Cuidarnos
Como es sabido, el
descubrimiento de la píldora anticonceptiva en los años 60 fue un hecho clave
para la liberación sexual de las mujeres. Pudiendo controlar nuestra fertilidad,
teníamos de pronto la libertad de gozar sin temor a quedar embarazadas. Algo
que, por otra parte, colaboró a que toda la responsabilidad anticonceptiva
recayera sobre nosotras (tampoco es que antes de eso los varones se sintieran
demasiado aludidos al respecto).
Efectivamente, “la
mujer es la que tiene que cuidarse” es una creencia muy arraigada en nuestra
cultura. En primer lugar por razonar que si es ella quien, a fin de cuentas, tendrá que afrontar con su propio cuerpo el
embarazo, parecería lógico corresponderle “hacerse cargo” y prevenir
situaciones no deseadas.
No gravitan menos
los tabúes y temores que relacionan la anticoncepción masculina con la
disminución de la potencia sexual. De otra manera, ¿cómo explicar que no se
haya avanzado lo suficiente en la creación de una píldora para ellos? ¿O las
estadísticas que informan un número bajísimo de vasectomías con respecto a su
contraparte femenina, las ligaduras tubarias? (y más teniendo en cuenta que una
vasectomía es una cirugía mucho más sencilla y con menos posibilidades de
complicaciones que la ligadura).
Si hasta la colocación del preservativo encuentra todavía resistencia entre los hombres, tradicionalmente reacios a sacrificar su propio placer.
Respetarnos
Es claro que está
muy bien que una mujer tome las medidas necesarias para poder disfrutar con
tranquilidad y confianza de sus relaciones sexuales. Pero también es innegable
que lo lógico sería que se trate de un esfuerzo compartido con el varón. Al
respecto, la sexóloga argentina María Luisa Lerer puntualiza: “En las
relaciones sexuales adultas, responsables y justas, ambos miembros de la pareja
deben responsabilizarse del tema. Las mujeres debemos ser firmes en esto, como
una forma más de respetarnos a nosotras mismas, lo que es indispensable para
que los demás también lo hagan”.