tocadas. El temor social a la vejez -y a la muerte- es quizás la mejor explicación de esta mala costumbre, que contribuye a la sensación de aislamiento –y a la depresión- de muchas personas grandes. Al revés de lo que les ocurre a los niños pequeños, a quienes casi todos adoran acariciar y besar.

Tacto y salud

Ashley Montagu, antropólogo y psicólogo británico, investigó durante años el papel del tacto en los vínculos entre las personas. Sostuvo que su estimulación es clave para un sano desarrollo a nivel físico y psicológico. En efecto, aquellos que de chicos no reciben caricias de sus padres, de grandes son más proclives a tener dificultades para dar o recibir afecto, a mantener una postura corporal rígida y, en general, suelen tener problemas para expresar sus emociones. Más de uno, en su vida adulta, interpretará casi cualquier contacto físico como “inapropiado” y, por lo mismo, tenderá a evitarlos (privándose de recibir sus beneficios). En su libro “El tacto: la importancia de la piel en las relaciones humanas”, Montagu afirma que “una experiencia táctil inadecuada tendrá como consecuencia una incapacidad para relacionarse con los demás en muchos aspectos humanos fundamentales”.

Abrazame

Por otra parte, Marc H. Hollander, psiquiatra norteamericano, realizó una investigación allá por los años 60, en la que mostró cómo la mayoría de las mujeres participantes había utilizado el sexo solamente para que un hombre las abrazara, muchas veces solicitando en forma directa este abrazo.

Incluso se ha dicho que el comienzo de las relaciones sexuales tiene gran importancia no solo por su condición iniciática, sino también por constituir una suerte de redescubrimiento de la comunicación táctil, piel con piel. Y que es en este “shock epidérmico” –como diría Margaret Mead al referirse al nacimiento- donde radica buena parte de la intensidad de la experiencia sexual.

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Psicóloga, sexóloga clínica y colaboradora de LA GACETA desde hace más de 10 años.