La vida de un ciudadano
El “Kama-sutra”, quizás el más popular de los textos hindúes, en Occidente es casi sinónimo de sexo. Sobre todo de placer sexual y de posturas para hacer el amor. Efectivamente, buena parte del libro se aboca a estos temas. Sin embargo, Vatsyayana, el sabio que compiló estas antiguas enseñanzas, no dejó de lado otras cuestiones, por considerarlas en íntima relación con la plenitud sexual. De hecho, uno de los primeros capítulos –“La vida de un ciudadano”- se refiere en detalle a cómo debiera vivir “todo habitante del Indostán”.
“Amo de casa”
La descripción, en el antiguo texto hindú, es
imperdible: un hombre “poseedor de una fortuna, que puede haber adquirido por
dádiva, conquista, operación de comercio, depósito o herencia de los antepasados,
debe hacerse amo de casa y llevar vida de ciudadano”. Para ello deberá tomar
una residencia “junto a gentes honestas, o en un lugar frecuentado por gran
número de personas”. Debe estar situada “cerca de una corriente de agua y
dividida en diferentes compartimentos para diversos fines”. Se rodeará de un
jardín y constará de dos partes: una vivienda interior, que será ocupada por
las mujeres; y otra exterior que “embalsamada de ricos perfumes, tendrá un
lecho muelle, grato a la vista, cubierto de un lienzo de perfecta blancura,
poco elevado en el centro, endoselado de guirnaldas y de manojos de flores naturales,
con un pabellón encima y dos almohadas, una a la cabecera y otra al pie”. Y
agrega: “habrá también una especie de sofá”.
Junto al sofá, en el piso, “una escupidera, una caja de raspaduras y también un laúd, suspendido por un colmillo de elefante”. Eso no es todo, el sabio agrega otros elementos que deben estar: “una mesa de dibujar, un frasco de perfumes, algunos libros y guirnaldas de amarantos amarillos”. Y sigue: “Poco más allá, sobre el pavimento, debe haber un asiento redondo, una caja de juegos y una mesa para jugar en ella”. Y en el jardín “un columpio turnante y uno ordinario” y “un banco de césped para sentarse”.
Instrucciones precisas
El texto es muy preciso al referirse a lo que
debe hacer el ciudadano en su día, desde que se levanta: “luego de haberse
ocupado en las necesidades indispensables” –aquellas que los indios cumplen,
antes que toda otra cosa por la mañana-, “se lavará los dientes y se aplicará
al cuerpo, en cantidad moderada, ungüentos y perfumes; pondrá colirio en sus
párpados y bajo los ojos, coloreará sus labios con el alacktak –una suerte de laca- y se mirará en el espejo”.
La higiene personal tiene gran importancia para
los hindúes, porque simboliza la pureza y esto se refleja en las
recomendaciones de Vatsyayana: el ciudadano, después de haber “masticado hojas
de betel y otras cosas que perfuman la boca, ejecutará sus quehaceres
habituales”. Por supuesto, “cada día tomará un baño; de cada dos días, en uno
se untará el cuerpo con aceite; cada tres días se ungirá con una sustancia
espumosa; se hará rasurar la cabeza (incluido el rostro) cada cuatro días, y
las otras partes del cuerpo cada cinco o seis días”. Definitivamente, las
instrucciones merecerían un calendario ya que, insiste, “todo esto debe ser
puntualmente ejecutado”. También manifiesta la importancia de “hacer que
desaparezca el sudor de las axilas”.
Luego del desayuno la ocupación consiste en “enseñar
a hablar a los papagayos y otras aves; después se seguirán las riñas de gallos,
de codornices y de carneros”. Luego de un tiempo de divertimentos sigue “la siesta
del mediodía”.
Después, el dueño de casa, “revestido con sus trajes y adornos, pasará la tarde conversando con sus amigos”. A la noche cantará y, en compañía de uno de ellos, “esperará en su cuarto, previamente ornado y perfumado, la llegada de la mujer que pueda serle fiel, o le enviará una mensajera, o irá él mismo a buscarla”. Cuando ella haya llegado, él y su amigo “le darán la bienvenida y la recrearán con charlas amables y gratas. Tal será la última ocupación de la jornada”.