Para nombrarte mejor
Cada vez tomamos más conciencia de la
importancia de utilizar un lenguaje que sea lo más inclusivo posible. Que no
invisibilice experiencias ni, desde luego, personas. Que no resulte, de este
modo, discriminatorio, violento. No es una tarea sencilla: tenemos que desandar
un aprendizaje de muchos siglos, arraigado tan fuertemente en nuestra cultura
que más de una vez se nos pasa desapercibido. Recién ahora estamos empezando a
despertar.
Nuestro idioma, especialmente, tiende a aglutinar y mantener prejuicios sexistas, presentando una mirada androcéntrica del mundo. Es lo que ocurre cuando, por ejemplo, alguien utiliza el género masculino para referirse a un grupo compuesto por mujeres y varones (a veces, aunque sólo haya un varón): “alumnos”, “profesores”, “abogados”, “médicos”, etc. En estos casos suele sugerirse -medio en broma, medio en serio- que la generalización busca evitar herir la masculinidad de ellos (dejando traslucir que ignorarlas a ellas no es tan grave). Una manera a la que nos vamos habituando desde la primera infancia. Así, niños y niñas asimilan, tan progresiva como inadvertidamente, que lo femenino es secundario, menos importante, trivial.
Cisgénero
El término “cisgénero” fue introducido en el
año 1991 por el sexólogo, médico y sociólogo alemán Volkmar Sigusch. El prefijo “cis”,
de origen latino, significa "de este lado", en oposición a
"trans", que significa "del otro lado". En otras palabras, “cisgénero” es alguien cuya identidad de
género –esto es, la percepción subjetiva que tiene de su propio género- coincide
con el sexo que le fue adjudicado al nacer. Sería el caso de una persona que al
nacer –en función de sus órganos genitales: vulva, vagina- fue etiquetada como
mujer y que se identifica con esa etiqueta. Es decir… se siente una mujer.
Algunos simplifican la definición de “cis” diciendo que, sencillamente, es
“no-trans”.
De alguna manera, esta denominación viene a visibilizar que esa
coincidencia entre lo que nos adjudicaron y lo autopercibido no es algo obvio,
sino que existen otras experiencias. Y que, así como hablamos de “personas
trans” –aquellas cuya identidad de género no coincide con el sexo adjudicado al
nacer- sería deseable hablar también de “personas cis”. Porque, si todavía necesitamos
poner apellidos… entonces tal vez deberíamos ponérselos a todas/os.