Andropausia
Si respecto de la menopausia aún persiste cierto tabú social que nos
impide aceptarla con total naturalidad, como una serie de cambios esperables y
evolutivos… con la andropausia –el proceso análogo en versión masculina- el
estigma y la negación son más marcados todavía. (Probablemente esto ocurre
porque, a diferencia de nosotras, la producción de espermatozoides no se
interrumpe, por lo que la fertilidad continúa).
La andropausia comienza a manifestarse a una edad variable
–aproximadamente a partir de los 45 años, en adelante- cuando los testículos
empiezan a producir un menor nivel de testosterona. Como la menopausia, forma
parte del proceso normal del envejecimiento.
Estos cambios hormonales desencadenan una disminución de ciertas
funciones fisiológicas que derivan en la aparición de algunos síntomas.
Principalmente físicos, pero también con su correlato psicológico: menor masa
muscular, aumento de peso, pérdida del cabello, “sofocones” similares a los de
las menopáusicas, problemas urinarios, fatiga, insomnio, irritabilidad, cambios
en el estado de ánimo, entre otros. Sin embargo, no todos los hombres
experimentarán la lista completa. Y más de uno casi no se verá afectado.
Pero a veces será necesaria la consulta a un profesional especializado –un andrólogo- para evaluar la posibilidad de realizar un tratamiento de reemplazo hormonal (teniendo en cuenta la severidad de los síntomas, los niveles de testosterona, los riesgos que esto implica según la condición clínica del paciente, etcétera).
La función sexual
Quizás la mayor preocupación masculina respecto de una menor producción
hormonal se centra en sus posibles efectos sobre la función sexual: disminución
del deseo –no olvidemos que la testosterona es considerada “la hormona del
deseo”-, dificultades eréctiles, períodos refractarios más largos (esto es: el
tiempo fisiológico necesario para ser capaz de responder a un nuevo estímulo sexual
después de una eyaculación), reducción o ausencia de erecciones matinales,
menor volumen eyaculatorio, orgasmos menos intensos. Una vez más: estos efectos
no se dan todos juntos ni en todos los hombres. (Y la pastillita azul, como es
sabido, ha modificado el panorama respecto de los problemas eréctiles).
Por otra parte, no es menor la influencia del estado de salud general
de la persona, sus hábitos, los patrones sexuales previos y hasta la actitud
frente a la vida. En este sentido, todos conocemos hombres y mujeres que
tienden a identificarse demasiado rápido con los “achaques” (de cualquier tipo,
no solo los sexuales). Como si, aunque resulte difícil de creer, encontraran
una suerte de zona de confort en convertirse en “viejos”, o por lo menos de comprensión
en el entorno, de comodidad.
Afortunadamente, también existen muchas otras personas que, en cambio, cultivan un espíritu capaz de desdramatizar y tomarse con sentido del humor las cuestiones inevitables que vienen con la edad. Algo que, sin duda, los mantiene de alguna manera siempre jóvenes, más allá de la edad que tengan.