El cuerpo y la respuesta sexual

28 Abr 2018
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El cuerpo y la respuesta sexual

Más allá de lo diferentes que pueden ser las vivencias -siempre subjetivas- de las relaciones sexuales, ha sido ampliamente comprobado que durante las mismas, nuestro cuerpo responde, en lo esencial, de forma idéntica. Y es que los órganos que intervienen son los mismos y actúan de manera análoga.

En varones y mujeres se observan muchas similitudes en las respuestas a la estimulación sexual. Para empezar, por ejemplo, la erección y el aumento del diámetro de los pezones, lo mismo que el enrojecimiento de la piel en algunas zonas del cuerpo -el llamado “rubor sexual”-, consecuencia de la acumulación de sangre.

Por otra parte, durante la fase de meseta, es decir, cuando la excitación se mantiene estable en un nivel alto, comienza a aumentar la tensión muscular en la cara, el pecho y el abdomen. A la inversa, en la resolución -luego del orgasmo- lo que se experimenta es una relajación muscular en todo el cuerpo.

A lo largo de todo el proceso sube la intensidad y la frecuencia respiratoria (es lo que se llama “hiperventilación”). De la misma manera, se produce una importante aceleración de la tasa cardíaca, llegando hasta las 180 pulsaciones por minuto o más durante el orgasmo. Otro síntoma característico es un ligero incremento de la presión arterial.

Con toda esta revolución en el organismo, no es extraño que transpiremos… mucho. Asimismo, la vasocongestión -aumento del riego sanguíneo- en la zona pélvica genera la erección del pene y del clítoris, y la lubricación vaginal. Durante el orgasmo se verifican contracciones musculares rápidas.

La erección de los pezones comienza, en las mujeres, ya al principio, en la fase de excitación, mientras que en el hombre recién comienza un poco después, en la fase de meseta. Sin embargo, este rasgo desaparece en ellas tras el orgasmo, mientras que ellos lo presentan durante un período de tiempo más largo.

Análogamente, el “rubor sexual” -en la cara, el cuello y el pecho- se manifiesta en la mujer a partir de la excitación, mientras que en el hombre no lo hace hasta la fase de meseta. Pero en el caso de las mujeres esta señal también se observa en la parte baja del abdomen, en la espalda, las nalgas y los muslos.

Un aumento en la longitud y anchura de la vagina y en el diámetro del cérvix se registra en las mujeres. En ellos, se produce una elevación de los testículos, acercándolos más al cuerpo.

Luego del orgasmo, en el hombre es necesario que disminuya la hiperventilación para recién así poder conseguir otra erección (y por consiguiente otro orgasmo). La mujer, en cambio, puede conseguirlo aunque no se haya reducido su hiperventilación. En cuanto al incremento de la presión arterial, esta es mayor en el hombre.

La sudoración durante el acto sexual es un fenómeno general en la mujer (abarca muchas partes de su cuerpo), mientras que en los hombres suele estar más acotado.

Otra diferencia, bastante conocida, es la capacidad femenina de conseguir varios orgasmos consecutivos. Se ha comprobado, además, que estos tienen una mayor duración y que son percibidos en una localización corporal más general. Los hombres en cambio, los registran como más circunscriptos a la zona genital.

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Psicóloga, sexóloga clínica y colaboradora de LA GACETA desde hace más de 10 años.